Por todos es conocido, por la popularísima película de Steven Spielberg, cómo durante la Segunda Guerra Mundial, el empresario Oskar Schindler se convirtió en un héroe salvador de judíos a los que el régimen nazi les tenía reservada su muerte segura. El empresario austríaco contrató a 1.200 judíos en su fábrica de menaje de cocina en Polonia y Checoslovaquia para protegerlos de los nazis, salvando la vida de aproximadamente mil doscientos judíos durante el Holocausto. Para ellos se sirvió de sus fábricas empleándolos como trabajadores de utensilios de cocina y munición, ubicadas en las actuales Polonia y la República Checa. Su historia se cuenta en la novela El arca de Schindler y en la película que se basa en ella, La lista de Schindler. La que no es tan conocida es otra historia real con muchas similitudes a la del film protagonizado por Liam Neeson pero desarrollada en Latinoamérica, muy lejos de lo que fue el imperio nacional socialista y acontecido muchos años después.

Jorge Schindler Brunner, el héroe de la cadena de farmacias

Ahora, estando de actualidad la política chilena tras la derrota del ultraderechista José Antonio Kars -cuyo padre militó en el Partido Nazi de Adolf Hitler, según un documento recientemente descubierto por The Associated Press- y la victoria de la coalición izquierdista encabezada por el próximo presidente del país andino, Gabriel Boric, convendría rescatar del olvido un caso que tiene numerosas concomitancias con lo sucedido en la Polonia y Checoslovaquia invadidas por Hitler. Por tener similitudes incluso el apellido del héroe protagonista chileno coinciden. Nuestro personaje se llamaba Jorge Schindler Etchegaray. Este héroe chileno, nieto de un inmigrante suizo, Agustín Schindler Brunner, que llegó a Chile en 1880 era militante comunista desde 1969 y fue ejecutivo de la Corfo, agencia del Gobierno de Chile promotora del crecimiento económico regional durante el gobierno de Salvador Allende.

Asiló y salvó a más de un centenar de perseguidos

Nuestro Schindler latino, un año después del sangriento golpe de Estado, en 1974, en plena atroz actividad represiva de Pinochet, abrió una cadena de farmacias en las barriadas obreras de Santiago, y en el centro de Concepción, ciudad industrial a 500 kilómetros al sur de la capital, donde empezó a recibir a sus camaradas prófugos contratando a más de 100 militantes del Partido Comunista chileno y de la izquierda que huían de la Dirección de Inteligencia Nacional, conocida por su acrónimo DINA, la temible y siniestra policía secreta de la dictadura militar pinochetista.

Abrió siete farmacias para esconder a perseguidos

En concreto abrió siete farmacias con la colaboración de José Muñoz, un capitán de Carabineros que había sido jefe de la guardia presidencial de Allende y que era primo de la esposa de Schindler. En esta labor humanitaria contó también con la inestimable ayuda de Quentin Romero, un ex detective que luchó junto a Allende, el 11 de septiembre de 1973 en el histórico bombardeo a La Moneda.

Los padres de la esposa de Jorge Schindler eran propietarios de distintas farmacias y con ellas comenzaron a sacar fármacos para crear otras siete farmacias que abrieron con este objetivo de salvar a militantes de izquierdas. Quentin Romero fue quien diseñó La estructura de seguridad para estar a salvo de los cuerpos represivos del régimen pinochetista. "Me endeudé con los bancos, con los laboratorios, con mi familia y algunos amigos para abrir la primera farmacia. Nos fue bien y luego inauguramos la segunda… y la tercera y así sucesivamente" explicó en su día Jorge Schindler a BBC Mundo desde Fráncfort, lugar donde estableció su residencia.

Como recogen las memorias de Schindler en el libro del periodista Manuel Salazar Salvo, “La lista del Schindler chileno. Empresario, comunista, clandestino”, se organizó una muy secreta estructura clandestina que permitió sobrevivir durante la dictadura militar a varias decenas de militantes comunistas y de otros partidos de izquierda entre los inicios de 1974 y fines de 1979. Las farmacias abiertas en Santiago y Concepción sirvieron de tapadera para los primeros atisbos de resistencia al régimen del general Augusto Pinochet. Dio empleo a más de 100 comunistas y miembros de otros partidos de izquierda que habían apoyado a Salvador Allende, los instruyó en las labores de las farmacias y los salvó de una persecución que los podría haber llevado a violentas detenciones e incluso la muerte.

Funciones clandestinas del Partido Comunista de Chile

A mediados de 1974, los comunistas que trabajan en esta cadena de farmacias bajo la dirección de Schindler asumieron funciones clandestinas en el Partido Comunista de Chile. Unos se refugiaron en pisos francos, otros se sumaron al aparato de logística y de propaganda, a labores de enlace o a la búsqueda de financiación para mantener la resistencia.

Estos establecimientos sirvieron de tapadera para dirigentes políticos, sindicalistas del carbón, profesores universitarios, profesionales y obreros. Años después estas boticas también se usaron para las actividades clandestinas de reorganización del Partido Comunista de Chile y de la oposición al régimen dictatorial. Para ello recurrieron a esconder sus identidades, cambiaron de color de pelo, usaron bigotes y barbas postizas, se comunicaban con lenguajes codificados y así, hasta numerosos recursos clandestinos. Las normas de seguridad eran tan altas que ninguno de los protegidos sabía lo que hacía el otro. Fueron enormemente cautelosos, lo que a la postre les permitió sobrevivir.

Exiliado en Alemania tras ser acorralado por la DINA

Hay que tener en cuenta que según la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura creada en 2003, de 1973 a 1978 desaparecieron más de 3.000 personas en los siniestros centros de torturas y exterminio de la Junta Militar chilena. Otras 20.000 personas fueron detenidas arbitrariamente y torturadas sádicamente en esa negra etapa. A pesar de ese peligro, los resultados de esta heroica y peligrosa labor de la cadena de farmacias fueron tan exitosos que de los más de 100 militantes que trabajaron en las farmacias de Schindler, tan solo dos fueron capturados por la Dina. Por cierto dos ingenieros agrónomos. En 1978 los integrantes de esta cadena vieron como crecía el acoso de los servicios de inteligencia lo que hizo que muchos decidieran exiliarse. El propio Schindler, perseguido y casi acorralado por la DINA, tuvo que partir al exilio, primero en 1979 viajó vía Buenos Aires a Alemania y posteriormente a Bulgaria hasta instalarse definitivamente en Fráncfort.

Actualmente, con 80 años, sigue activo dirigiendo una agencia de turismo hacia los países del cono sur de Latinoamérica. Humilde y sencillo, cuando se la ha preguntado si se cree un héroe que salvó a más de 100 personas de la muerte, la desaparición o la tortura, siempre contesta que no sino que lo que hizo fue “dar ayuda a mis compañeros en esos años tan difíciles, donde nos cazaban como animales por el solo hecho de haber querido construir un futuro mejor para Chile".