Israel vuelve a mirar hacia las armas. Tras el estancamiento de las conversaciones indirectas para un alto el fuego con Hamas, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha convocado esta semana al gabinete de seguridad para definir los próximos pasos de su Gobierno en la Franja de Gaza. Según una fuente israelí de alto nivel citada por Reuters, las opciones sobre la mesa incluyen una ampliación de la ofensiva militar y, en el extremo más controvertido, la anexión de zonas del ya devastado enclave palestino.

La reunión se produce tras el fracaso de las últimas negociaciones celebradas en Doha, que buscaban una tregua de 60 días auspiciada por Estados Unidos. El plan, avalado por Catar y Egipto, incluía el envío de ayuda humanitaria a Gaza, la liberación de la mitad de los rehenes que mantiene Hamas y un intercambio con prisioneros palestinos encarcelados en Israel. Pero el diálogo volvió a romperse ante la desconfianza mutua y los intereses estratégicos enfrentados.

Mientras tanto, desde Washington, el enviado especial para Oriente Próximo, Steve Witkoff, se desplazó a Israel en un intento por mediar. En su visita, afirmó estar trabajando con el Gobierno israelí en un plan para poner fin “de forma efectiva” a la guerra. Una fórmula que, según un alto funcionario israelí tras su encuentro con Netanyahu, implicaría "la liberación de todos los rehenes, el desarme de Hamas y la desmilitarización completa de Gaza". Objetivos que se alejan de cualquier planteamiento realista a corto plazo.

Las declaraciones posteriores de la misma fuente israelí evidenciaron el giro que se está cocinando en Tel Aviv: “Se está llegando a la conclusión de que Hamas no está interesado en un acuerdo, y, por tanto, el primer ministro está presionando para liberar a los rehenes al tiempo que presiona para una derrota militar”. Lo que se entiende por “derrota militar”, sin embargo, dista mucho de ser unánime entre las distintas esferas del poder israelí.

Algunos miembros del Ejecutivo, como el ultraderechista Bezalel Smotrich o el controvertido ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, plantean la restauración de un gobierno militar israelí en Gaza como paso previo a su anexión. También han llegado a defender el restablecimiento de los asentamientos judíos evacuados hace dos décadas, una propuesta que implicaría una ruptura total con el consenso internacional sobre los territorios ocupados.

Frente a ellos, los altos mandos del ejército israelí se muestran cada vez más incómodos. Según informó la Radio del Ejército, el jefe militar Eyal Zamir ha trasladado su creciente frustración por la falta de una estrategia política clara, y teme que el país se vea atrapado en una guerra de desgaste con Hamas. “Tenemos diferentes formas de luchar contra la organización terrorista, y eso es lo que hace el ejército”, respondió escuetamente el portavoz de las FDI, Nadav Shoshani, sin confirmar ni desmentir la tensión entre la cúpula militar y el liderazgo político.

Uno de los elementos más delicados de esta ecuación es la situación de los 20 rehenes israelíes que siguen con vida. Cualquier operación militar a gran escala podría poner en riesgo su integridad, un escenario que algunos sectores del Gobierno parecen estar dispuestos a asumir en nombre de una victoria militar total. Un enfoque que ha suscitado alarma entre familiares de los secuestrados y en parte de la opinión pública israelí.

En paralelo, el escenario diplomático también muestra signos de fractura. El pasado martes, Catar y Egipto respaldaron una declaración conjunta de Francia y Arabia Saudí en la que se apostaba por una solución de dos Estados. El texto incluía un llamamiento a Hamas para entregar sus armas a la Autoridad Palestina. La milicia islamista, por su parte, reiteró su negativa a desarmarse, pero abrió la puerta a renunciar al control político de Gaza en favor de una administración no partidista, siempre que el futuro del enclave se decida entre palestinos y no bajo imposiciones externas.

Israel, sin embargo, no parece dispuesto a ceder el control del conflicto a actores locales. El ministro de Asuntos Exteriores, Gideon Saar, cerraba la puerta este lunes a una solución inminente: “Nos gustaría recuperar a todos nuestros rehenes. Nos gustaría ver el final de esta guerra. Siempre preferimos llegar a ello por medios diplomáticos, si es posible. Pero, por supuesto, la gran pregunta es: ¿cuáles serán las condiciones para el fin de la guerra?”.

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