Cada país tiene sus peculiaridades. Hablar de Estados Unidos en términos genéricos ya tiene otro cantar, pero si además hay que profundizar en su sistema electoral es como buscar la cuadratura del círculo. Tiende a ser complejo de entender, en resumen. Tanto es así que el candidato con menos votos puede llegar a la Casa Blanca y ganar las elecciones. De hecho, ya le pasó al propio Donald Trump en 2016. Y es que no todos los votos valen lo mismo en los 51 estados que componen el país. Por ello, la gobernabilidad del país pasa por ganar en las regiones conocidas como swing states (estados bisagra, en español). Es en estos territorios donde se batirán de verdad el cobre Kamala Harris y Donald Trump.

Y es que buena parte del pescado electoral está vendido. Este sistema consolida feudos a los dos partidos; lugares donde se sabe el resultado sin jugar el partido incluso antes de las elecciones. De ahí que lo habitual en una campaña electoral es que el candidato acuda varias veces a esos estados bisagra y eluda acudir a aquellos territorios en los que ya tiene los compromisarios en la buchaca. Harris tiene asegurados 229 representantes, mientras que Trump se garantiza 219 antes de la contienda electoral. Se antoja imposible que haya sorpresas. Por eso, los puntos calientes se juegan en esos 93 compromisarios restantes, habida cuenta de que el ganador de los comicios ha de lograr 270.

Así, la gobernabilidad de los Estados Unidos descansa sobre siete estados en los que se prevén todo tipo de escenarios. Se les conoce por varios nombres: estados bisagra, en disputa o púrpura. Este último término se debe a que no se sabe si son rojos (republicanos) o azules (demócratas). Por otro lado, para enrevesarlo aún más, no son los mismos en todas las presidenciales, aunque Ohio y Florida tenían cierta perdurabilidad en el tiempo. Sin embargo, el desembarco de Trump a la escena convirtió a estas dos regiones en un bastión republicano. Caso idéntico al que han sufrido estados como Virginia y Colorado, aunque la moneda salió cara para los demócratas en este caso.

En definitiva, siete estados que en su conjunto no representan ni una quinta parte de la población estadounidense, pero cuyo reparto de compromisarios los convierten en cruciales en la carrera presidencial. Tres de ellos pertenecen al llamado Cinturón de Óxido (Rust Belt), una zona desindustrializada, en declive económico y también demográfico que era bastión demócrata hasta la llegada de Trump. En 2020, Biden los recuperó con un margen muy estrecho. Se trata de Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Por otro lado, Carolina del Norte y Georgia tomaron el color púrpura después de que estos dos estados de color rojo se tiñeran de azul por un puñado de votos. Y, por último pero no menos importante, otro varapalo a Trump como Arizona y el complejo estado de Nevada.

Pensilvania

He aquí la madre del cordero en estas presidenciales. Este estado supondría un punto de inflexión para cualquiera de los dos candidatos, habida cuenta de que reparte 19 compromisarios. Un suculento reparto que, de caer del lado republicano, Trump sólo necesitaría mantener Carolina del Norte y recuperar la hegemonía en Georgia. Por su parte, si es Harris la que sale victoriosa, y lo suma al Cinturón de Óxido, tendría prácticamente las llaves de la Casa Blanca en su mano. El todavía presidente, Joe Biden, se llevó los 19 compromisarios de Pensilvania y está por ver que Harris consiga retenerlos, aunque la vicepresidenta cuenta con el respaldo del gobernador Shapiro. En este campo de batalla serán cruciales condados púrpura dentro de un estado púrpura como Erie y Lackawanna.

Michigan

Estado clave en los procesos electorales, fue parte del Muro Azul que en 2016 Trump resquebrajó por completo al meterse en el bolsillo a los trabajadores de una industria en declive. De nuevo, en 2020, Biden lo recuperó para los demócratas, pero el republicano puede darle la vuelta a la tortilla una vez más. Harris cuenta con la red del respaldo sindical, pero también tiene varios frentes abiertos, dado que la guerra en Gaza podría desmovilizar a votantes de origen árabe y jóvenes, así como demócratas tradicionales.

Las encuestas conceden una ventaja muy delgada a la vicepresidenta, que tendrá que esforzarse por arañar la victoria en condados clave como Kent, que viró hacia los demócratas, y Wayne; así como las Tres Grandes urbes de la automoción y Detroit. Pese a que se sigue considerando bastión demócrata, la desindustrialización y problemas urbanos de otra índole colman de dudas al equipo de Harris, que deberá mantener la hegemonía en Wayne para atar la victoria en el estado.

Wisconsin

Como Michigan, pilar del Muro Azul hasta la llegada de Trump. Un estado rural con una imponente presencia de la industria agrícola, lo cual puede impulsar a la papeleta republicana, espoleada especialmente por el incremento de la inflación. No obstante, ese clavo ardiendo del expresidente podría quedar anulado por su virulento discurso antiinmigración, dado que un tercio de los trabajadores del sector dominante son inmigrantes.

Por su parte, Harris cuenta con la bendición de Tim Walz, gobernador de Minnesota. La vicepresidenta ata su futuro en este estado a la atracción del voto rural, algo que se refleja en las encuestas, que a pesar del apretado resultado, conceden la victoria por la mínima a la demócrata. El pastel se va a disputar en condados clave como Brown, donde la papeleta del Partido Demócrata tiene un excelente rendimiento. Será también crucial el condado de Waukesha, donde se percibe cierta erosión de los republicanos; así como Milwaukee, fuerte presencia de votantes afroamericanos y Dane, que cuenta con la Universidad de Wisconsin y juega un papel clave por la preocupación del electorado joven con respecto al aborto.

Carolina del Norte

Un estado de férrea tradición republicana. Clásico territorio sureño que ahora mismo está teñido de púrpura. El margen de los republicanos se ha estrechado en los últimos años, con los demócratas a rebufo. Ya en 2020, Biden consiguió acercarse a Trump a un punto porcentual. Los cambios demográficos han jugado un papel protagónico, especialmente en el área conocida como The Research Triangle, con universidades de prestigio, que ha atraído a residentes de tendencia progresista oriundos de California, Nueva York y Nueva Inglaterra. Pese la fuerte presencia de población blanca, un 90% de los nuevos habitantes son afroamericanos, latinos o multirraciales. Es decir, que el voto puede oscilar hacia el lado demócrata.

Las encuestas conceden una ventaja ínfima para el republicano, reducida a menos de un punto. Será fundamental el comportamiento del electorado en Wake, donde se asienta la capital de Carolina del Norte (Raleigh) y donde, a su vez, los votantes han ido cambiando el rojo por el azul desde la época de Barack Obama. De hecho, en las presidenciales de 2020, Biden aventajó a Trump en 26 puntos, lo que evidencia una tendencia creciente en favor de los demócratas.

Georgia

Otro de los estados clásicos del sur de los Estados Unidos que, como Carolina del Norte, es feudo republicano desde hace más de treinta años. Biden sorprendió en 2020 con una victoria clave en este estado, pese a que Trump nunca reconociera su derrota aquí. De hecho, aún resuenan los ecos de las quejas del republicano, que agitó el fantasma del fraude electoral e incluso telefoneó al secretario de Estado para encontrar los votos necesarios. Pese a que el expresidente cuenta con una ligera ventaja sobre Kamala, la vicepresidenta podría sacar tajada de la cuestión racial.

El área metropolitana de Atlanta representa al 60% del electorado y se antoja clave para los demócratas, sobre todo por el elevado porcentaje de afroamericanos, que hace cuatro años depositaron su confianza en Joe Biden. Cobb asoma como un condado fundamental en la batalla por el Estado. Situado en los suburbios de Atlanta, ya fue decisivo para la victoria demócrata y ha sufrido un importante cambio demográfico gracias al incremento de la población afroamericana y latina.

Arizona

Feudo republicano donde Biden clavó su pica en las presidenciales de 2020. Lo hizo por el escueto margen de 10.500 votos. No obstante, actualmente cobra una importancia supina el voto hispano, de tradición demócrata, que confronta con el mensaje antiinmigración del candidato republicano. Además, coinciden en la lucha los ataques de Trump al senador John McCain, celebridad local, que distanciaron a votantes republicanos de tendencia moderada.

Harris no lo tendrá fácil a pesar de todo. La vicepresidenta se enfrenta a las críticas de los ciudadanos del estado por la gestión de la frontera, con récords históricos de cruces entre México y Estados Unidos. Pese a haber prometido más dureza, la credibilidad en los demócratas está en tela de juicio. No obstante, a su favor juega la postura proabortista de una porción importante del Estado, especialmente el electorado femenino, tras la controvertida decisión de la Corte Suprema de Arizona de prohibirlo.

De nuevo, Maricopa será clave, donde Phoenix y su área metropolitana, con incipiente población latina, representa el 61% de los votos del estado y en su mano tienen la llave de los 11 compromisarios que reparte el estado.

Nevada

Estado clave en las elecciones de Estados Unidos. Tanto es así que el ganador de este territorio en 10 de las últimas 12 ocasiones ha llegado a la Casa Blanca. No obstante, se trata de un estado de tintes rurales y con potenciados problemas económicos desde el estallido de la pandemia, lo que ha provocado una elevada tasa de desempleo y un crecimiento exacerbado de la inflación. Asuntos que juegan en contra de un Partido Demócrata que ha perdido músculo en la región.

Los republicanos han ido ganando terreno, especialmente en esta carrera hacia la Casa Blanca. Ahora, su foco está puesto en los condados de Clark (Las Vegas) y Washoe (Reno), con un equilibrio entre demócratas, republicanos e independientes. De ahí que este último condado se asuma como “termómetro” del estado. No obstante, el voto latino y femenino también tiene mucho que decir, sobre todo por el referéndum que se celebrará en el territorio sobre el aborto.

Otros puntos de interés

Además de los siete estados clave, hay otros lugares donde está puesto el foco en esta jornada electoral. Su impacto es considerable, así como su capacidad para replicar tendencias nacionales. Por ejemplo, en Nebraska se sitúa el condado de Douglas; un territorio tradicionalmente republicano, pero en el que pescaron tanto Obama como Biden. No obstante, en estos comicios, está en el aire. Como también prevalece el interrogante sobre condados texanos como Fort Bend y Tarrant.

Finalmente, en el condado de Miami-Dade (Florida), de fuerte tradición demócrata, se ha registrado un viraje a la derecha considerable, especialmente gracias al impulso de la población cubana y puertorriqueña, que se desvincula del Partido Demócrata por las acusaciones de vínculos con el socialismo. Un mensaje que también ha calado en muchos exiliados de regímenes autoritarios del sur de América.

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