La reina Isabel II, ante el huracán que se ha esperado por la entrevista que el príncipe Harry y Meghan Markle han concedido a la periodista Oprah Winfrey, tomó una rotunda decisión antes de su publicación para hacer frente a las polémicas y explosivas declaraciones del matrimonio.

La soberana ha mantenido su agenda ocupada durante toda esta semana para mantenerse al margen de todas las declaraciones. Además, la Familia Real británica ha hecho hincapié en que está más centrada en otros temas más importantes en el país, como la efectividad de la vacuna contra el coronavirus o el regreso de los niños a las escuelas.

Una vez publicada la entrevista, las declaraciones de ambos han sido muy duras. Markle denunció el racismo que tuvo que hacer frente durante su embarazo, cuando “se preocuparon del tono de piel” que iba a tener su hijo. Además, aseguró que nadie se preocupó de su salud mental y que, al comentar que valoraba internarse para tratarse, se le negó la opción por la imagen que podría proyectar al exterior. “Tuve pensamientos suicidas constantes y claros”, confesó.

Por su parte, Harry hablaba de su relación familiar asegurando que cuando comunicó su intención de salir de la Corona, su padre no le cogía el teléfono. “Hemos hablado, pero me he sentido un poco decepcionado”, explicó.

Desde Buckingham Palace han mostrado su disgusto a la entrevista al considerarlo “una falta de respeto” por emitirse en pleno proceso de recuperación de Felipe de Edimburgo, marido de la reina.