Cruda, descarnada y vacilante de propuestas. Así ha sido la campaña de las elecciones del 4 de mayo a la Comunidad de Madrid que concluyó este domingo. Será recordada como una de las más crispadas de los últimos tiempos, y el listón no estaba precisamente bajo. Las derechas han vertido tanto fango que han hecho del debate político una ciénaga irrespirable copada de insultos hasta el punto de que Ciudadanos, un partido en descomposición que a ojo de buen cubero quedará relegada a fuerza extraparlamentaria en la Asamblea, ha utilizado los vituperios en los últimos días para capitalizar el hartazgo de los madrileños.

Desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, convocara elecciones anticipadas ha comandado las encuestas y todos los sondeos barruntan una victoria holgada. No obstante, el desembarco como candidato del exvicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, supuso un impulso tal que los populares comenzaron a preocuparse y Vox ya coquetea con el fraude electoral. Máxime con los golpes de efecto de PSOE, la formación morada y Más Madrid, que han concretado una campaña de sobresaliente mientras las derechas sembraban odio cuando no protagonizaban naderías.

La campaña de las amenazas de muerte

Los últimos 10 días de campaña electoral han estado marcados por las amenazas de muerte recibidas por varios políticos como resultado de un debate bronco cuando menos. El discurso del odio vertido por Vox y PP desde hace tiempo contra “el Gobierno ilegítimo, ilegal y socialcomunista” de Sánchez e Iglesias ha configurado un peligrodo campo de cultivo para que algunos consideren tomarse la justicia por su mano. Así las cosas, han trascendido hasta siete amenazas de muerte a seis políticos. El ministro de Interior. Fernando Grande-Marlaska; María Gámez, directora de la Guardia Civil; y Pablo Iglesias recibieron una carta con tres balas CEMET cada uno. Éste último, recibió otra misiva días más tarde. La ministra de Industria, Turismo y Comercio, María Reyes Maroto, recibió una navaja ensangrentada que resultó ser remitida por un hombre que sufría esquizofrenia; el expresidente del Gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, dos cartuchos de 38mm y Ayuso dos proyectiles.

El cariz ya estaba viciado antes incluso de estos condenables hechos. Y subrayo condenables, pues no cabe titubeo posible ante amenazas de este calibre. Pero las hubo. Vaya si las hubo.

Rocío Monasterio da alas a la izquierda

Ángel Gabilondo, Mónica García y Pablo Iglesias llegaron al debate de la Cadena SER con tendencia positiva, tal y como revelaban las encuestas. Desde que Más Madrid rehusara el ofrecimiento de los morados a concurrir conjuntamente se decretó una campaña de no agresión. Cada una de las formaciones de izquierdas quedaría encargada de movilizar e ilusionar a los suyos sin codazos. Y según el CIS, lo estaban consiguiendo, pues los niveles de participación superaban las previsiones y se superó el 80% de personas que “con toda seguridad” irían a votar.

Aquel viernes 23 de abril estaban citados todos los candidatos en la mesa de debate de la SER. Acudieron todos a excepción de Ayuso, que con una mejorable intervención en un debate tuvo suficiente. Pero poco duró. Iglesias se levantó de su asiento cuando Rocío Monasterio se negó a retractarse tras cuestionar la veracidad de las amenazas recibidas por Iglesias y éste no tragó. El debate fue suspendido después de que Gabilondo y García lo solicitaron ante la certeza de que el candidato morado no volvería. Vox se apuntó el tanto como si de una medalla con honores se tratara, pero la preocupación en el PP fue creciente al creer que los votantes de izquierda reaccionarían en masa.

A base de golpes de efecto

Ayuso es la candidata de Vox. No porque lo diga Iglesias o Hana Jalloul (número dos de Gabilondo), que también, sino porque el CIS reflejaba que los votantes de Vox valoraban mejor a la presidenta regional que a su propia candidata. Los de Santiago Abascal, conscientes de ello, planificaron una agresiva campaña plagada de vituperios y polémicas que no hizo sino enlodar el tablero: mítines en Vallecas en los que el propio Abascal instó a sus feligreses a romper el cordón policial, carteles fake contra los ‘menas’, visitas a barrios como Parla, el espectáculo en el debate de la SER…

Por su parte, la campaña de Ayuso se recordará por la chapuza con Toni Cantó, quien no pudo ser incluido finalmente en las listas por haberse empadronado fuera de plazo.

El papel de Íñigo y la esperanza de la izquierda

El único partido que ha conseguido mantener una subida paulatina pero estable en los sondeos ha sido Más Madrid. Debo reconocer que cuando Iglesias anunció su candidatura temí que Mónica García quedara relegada a un rol subalterno hasta el punto de luchar por superar el umbral del 5% para poder entrar en la Asamblea. Me equivoqué, claramente. Su perfil comedido y su conocimiento de la pandemia de coronavirus disimularon su dificultar para improvisar en otros campos y mantuvo una tendencia al alza, un éxito debido también a que el líder del partido, Íñigo Errejón, se ha volcado y ha estado soberbio. Como fastuosa ha sido la introducción de matices socarrones en la última semana de campaña de Gabilondo y el desafío de Iglesias a Vox.

En suma, a juicio de este servidor, la izquierda ha trabajado una muy buena campaña para unos comicios que parecían perdidos mientras la derecha se revolcaba en su propio odio. Queda ver si surte efecto.