El Senado se ha erguido este martes, nuevamente, como el plató de una curiosa escena. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acudía para explicar las medidas anticrisis desplegadas por el Ejecutivo. Y lo ha hecho. Declaración jurada de guerra contra la desigualdad y anuncio de subida del Salario Mínimo Interprofesional incluidas. El nuevo marco retórico que ha dibujado ha pillado a contrapié a Alberto Núñez Feijóo. Hasta aquí, todo entra dentro de la normalidad, pues el gallego no tiene por qué conocer las intenciones que aún no se le habían revelado. Lo que sí escapa a lo rutinario es que el jefe de la oposición, quien debiera examinar al presidente, ha pasado a ser el examinado. Y no ha superado la revista, ni mucho menos. Sánchez ha zarandeado a Feijóo a base de datos económicos primero, de planes contra la desigualdad segundo y, por último, con un repaso pormenorizado de su historial al frente de Génova; mientras éste no ha sido capaz de colocar ningún titular. Ni siquiera ha atinado a hincar el diente con la ley del solo sí es sí, y mira que hoy lo tenía fácil.

En la sesión de hoy tocaba hablar de economía. De hecho, algún que otro senador de otros grupos que no son ni PSOE ni PP ha lamentado que la Cámara Alta se haya convertido en una suerte de ring que acoge el pulso entre ambos. Un plató donde verter reproches de todo tipo, aunque poco o nada tuvieran que ver con la cuestión que figura en el orden del día. Sánchez ha comenzado su intervención recordando que ya se han movilizado 45.000 millones de euros en seis reales decretos que han servido para contener la inflación hasta situarla en la más baja de toda la eurozona. Acto seguido, ha anunciado la subida de Salario Mínimo en un 8% hasta los 1.080 euros brutos. Primera trampa: un nuevo marco discursivo. Feijóo no tenía margen de maniobra y se ha limitado a sugerirle que lo acometa en el marco de un pacto de rentas.

La segunda trampa la ha dispuesto cargando contra el verdadero “plan oculto”. En su comparecencia de la pasada semana ante el Congreso, Sánchez ironizó con que las derechas habían comprado el conspiranóico discurso del “plan oculto” del Gobierno socialcomunista. Cuca Gamarra, portavoz parlamentaria del Grupo Popular, no pudo evitar reírse y, ante la exitosa acogida que tuvieron sus referencias, el presidente ha vuelto a percutir sobre la misma arista, aunque con un tono mucho más solemne. Eso sí, con mismo resultado. “¿Eso es una sonrisa, señor Feijóo?”, se ha preguntado Sánchez mientras clavaba su afilada e irónica mirada y su mano descansaba en su bolsillo (gesto del que hablaremos a continuación, que bien lo merece). El jefe del Ejecutivo ha señalado que ese “plan antipatriótico no existe”, “lo que sí existe es un plan para socavar el Estado de bienestar diseñado por ciertas élites económicas con el objetivo de obtener beneficio y ejecutado por las derechas”. Una maniobra hilvanada para adelgazar los servicios públicos y que las clases medias tengan que pasarse a la educación, a la sanidad, al transporte y a las pensiones privadas. “El empobrecimiento de la mayoría para el enriquecimiento de la minoría”, ha aquejado, justificando que, evidentemente, “este plan no se presenta así, sino que se enmascara con el disfraz de la bajada de impuestos”.

Tal ha sido el desacierto de Feijóo que se ha animado a hacer chistes con el punto fuerte de Sánchez: su perfil internacional

Sánchez goza de tiempo ilimitado, pero Feijóo lo tiene tasado. Y he aquí su error. Se ha entretenido tanto en reprochar al presidente que no respeta a las comunidades autónomas que ha consumido buena parte de su tiempo. Hoy era el día en que todos esperábamos una ofensiva sin precedentes por la ley del solo sí es sí. Para sorpresa de muchos, no ha hincado el diente como se preveía. Podría haber hecho más de un leño del árbol caído por el pulso que mantiene el ala socialista con los morados sobre si modificarla y cómo. Sin embargo, se ha limitado a urgir a una rectificación inmediata porque “un gobierno puede equivocarse, es de humanos”, pero en este caso, Feijóo atribuye el error a “su falta de sensibilidad” y su inoperancia como presidente que no controla a los ministros que no son de su partido.

Los argumentos económicos tampoco han ayudado a Feijóo. Otrora, este era su principal ariete contra el Gobierno, pero a día de hoy, con España liderando el crecimiento y a la cola de la inflación de la eurozona, el popular solo se ha aventurado a utilizar un dato: España es el último país en recuperar sus niveles de PIB de prepandemia. No ha sido suficiente, sobre todo porque no ha quedado claro si ese ha sido el titular con el que acudía al Senado.

Su discurso no ha sido sólido. Únicamente se ha ganado el interés de la prensa cuando ha afirmado que Sánchez había cesado a 40 ministros. Tal ha sido su desacierto que se ha aventurado a comentar el que probablemente será el mayor músculo del presidente: su perfil internacional. “Dice que le paran en Davos, en la UE y en el mundo para preguntarle por el milagro español. Admiran sus recetas. Si el discurso fuese cierto, la UE sería la única clase en la que todos los alumnos copian al último”. Este cebo lo ha mordido motu propio. Inexplicable.

Y mientras el gallego parecía divagar, Sánchez ha ido a tiro fijo. Famosa, entre los cronistas parlamentarios, es la pose del presidente con la mano en el bolsillo. Cuando su mano encuentra acomodo en el pantalón del traje azul y descarga su peso hacia atrás, inclinándose, pero no mucho, comienza la juerga de la bancada socialista. Ha ironizado con las conspiraciones de la ultraderecha sobre que “España camina hacia una dictadura colectivista bolivariana”. También ha bromeado con que el líder de un partido que lleva cuatro años incumpliendo la Constitución por bloquear el CGPJ presente un plan de regeneración democrática y, para más inri, su propuesta estrella sea que gobierne la lista más votada, iniciativa que ni los suyos le han comprado.

Sánchez: "Con su salida de la Xunta, ha ganado Galicia, pero ha perdido España"

Al igual que en su último cara a cara, Sánchez ha cuestionado el expediente de Feijóo como líder del PP, subrayando que destaca por bloquear el CGPJ y aliarse con la extrema derecha. Buena cuenta de ello da el gobierno autonómico de Castilla y León. De pronto, Feijóo se ha encontrado frente a un presidente que le estaba examinando a él. Sánchez se había animado a hacer su diagnóstico e, incluso, a bromear quiénes serían los integrantes en caso de llegar a Moncloa. Calviño debiera dejar su puesto a Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana sustituiría a Yolanda Díaz y Jaume Matas a Teresa Ribera. Ese sería el Consejo de Ministros “honrado” de Feijóo, según Sánchez.

El debate, como estipula el reglamento, lo ha cerrado Sánchez. Feijóo ya no podía responder y el debate no le había ido bien. Pero Sánchez, lejos de dejar pasar el tiempo y apuntarse los tres puntos de la victoria, ha optado por seguir atacando y aumentar el marcador. Mano en el bolsillo, otra vez, y otra vez, el chiste sobre que a Feijóo no le nombraron presidente de Correos por su dilatada experiencia como cartero. Un par de referencias a Galicia y un broche que ha firmado su sepelio: “Con su salida de la Xunta, ha ganado Galicia, pero ha perdido España”.