Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre tienen una cosa en común: a ambos les ha derribado del poder la corrupción. La Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre ha sido, junto a la Comunidad Valenciana de Francisco Camps, el epicentro de la mayor parte de los casos de corrupción que aún tienen atenazado al Partido Popular en los tribunales de justicia. Y aunque la expresidenta nunca ha admitido saber nada -hasta ha llegado a presumir de destapar ella misma los casos de corrupción-, terminó teniendo que dimitir, al admitir responsabilidad in vigilando en las múltiples tramas corruptas. Sin embargo, Aguirre no perdona y aún tiene cuentas pendientes con sus compañeros de partido, con los que no cree que le han traicionado y con los que ha estado siempre enfrentada. 

Aguirre ha dado un paso adelante para pedir el voto por Pablo Casado. Y no tanto porque el giro a la derecha que Casado reivindica le guste, sino porque la victoria de Casado le permite vengarse de aquellos a quienes siempre ha visto como enemigos o traidores. No hace mucho que han salido a la luz mensajes de un grupo de WhatsApp creado por un imputado de Púnica y cercano colaborador de Aguirre. En dicho grupo, la expresidenta expresaba el nada bienintencionado deseo de Sáenz de Santamaría perdiera las primarias para que Javier Arenas se quedase "sin coche oficial, conductor y escolta". Y es que la exdirigente del PP no le perdona al andaluz que no se posicionase junto a ella para derribar a Rajoy en el Congreso de Valencia que el PP celebró en 2008. Fue el momento de más debilidad interna de Mariano Rajoy y que Aguirre quiso aprovechar para disputarle el liderazgo del partido. La alianza de entonces entre Francisco Camps y Javier Arenas sumó los votos para anular a los compromisarios madrileños de Aguirre, que no llegó a dar el paso. 

Pero no menos ganas de venganza tiene contra Soraya Sáenz de Santamaría. La entonces vicepresidenta creyó más en dejar que policía y jueces acabasen con la corrupción (y con sus adversarios "pata negra" en el partido), que en tratar de tapar los casos o interferir en los procesos judiciales, como se dice que hacía Federico Trillo en los mejores tiempos de Aznar. Para Aguirre, Sáenz de Santamaría no sólo es culpable de dejar que los casos de corrupción contra su gobierno y su liderazgo del PP se acumulasen en los tribunales, sino que además le culpa de hacerlos público mediante filtraciones a los medios de comunicación. Filtraciones que no parecieron importarle tanto cuando se filtró el vídeo de Cristina Cifuentes (también rival de Aguirre) sustrayendo cosméticos de un supermercado en Vallecas. 

La elección de mañana supondría para Esperanza Aguirre el poder arrastrar consigo a sus rivales, fuera de la primera línea política y una oportunidad de recuperar la relevancia que no cree merecer haber perdido.