El viaje de Isabel Díaz Ayuso por Estados Unidos toca a su fin y ahora ya solo queda saber si su regreso, coladero de Barajas mediante, supone un problema o un alivio para Pablo Casado y su Convención ambulante. En principio, sin la fascinación que producen los paisajes americanos, Ayuso debería perder un poco de foco y dejar a Casado algo de protagonismo, pero ya se sabe que siempre es susceptible de empeorar lo que va mal, y la gira del PP va de mal en peor.

En principio, podría pensarse que el viaje de Isabel Díaz Ayuso ha sido un fracaso. Desde luego, en la maleta, al margen de algún souvenir de I Love NY, la presidenta se ha traído un par de conclusiones: que en Estados Unidos no hablan de Madrid y que hay que bajar más los impuestos.  Lo primero, acostumbrada a que la lluvia en Madrid no sea una maravilla, pero sí Trending Topic, habrá sido un chasco. Lo segundo, es un dogma para su pensamiento neocon y una conclusión preconcebida a la que también habría llegado de viajar al Polo Norte.

En términos políticos, se ha reunido con dirigentes políticos de tercera regional y la entidad con más poder que ha recibido a la presidenta madrileña ha sido Global Americans, una organización vinculada con los resortes más oscuros que interfieren en elecciones en América Latina al estilo de la CIA de los años 60. Y su traca final, su acto en el Capitolio, ha quedado en una charla de 10 minutos, con cinco congresistas -algunos en videollamada-, en una oficina anexa al histórico edificio. Y encima le han echado la bronca por sus palabras racistas contra “el indigenismo”.

En términos mediáticos, el viaje tampoco ha salido a cuenta. No es lo mismo encontrarte con el señor Bloomberg a que te entreviste Bloomberg, al igual que tomar un café con los del Wall Street Journal (por mucho Sorolla que decore la sala) no vale de mucho si el periódico referente en el mundo bursátil no te saca ni en la sección de sudokus. Donde sí ha tenido barra libre Ayuso es en los medios españoles, pero la idea era hablar a los yankis de las bondades de la libertad que disfrutamos en el madrileñan dream, que para darnos la chapa a los oriundos ya se ha quedado Toni Cantó haciendo guardia al frente del chiringuito.

Otra cosa bien diferente es que el objetivo fuera boicotear la Convención de Casado, sin saber que para eso se bastaba y sobraba el PP solito. En Génova llevan tiempo presumiendo de que este evento se llevaba gestando desde hace meses y, hasta para justificar el gazapo de traer a Sarkozy horas antes de que le condenasen por corrupción, usan la excusa de que se le había invitado ya en marzo. Por eso choca que la agenda internacional de Ayuso colisionase con la Convención, sobre todo porque su viaje se anunció 10 días después de que la fecha de la Convención fuese pública. Y, estando el ingenio de Miguel Ángel Rodríguez entre bambalinas, cuesta creer en las coincidencias y la mala suerte.

Pero imaginemos que fuera cierto, que todo era una estrategia para desgastar a Casado durante su momento estelar. Pues nos podíamos haber ahorrado los billetes en clase business, porque los medios hace tiempo que nos hemos rendido al encanto de Ayuso y hasta un estornudo en una feria de ganado en Horcajuelo de la Sierra es portada a cinco columnas. Otra cosa es que la presidenta parezca más líder con grandes monumentos detrás. Pero eso se puede arreglar con un chroma verde o posando en el Parque Europa de Torrejón de Ardoz. Ambas ideas se solventan con un presupuesto de menos de 50 euros, que es lo que le quedará para el próximo viaje internacional con la cantinela de bajar impuestos.