Solo unos minutos ha durado la petición de juego limpio pronunciada por Meritxell Batet en la escalinata del Congreso de los Diputados, frente a los leones de Ponciano Ponzano. Acabado un discurso que ha sido una oda al espíritu de la Constitución, la memoria de los mayores y el respeto perdido en un momento de máxima polarización, los diputados e invitados presentes al acto de homenaje a la Carta Magna se han adentrado en el Salón de los Pasos Perdidos para disfrutar de un ágape en el que han circulado toda serie de manjares para gustos variados: bandejas con gambas, croquetas de alcachofa y jamón paseaban entre una marabunta de gente que facilitaba su digestión con vino tinto, blanco, sangría y cerveza. Creado el espacio propicio de estas fechas, marcadas por las copas de navidad y la cercanía de las celebraciones familiares, empezaban los primeros disparos: "Edmundo Bal se ha equivocado. Hemos hablado con todos los cuadros del partido y la sensación es la misma. Dará un paso atrás porque cada vez está siendo visto como una persona menos confiable, más alejada de los problemas reales”, explicaba el núcleo duro de Inés Arrimadas.

Imagen contrapuesta a la que demostrada el propio Bal minutos antes de que empezase el discurso de Batet. En actitud risueña, e incluso acompañado de algún que otro peso pesado de la formación que ironizaba con haber firmado su "muerte política", el portavoz naranja lanzaba un reto en forma de imagen que era muy comentado en los círculos que allí se congregaban y observaban desde la elucubración típica del espectador. “Es tarde. Ahora no puedo llegar como líder liderísima pidiendo unidad”, explicaban poco después personas de su entorno.

Esta era la guerra de mayores dimensiones que se libraba en un salón en el que cada uno de ellos se refugiaba en su sector cercano. Ciudadanos, en pleno proceso de refundación, se vislumbra a sí mismo como un partido a la deriva el día de la Constitución. Los constitucionalistas en una guerra fratricida el día de conmemoración a su propia autodefinición. “Quien le está asesorando no le quiere mucho”, dice alguien conocedor del estado de las negociaciones en referencia a Edmundo Bal. Queda guerra por delante. En privado, espadas en alto. En público, llamamiento a la unidad: “Es hora de coger más el teléfono y menos los micros”, pedía Arrimadas frente a las cámaras del Congreso.

No era la única batalla que se libraba en el interior de la Cámara Baja, en el Salón de los Pasos Perdidos, otrora destinado a conferencias y hoy sede habitual de los periodistas que cubren la actualidad parlamentaria. Fuentes del Gobierno relataban el momento de las negociaciones en varios frentes: la ley del sólo sí es sí es susceptible de ser modificada (“esperemos a que haya más sentencias”); la ley de malversación avanza, el PSOE presentará enmiendas y no se hará ningún retoque en materia de corrupción política -Griñán no será beneficiado por la nueva normativa-; hay confianza en desbloquear los órganos judiciales antes de que acabe la legislatura y la guerra que se vive a la izquierda del PSOE, en ojos de alguien cercano al propio Pedro Sánchez, “no beneficia”: “Tenemos al PP y a Vox a la vuelta de la esquina. Esta estrategia -en referencia a las presiones de Pablo Iglesias- rompen con el relato de unidad, de un país a la cola de la inflación, que reduce el paro y que consigue avances sociales”.

Pese a todo, y sabedores de que el momento interno de la izquierda alterará completamente la voluntad de los electores, estas mismas fuentes se muestran seguras de dar la batalla y revalidar el cargo en 2023: "Lo que se está demostrando es que el PP no tiene un proyecto de país”, aseguran. “En contraposición, este Gobierno ha demostrado que no se arruga frente a los problemas y que pese a tener un contexto volátil y difícil, marcado por la pandemia y por la guerra, lucha por proteger a los más vulnerables”, sentencian.

Dudas a la derecha y a la izquierda del PSOE

Menos comprometidos con la renovación de los órganos constitucionales caducados se muestran en el PP. En rueda de prensa, la propia Ayuso, que tenía su propio stand en la esquina de la calle Cedaceros, advertía a Feijóo de que no podía tener mano blanda con un Pedro Sánchez del que, dice, desconfía porque está renegociando los términos de nuestra democracia para dejar la Constitución en papel mojado. En el PP nacional son menos duros en el tono, pero igual de directos: “No había acuerdo por el CGPJ, es mentira. Estábamos negociando una ley para asegurar que el Poder Judicial fuese independiente. Apenas teníamos un párrafo redactado y el PSOE mostraba continuamente su rechazo. Son excusas de un partido que ha permitido que Gabriel Rufián sea el mayor penalista del reino de España”.

Por el contrario, fuentes del entorno de Yolanda Díaz explican que no es momento de elucubraciones sobre el calendario electoral: “La gente está preocupada porque le solucionemos los problemas, no por candidatos”. Sobre las encuestas aparecidas que demuestran que la izquierda tendría problemas en caso de desunión, estas mismas voces aseguran que “Sumar aún no es una opción electoral”. “Nos vamos a dejar la piel por nuestro país”, prometen.