Inés Arrimadas afronta este lunes la reunión de la Ejecutiva de Ciudadanos más complicada en el año que lleva al frente del partido. La crisis desatada a raíz de los tres tránsfugas murcianos pone a la líder naranja entre la espada y la pared, quien también intenta esquivar las balas de quien fuera un amigo en el pasado, Albert Rivera.

El que fuera líder del partido hasta la debacle de noviembre es uno de los nombres que está zarandeando el árbol naranja con la pretensión de dejarlo sin frutos. La estrategia de Arrimadas de retomar la posición de bisagra y abrirse a Pedro Sánchez no es del agrado de Rivera, quien no ha escondido su descontento ante esta deriva.

El expresidente de Ciudadanos dejó claro que en su despedida que no sería un jarrón chino, pero sus palabras se las llevó el viento. Rivera no sólo ha cargado públicamente contra Arrimadas, sino que ha tomado un papel protagonista en la operación de refundación del centro derecha del Partido Popular.

Albert Rivera, según revela La Razón, interviene en la sombra para seducir a altos cargos del partido que fundó en 2006 para que abandonen un barco que se hunde para sumarse al proyecto del Partido Popular. El acercamiento del exlíder de Ciudadanos a Génova se consumó tras la contratación del bufete de éste para recurrir la Ley Celáa.

Desde entonces, Rivera se ha movido entre las sombras para desmantelar a su ‘bebé’ y liquidar a la que se presuponía como su aprendiz. El primer paso se ha dado este mismo fin de semana, con la salida de Fran Hervías, ex secretario de Organización riverista, para fichar por el PP. Un cambio de chaqueta que hizo efectivo tras el fracaso de la moción de censura en Murcia. De hecho, según El Español, fue el propio Hervías el que vendió a los suyos Teodoro García Egea.

En estado de excepción

Desde el 10 de noviembre, la situación en Alcalá 253 es de estado de alarma. La debacle en las elecciones puso al partido en una posición de debilidad difícil de revertir para el sucesor o sucesora de Albert Rivera. Tras las primarias, Arrimadas asumió la capitanía de la nave liberal con el propósito de remendar una tela que se resquebrajaba con mirarla.

Durante unos meses consiguió estabilizar a la maltrecha formación, mejorando los mermados resultados actuales en las encuestas, pero el final de este camino por el desierto apenas se divisaba en el horizonte. Las elecciones del 14 de febrero, tras una campaña desastrosa, tampoco ayudaron a la líder de los liberales, quien impulsó un nuevo cambio de estrategia que desembocaría en una moción de censura en Murcia que desataría un seísmo en la política nacional.

Ahora, Arrimadas se enfrenta a una Ejecutiva dividida y con ánimo de ver cabezas rodando por el suelo. Una de ellas será presumiblemente, la del hombre de confianza de la presidenta, Carlos Cuadrado, quien ha abanderado el retorno hacia el centro perdido en los últimos coletazos del riverismo.

Según La Razón, desde el entorno de la presidenta de Ciudadanos defienden que “no está en sus planes dimitir” porque “el liderazgo de Inés no está en dudas”. La salida de Arrimadas pasa por reivindicar su figura con un discurso que ponga a Ciudadanos como elemento estabilizador en época pandémica y la “corrupción de una vacunación en Murcia indecente”.

Para salvar su cabeza, Arrimadas deberá apuntar hacia el PP y volar los puentes que una vez edificó Albert Rivera. “El PP quiere terminar con nuestra opción política surgida de la regeneración y nuestro discurso sigue siendo válido”, apuntan desde el entorno de la presidenta, quienes, pese a todo, reconocen que están “al borde del abismo” y que el futuro se vislumbra “oscuro” debido a la palpable división del partido.