Pablo Casado, presidente del Partido Popular, escenificó este jueves en el Congreso una ruptura con Santiago Abascal a cuento de la moción de censura que el ultraderechista líder de Vox había presentado contra el presidente del Gobierno. Como en los mejores divorcios, Casado y Abascal se tiraron los trastos a la cabeza: el del PP acusó a Abascal de haber vivido 15 años a costa del partido y Abascal le recordó a Casado que su formación gobierna gracias a su apoyo en Madrid, Murcia y Andalucía.

Casado vino a decir que la censura era un paripé que beneficiaba a Sánchez y Abascal le replicó que estuviera tranquilo que seguiría colaborando en bien de sus votantes para que esas importantes plazas no cambiaran de signo ideológico​.

Fue como la pelea de un matrimonio con mucho vivido y mucho silenciado; una representación algo tópica que en algún momento se les fue de la mano porque a Abascal se le notó algo dolido, dentro de lo que puede sufrir un tipo acostumbrado a vivir de estos rifirrafes sin otro oficio conocido. Y vivir bien, pues se ha sabido que el ultraderechista ha adquirido un chalet al norte de Madrid valorado al menos en un millón de euros y sobre el que, al parecer, aún no ha informado en la preceptiva declaración de bienes que, por transparencia, debe presentar ante el Congreso.

Dicho todo esto, tras los quejidos y reproches de esta pareja de políticos de la derecha, Adriana Lastra, portavoz del PSOE, intervino aportando dos visiones fundamentales. La primera dirigida al líder de Vox al que dejó claro que se mire como se mire, “son ustedes el último aliento de una ideología fascista condenada por la historia.” Y la segunda y brillante referencia, apuntando al del PP en los siguientes términos: “Me preocupa el miedo que tiene usted a la ultraderecha señor Casado (…) Usted sin Vox no es nada ¿van a romper en Madrid, en Andalucía y en Murcia? ¿Hasta dónde les va a seguir, señor Casado? Y le instó: “¡Plante cara!”

Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. A tal punto es así que, cuando después, desde la tribuna, Pedro Sánchez tendió la mano al PP anunciando la retirada de la reforma exprés del Consejo General del Poder Judicial para retomar las conversaciones para su renovación, Casado volvió a la vieja copla de que Unidas Podemos no tuviera voz ni parte.

Pero lo más grave es que, mientras todo esto ocurría en el hemiciclo, saltaba la noticia de que el Ayuntamiento de Bailén, del PP, ha decidido retirar los nombres del mítico alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, y del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, del callejero de la localidad. Una vergüenza histórica. Obras son amores, Pablo Casado, el resto puro teatro.