En los cenáculos del poder político se contiene la respiración hasta el lunes, día en el que Junts reúne a su cúpula para discutir el futuro de sus relaciones con el Partido Socialista y, por ende, con el Gobierno de la nación. El enésimo enfado de Carles Puigdemont amaga con poner patas arriba el tablero político en un momento en el que las primeras fichas del dominó empiezan a caer – Castilla y León, Extremadura y Aragón, en duda -. Los neoconvergentes afrontan un cónclave vital no sólo desde el prisma nacional, también autonómico, con la necesidad imperiosa de redefinir su estrategia ante el acecho de la ultraderecha nacionalista, la Aliança Catalana de Silvia Orriols. En ese río revuelto quiere pescar un Partido Popular que se frota las manos frente a una oportunidad única para desbancar al Gobierno de Pedro Sánchez. En Génova ya preparan el ramo de la reconciliación para enviarlo a Waterloo y cambiar de raíz la tendencia en la Carrera de San Jerónimo y quién sabe si en el país. No obstante, escenifican cierto escepticismo y mandan la pelota al tejado de los juntaires: “Si quieren cambio, que dejen de apoyar a un PSOE rodeado de corrupción”.

En el cuartel general del PP encajan con cierta armonía la estridencia del golpe de Puigdemont. Un enemigo histórico con el que esperan enterrar el hacha de guerra. Los siete diputados juntaires son claves en estos dos años que quedan de legislatura. En Génova y en Ferraz lo saben desde el inicio de un cuatrienio con una aritmética infernal. De ahí que se interprete como un gesto de reconciliación el pacto que Sánchez cerró este viernes con el canciller alemán, Friedrich Merz, para dar un impulso a la reivindicación de Junts – y el resto de nacionalistas periféricos – de oficializar el catalán, gallego y vasco como lenguas oficiales en Bruselas. Un guiño que quién sabe si será suficiente para sofocar el fuego en Waterloo, avivado al mismo tiempo con cantos de sirena desde el sector conservador, pero que en Moncloa definen como un “paso importante” para consolidar su demanda.

A dos velocidades

Los conservadores observan, por el momento, dejando alguna que otra píldora por el camino. Se dejan querer, sabedores de que firmar la paz con Puigdemont – a quién se han referido desde hace casi una década como “prófugo” – es capital para provocar o bien un adelanto electoral o bien amasar una moción de censura. Vías que, por otro lado, en Génova se han explorado con absoluta cautela para no levantar la liebre y enardecer al sector del partido que no quiere ni oír la posibilidad de pactar con el expresident. Sobre todo cuando la herida con el PNV sigue abierta y supurando. En ese escenario, los juntaires son la última esperanza de Feijóo para dinamitar la tercera legislatura de Sánchez.

Por este motivo, en sus apariciones públicas, miembros de la Dirección Nacional encapsulan en una llamada a la responsabilidad sus acercamientos a los de Puigdemont. El vicesecretario de Hacienda, Vivienda e Infraestructuras del PP, Juan Bravo, lo ha llevado a la práctica este mismo sábado ante los micrófonos del programa Parlamento, de Radio Nacional de España (RNE). Interrogado por las amenazas de Miriam Nogueras al Gobierno de quitarle su apoyo en la última sesión de control, el portavoz conservador recogió el guante pero redimensionó la onda de sus mensaje al conjunto del bloque de la investidura. Así, cataloga como “sorprendente” que Sumar, Podemos, PNV, ERC y los propios soberanistas mantengan su apoyo al Gobierno de Sánchez “con toda la corrupción que rodea al PSOE”, máxime – añade – con todas las grabaciones e informes que están saliendo a la esfera pública sobre el caso Koldo. “No son opiniones”, matizaba.

Por ello, recubriendo su lisonja con un tono de escepticismo, Bravo mando un consejo claro y conciso a Waterloo: “Dejen de apoyar al PSOE”. Un paso clave para que, como relataba el vicesecretario económico del PP, contribuyan a devolver la voz al conjunto de los españoles, “que sí que quieren un cambio”, con la convocatoria de elecciones generales. En cualquier caso, prefiere no mojarse sobre si las señales de Junts indican una posición aperturista a una eventual moción de censura. Cree que hay “tantos intereses cruzados” que es “complicado saberlo”. “Sólo ellos sabrán por qué lo están haciendo”, continuaba el dirigente conservador, mientras recordaba que las iniciativas económicas conservadoras han contado con el respaldo de los diputados independentistas. No obstante, “siendo justos”, también ha ocurrido en “algunas veces” con el PNV y otras, las menos, con ERC.

Pero en Génova prefieren curarse en salud y en privado comentan que no es la primera vez que Junts juega el papel de víctima en una negociación oculta con el PSOE. Por eso, según relata Público aludiendo a fuentes del propio PP, argumentan que si tan convencidos están de romper con el PSOE, sólo tienen que llamar. De esta manera, dejan claro que la puerta está abierta para negociar, aunque muy probablemente el camino conduzca a Waterloo, donde el PP ya advirtió el pasado mes de julio que no acudiría.

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