Podemos culminó el sábado su rearme ideológico y orgánico, a pesar de que al frente del partido continúan las mismas caras que estos últimos cuatro años. Salvo la novedad de la elección de Irene Montero como candidata morada para las próximas generales. Declaración de intenciones del partido que otrora aspiró a gobernar España y que más de diez años después pelea por un hueco en el Grupo Mixto con aspiraciones a laminar al espectro de Sumar. Su cónclave fue un mensaje claro: no pasarán otra vez por el aro de la unificación de la izquierda a la izquierda del PSOE, señalando a los magentas como “cómplices” de un partido de guerra como es el socialista. Marcando distancias para un nuevo rumbo, que asombra a más de uno que abandonó la fe hace tiempo. ElPlural.com ha hablado con miembros que en su día configuraron la guardia pretoriana de Iglesias y también de Belarra, lamentando la deriva de una formación que ha pasado hacer soñar a la clase trabajadora a alimentar su ego con “tabernas y tertulias en RTVE”.

“Podemos resurgirá”. Esa fue una de las proclamas que se escucharon en el cónclave morado este pasado fin de semana. Un acto que arrancó el viernes y concluyó el sábado, en el que se reeditó el libro de estilo del partido para una legislatura que, a priori, morirá en 2027. No hubo un mensaje en pos de la reconstrucción de la izquierda a la izquierda del Partido Socialista. Ni mucho menos. Fue una metáfora del estado del partido en 2025. Casi dos décadas después de prometer a una ciudadanía atormentada por los tijeretazos de Bruselas con la complicidad de Mariano Rajoy, aquella revolución de los indignados a tientas sobrevive entre la sobreactuación parlamentaria, la venganza e incluso el “interés propio”.

Belarra y Montero, tuteladas por Pablo Iglesias, escenificaron en la Casa de Campo de Madrid la ruptura irreconciliable con sus otrora socios de Sumar. Convencidos de desmoronar el espacio plurinacional de los magentas, a base de cantos de sirena a Izquierda Unida, Podemos encara dos años clave para su supervivencia en un ecosistema de mayorías endiabladas, donde la izquierda ha perdido un peso específico. Buena parte de ello se explica por la fragmentación a la siniestra del Partido Socialista, que se acentuará más en un bienio donde el renovado tándem morado dirigido desde la Taberna Garibaldi quiere presentar a la coalición como un “Gobierno de la Guerra”. Bebiendo del ‘no a la guerra’ de principios de siglo y poniendo el foco en la “inacción” de los magentas, Podemos quiere ser alternativa al “régimen bélico” y “reequilibrar el tablero”.

Garibaldi, centro de operaciones

Hay voces que conformaron la ecosistema Podemos que, sin embargo, hacen una enmienda a la totalidad a la deriva que la formación adquirió desde las elecciones generales de 2023. Justo en un momento en el que la izquierda “daba por perdidas” las opciones de reeditar un Gobierno de coalición, cambiando esta vez el morado por el magenta. Esta corriente, silenciada en tiempos por contrariar los designios de la dirección, cree que el partido hace tiempo que tiró la llave de la reunificación del espacio y reeditar el ejecutivo progresista. Sus intereses, relatan, son más espurios y entienden que su estrategia pasa por favorecer “un gobierno de derechas”.

De hecho, estas voces apuntan a Canal Red como la herramienta necesaria para alcanzar ese fin. Máxime cuando el partido se ha arrinconado a sí mismo contra una esquina del tablero, abandonando por “completo la transversalidad” que le llevó incluso a rozar el sorpasso a un desgastado PSOE. “Es evidente que han renunciado por completo a la tesis de llegar a cada vez más gente para ganar un país y hablar de mayorías”, profundizan estas mismas fuentes afines antaño a la cúpula morada. A su modo de ver, Podemos asumió ya cuál es su techo y cuál su suelo. Sobre todo cuando dieron portazo a todas las “voces discordantes o medianamente críticas”.

Un partido endogámico

En este sentido, describen el partido como una “empresa familiar” que está pilotada por “unas pocas personas” que, para más inri, “son parejas entre ellos”. Ello les permite relacionar directamente el futuro de la fuerza morada con Canal Red, porque es un proyecto entre empresas, un medio de comunicación y un partido político que “se retroalimentan entre ellos”. Ello implica que contar con representación parlamentaria se antoja el fin último para, por ejemplo, contar con un consejero en RTVE que sirva como llave para todas las tertulias de la radio y la televisión pública. “Incluso se permite que quien ha sido su máximo exponente [Pablo Iglesias], pueda pedir a la militancia que financie sus propios proyectos empresariales que no son del partido, sino de su propiedad”, resumen.

Se ha construido un “modelo de partido de nicho” que no requiere necesariamente de la participación de su militancia en el día a día. Tampoco de “demasiados votos”. En este sentido, el proyecto de Podemos ya no rima en consonante con las demandas del país que quedó patente en las generales de 2023, promoviendo “una huelga de brazos caídos encubierta para no hacer campaña”. De tal modo, circunscriben su radio de acción al nicho crítico por la izquierda a la coalición porque, además, “saben que la mayoría parlamentaria es de derechas” y muchas iniciativas –como se está viendo- mueren entre las negativas de Junts, por mucho que desde Moncloa den por engrasadas las relaciones con los neoconvergentes.

En resumen, “aprovechan” que no existe esa mayoría de izquierdas en el Congreso para atacar al Ejecutivo. Especialmente a Yolanda Díaz, a la que “llevan años insultando gravemente”. También al resto de partidos que conforman el paraguas de Sumar, sabedores de que es el “Talón de Aquiles” de la Administración de Pedro Sánchez. Sus aspiraciones pasan por dejar caer ese espacio “para recomponerlo desde las cenizas”. “Es uno de los sueños de Iglesias”, comenta un ex alto cargo del partido, aunque da por amortizados los liderazgos tanto del ideólogo de Podemos como el de Belarra y Montero. “Están bastante agotados”, resume.

Sumar y el PSOE

En toda relación, la responsabilidad no sólo recae sobre una de las partes. Los magentas, el otro contrapeso implicado, también tienen su parte alícuota de culpa. Al menos así lo creen estas mismas fuentes, que sugieren a los de Díaz reducir la mano tendida porque puede resultar “contraproducente” para el espacio. Aluden directamente a Izquierda Unida y Más Madrid, que dejan la puerta abierta a la confluencia y a la reconstrucción integral del espacio, contando con el motor Podemos, pero estas voces consideran que es “un error” persistir en la retórica porque “les concedes alas para desgastarte”. Al margen de la gestión de “expectativas” a un electorado hastiado del belicismo constante.

“Yo abandonaría ese debate y me dedicaría a hacer política real para la gente, porque al final no deja de hablarse todo el día de guerras internas de izquierdas y desgaste. Tener a los militantes enfrentados no sé hasta qué punto es positivo”, reflexiona otra voz próxima a la antigua cúpula, decepcionada con el rumbo. En este sentido, coinciden en que Sumar también debería reconfigurar su posición con respecto al PSOE. “Deben centrarse en Sánchez y no tanto en Podemos”, comentan, en alusión a que el desangre de votos de los magentas no se explica tanto con la expansión morada, sino con el trasvase de votos a los socialistas. Es decir, aboga por construir un “horizonte y unos incentivos” que retengan a su gente bajo el paraguas de Sumar. Un hito que se consigue con actuaciones como, por ejemplo, plantar cara a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por la tributación del SMI.

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