Beatriz TalegónJuzgar la parte por el todo ha sido siempre un arma arrojadiza útil para el simplismo y la demagogia. Crear una identidad como frente común para ataques es la estrategia maniqueísta: o todos buenos, o todos malos. Es la vieja estrategia del “divide y vencerás”. Y la cuestión actual se plantea en la división entre ciudadanos y quienes les gobiernan. En este plano potenciar la división y pensar en quienes pudieran resultar vencedores resulta, cuanto menos, alarmante.

Con este tipo de actitudes se llega a reducciones simplistas y de manera directa se cae en el absurdo. Naciones enfrentadas, regiones enfrentadas, partidos enfrentados, y ahora, ciudadanía contra política.

Oponerse en base a la diferencia sin entrar de manera argumentativa en las razones que traten de justificar la valoración más óptima de una opción esconde siempre una falta de contenido que debería hacernos, cuanto menos, sospechar de antemano. Ya se sabe que generalizar no es bueno, pues se tiende a cometer injustos errores.

Cuanto más conocimiento se tiene sobre una determinada cuestión, más prudentes se tornan –o deberían tornarse- las valoraciones. Efectivamente puede haber y hay rasgos que identifiquen a colectivos, pero la presunción sobre cuestiones negativas en la mayoría de los casos es del todo incorrecta.

El reconocido actor Emilio Gutiérrez Caba hablaba estos días de la peligrosidad de referirse a los políticos como si todos fueran iguales. También Ramón Cotarelo, en Palinuro, ha reflexionado al respecto. El riesgo de terminar sometidos a actitudes fascistas es evidente. Muchos políticos lo decimos, pero a nosotros, como se nos juzga por ser parte de lo criticado, no se nos presta atención.

En cualquier caso, seguiremos defendiendo y reivindicando la elección que tomamos, la de defender la política como herramienta para la transformación social. La política al servicio de los ciudadanos, la que respeta la pluralidad argumentativa siempre y cuando sea democráticamente desarrollada. La política de la transparencia, la honestidad y la coherencia.

Contextualizar y centrarse en los hechos más que en las presunciones es garantía de seguridad. Adquirir la capacidad de analizar con visión casi objetiva la manera de llegar a entender que a pesar de las dificultades, siempre hay una vía para tomar un camino constructivo.

No sirve aceptar todo o rechazarlo por venir de quien viene. Hasta el oponente tiene buenas ideas y uno mismo tiene el derecho de equivocarse. La política se desarrolla en el fondo y en las formas, no admitiendo un fin que justifique los medios. Porque el proceso, cuando la soberanía es y ha de ser del pueblo, es fundamental en la toma de decisiones.

Estamos de acuerdo en que hay que encontrar puntos de encuentro para poder avanzar. Es algo evidente. Ahora bien, la manera de alcanzar el acuerdo en un sistema democrático pasa por someter las decisiones a consulta previa para que efectivamente los acuerdos tengan validez y consistencia.

En definitiva, un pacto con el Gobierno, si atiende al interés general de la ciudadanía, es positivo y necesario. Pero en democracia las formas son tan importantes como el resultado final. Y si lo que se quiere y se pretende es un pacto de unidad para que España se presente unida ante los poderes fácticos europeos el proceso bien podría haber empezado contando con todos quienes tienen en común la importancia de dar respuesta efectiva a una ciudadanía que se sabe desgobernada. De esta manera habría quedado representada la situación real de España: todos los que se preocupan por el bienestar de la ciudadanía y sus derechos tendiendo la mano a un gobierno que ha de trabajar por y para ellos.

Y puestos a plantear la política del pacto, sería importante proponer al Gobierno Popular pactos para luchar contra la corrupción, pactos para la defensa de los derechos de las mujeres, pactos para la reforma de la ley electoral, pactos para el desarrollo de las normas de educación... En definitiva, poner las cartas sobre la mesa para que quede claro hasta qué punto el gobierno se preocupa por buscar el bien común del pueblo para el que trabaja.

Sería efectivo para que quienes nos consideran a todos los políticos iguales se dieran cuenta de que no es así.

Beatriz Talegón es secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas
@BeatrizTalegon