Otro varapalo a la línea de flotación de Vox. La fuerza ultraderechista agudiza su crisis interna tras conocerse la salida del exdiputado, cabeza de lista por Cádiz y exmilitar, Agustín Rosety.
El exgeneral, según avanzó The Objective, se ha dado de baja del partido por fuertes discrepancias con el liderazgo de Santiago Abascal. Según explican desde su entorno, recoge EFE, "la deriva del partido, sus ataques y mentiras" habrían colmado la paciencia de uno de sus principales activos en abril de 2019. Su salida se suma al goteo de renuncias que se registran en la fuerza ultraderechista desde hace año y medio, después del batacazo en las generales del 23 de julio de 2023, en las que pasó de 52 a 33 escaños.
Se trata de uno de los tres militares que encabezaron las listas de Vox a la Cámara Baja en el año mencionado, primeros comicios en los que el partido logró entrar en la institución. Los otros dos fueron Manuel Mestre y Alberto Asarta.
Primero de lista por la ciudad andaluza, revalidó su escaño en las elecciones de noviembre de 2019, mientras que en la llamada a las urnas del 23-J le sustituye al frente de la candidatura la presidenta de la formación en la provincia y actual vocal del Comité Ejecutivo Nacional, Blanca Armario.
Algunos antiguos cargos del partido ultraderechista han lamentado la baja de Rosety. Un ejemplo de ello ha sido Víctor González, quien se ha pronunciado en estos términos en redes sociales: “Me ha dicho que se ha dado de baja y cerrado su cuenta de X. Cansado de la deriva en el partido, de los ataques y de las mentiras”. “La verdad es que es triste perder a los mejores en Vox, y él era de los primeros”, ha apostillado alguien que todavía milita en Vox.
Goteo de renuncias
Esta nueva renuncia se produce menos de un mes después de que el exvicepresidente de la formación de extrema derecha en Castilla y León, Juan García-Gallardo, renunciara a la política cargando sin paliativos contra el partido.
A través de una misiva emitía unas palabras muy duras contra la dirección de Vox -que después reproduciría y aclararía en entrevistas a medios de comunicación- en las que aludía a la “ley de hierro de la oligarquía” con la que, lamentaba, intentar acabar es “una quimera” y una “acción estéril”. “El proyecto unido, pero ancho, en el que existían y cabían pluralidad de liderazgos” había cambiado, denunciaba. En detrimento de esto, “la dirección del partido ha ido ocupando cada vez más espacios”.
En esa línea, el burgalés se desmarcaba de los dos procuradores a los que se expulsó del Grupo Parlamentario en las Cortes de Castilla y León. Pese a ello, indicó que “en lo que no cabe conformismo es en la exigencia de una conducta ética a quienes integran as oligarquías que gobiernan los partidos políticos”.
Con su renuncia, Gallardo daba un paso a un lado respecto de todos los cargos que hasta ese momento ostentaba: tanto la portavocía en el Grupo de Vox en las Cortes, como el de procurador en el Parlamento autonómico y su pertenencia al Comité Ejecutivo Nacional, regresando a su “condición de afiliado raso de Vox y retomando su actividad profesional privada como abogada”.
Se refirió igualmente a las “discrepancias con las decisiones de la dirección del partido”, siendo estas las que le levaron a abandonar en una renuncia que describió como “personal e independiente”. En un tono rotundo defendió su lealtad al presidente y a su equipo más próximo, aunque sugirió que no fue recíproco.
La salida de Gallardo dio pie a que el único bastión superviviente del partido en Castilla y León se situara en la Presidencia de las Cortes, en la que sigue Carlos Pollán, pero la crisis en la extrema derecha escapa al ámbito regional, pues antes de él dimitieron han dimitido de sus cargos en los últimos años Iván Espinosa de los Monteros o Macarena Olona, entre otros.