La entrada en vigor de la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual –más conocida como Ley del ‘solo sí es sí’- ha traído consigo un aluvión de peticiones de rebaja de las penas para condenados por abusos sexuales, derivando en una cruda ofensiva del Ministerio de Igualdad con la judicatura. Precisamente desde la cartera que comanda Irene Montero han centrado el argumentario en el machismo imperante en la carrera judicial española y la escasa formación en materia de igualdad de los magistrados. Un relato que no comparten en el conjunto de la coalición. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, marcó el ritmo a los suyos desde la Cumbre del G20 en Bali: respeto al Poder Judicial y prudencia. En otras palabras, “hay que dejar trabajar a los jueces”. La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, parafraseó al jefe del Ejecutivo, marcando distancias con sus socios y, a su vez, situando a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en una encrucijada de difícil salida. Guardó silencio durante estos días, hasta que este viernes ha optado por pronunciarse, asumiendo la retórica monclovita y agudizando -aún más si cabe- la fractura con el núcleo duro de Podemos.

Hasta la fecha, Yolanda Díaz había eludido la controversia desencadenada tras la entrada en vigor de la Ley del ‘solo sí es sí’. La ministra de Trabajo se mantuvo en un discreto segundo plano y ha driblado el espinoso debate de la reducción condenatoria a abusadores sexuales. Tres días de perfil bajo resquebrajados este mismo viernes, cuando, en los prolegómenos del Foro Técnico Internacional de Altos Responsables de Inspeccione de Trabajo, ha asumido los postulados del sector socialista del Ejecutivo.

La vocación del Gobierno es proteger a las víctimas” o “dejemos trabajar al Supremo” son algunas de las píldoras que ha aportado la vicepresidenta segunda del Ejecutivo al asunto. Palabras calcadas a las utilizadas por Sánchez desde Bali. Lejos de “cerrar filas” en torno a Irene Montero, como le ha solicitado este mismo viernes el portavoz parlamentario de Podemos, Pablo Echenique, ha optado por desmarcarse de los ataques morados a la judicatura.

Díaz ha remarcado la “extraordinaria importancia” del articulado de Igualdad para España, pues la vocación del mismo no es sino la de “proteger a las víctimas”. Prudencia y la pelota en el tejado del Poder Judicial, que es el que debe sentar jurisprudencia. Tal y como estipuló el jefe del Ejecutivo en sus primeras declaraciones, salpimentadas con una suerte de tirón de orejas al departamento de Montero. Del “machistas con toga”, ni rastro. No obstante, lo que sí ha requerido la ministra desde Valencia es no generar una “alarma social” innecesaria.

Iglesias saca toda la artillería

Las respuestas de Díaz, como era de esperar, no han satisfecho al núcleo duro de Podemos. Desde las altas instancias del partido morado se pidió a la vicepresidenta que se mojara y cerrara filas en torno a Montero. Echenique, vía Twitter, le recordó que la “obligación” de la formación no es otra que dar fuego de cobertura a la ministra de Igualdad, la cual, según aducen, es víctima de una cacería por parte de la judicatura, de la derecha mediática y ciertos sectores de la prensa progresista. La gallega hizo caso omiso, forzando a Podemos al contraataque.

Iglesias: "Ponerse de perfil cuando machacan a una compañera no solo es miserable y cobarde, sino políticamente estúpido"

La réplica morada no tardaría. El que fuera su predecesor en la Vicepresidencia y ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, planeó y dirigió el ataque a la que en tiempos catalogó como la “primera presidenta de la historia de España”. Una profecía que, por cierto, está por ver si se cumple o no, habida cuenta de cómo bajan las aguas en la izquierda a la izquierda del PSOE.

El otrora líder morado cargó el arma, apuntó y disparó: “La cacería de esta semana confirma tres cosas: 1) La degradación creciente de buena parte del periodismo. 2) Que la derecha judicial es un actor político. 3) Que ponerse de perfil cuando machacan a una compañera no solo es miserable y cobarde, sino políticamente estúpido”. Blanco y en botella, leche. Sal y vinagre para una herida de la que brota sangre a borbotones sin la esperanza de un torniquete que evite la necrosis.

Un déjà vu

Las desavenencias entre Díaz y el núcleo duro de Podemos no son flor de un día ni algo novedoso y sorprendente. Tampoco lo es que la vicepresidenta del Gobierno se aleje de la retórica morada para abrazar sin paliativos el relato socialista. No ha pasado ni un mes desde que se aireara la tensión con la ministra de Trabajo, aunque con un fondo diferente.

En las postrimerías del mes de octubre, Partido Popular y PSOE se enfrascaron en ese “último intento” para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Las negociaciones entre el bipartidismo transcurrían en un escenario inédito en esta última década: nada de filtraciones, declaraciones gruesas o cualquier elemento disruptor que cargara la presión sobre los fontaneros. No ocurrió nada de eso. Un grueso manto de opacidad -o de “prudencia” si se prefiere- envolvió a los equipos negociadores. Hasta que llegó el ruido.

PSOE y PP evitaban los nombres propios, mientras que Podemos se aferraba a un altisonante discurso que condicionaba cualquier tipo de acuerdo a la inclusión de Victoria Rosell en la terna para completar el órgano de gobierno de los jueces. Los morados no soltaron este hueso. Entre tanto, la vicepresidenta segunda se abonaba a la “prudencia” y a la “discreción” que tanto Moncloa como Génova exigían.  Díaz, como en esta ocasión, se plegó al discurso institucional y se desmarcó de las presiones de los morados.

Tanto es así, que incluso las pretensiones de Podemos y de Díaz ni tan siquiera sincronizaban. La vicepresidenta segunda reservaba con discreción otro nombre para el CGPJ. Su apuesta no iba a ser Vicky Rosell, que no contaba con el beneplácito de Génova, y optó por volver la mirada hacia la Universidad de Sevilla, donde Joaquín Urías imparte clases de Derecho Constitucional. Iglesias, de nuevo, avivó la pugna interna desde La Base y censuró que la izquierda “pudiera ceder a las presiones de PSOE y PP”.

Crisis total

Transcurrieron los días en un aparente estado de calma, hasta el domingo 7 de noviembre, cuando Podemos culminaba su rearme ideológico. Es decir, la Uni de Otoño. Al evento morado no asistieron, por cierto, ni Díaz ni el ministro de Consumo, Alberto Garzón, pese a haber sido invitados. Ausencias que reflejaban la evidente disonancia en la confluencia.

Iglesias se erigió como gran protagonista de la clausura. El exlíder morado constató en su discurso un sutil cambio del relato. Díaz ya no era su candidata, sino una líder de una plataforma (Sumar) con la que negociar una confluencia. Palabras que fueron refrendadas por el propio ex secretario general un día después, en El Ágora de la Cadena SER.

Ante los micrófonos amarillos de la emisora de PRISA, Iglesias instó a Díaz a que aclarase “cuanto antes” si será la candidata para las próximas elecciones generales o no. Enumeró los logros sociales alcanzados por Trabajo para recordarle a su titular que han sido posibles gracias a Podemos, amén de prometer que los morados se harán respetar en una hipotética negociación con Sumar.

Díaz, en un primer momento, eludió una réplica directa a su predecesor. Es más, se limitó a comentar que sigue “dejándose la piel” por el país y se aferró a su proyecto. Sin embargo, pasadas 72 horas, advirtió de que Sumar “no es complemento de nadie”, ensanchando las diferencias con el sector duro de Podemos.

Desde entonces, la llama interna no se ha apagado y los niveles de tensión no dejan de crecer entre Díaz y el tándem Montero-Belarra, que a la postre supone una extensión de Iglesias. La afrenta surgida a raíz de la Ley del ‘solo sí es sí’ ensancha las desavenencias entre dos espacios condenados a entenderse, máxime con el horizonte electoral aproximándose a toda velocidad.