Los recientes ataques a los centros de menores de Hortaleza en Madrid y de Monforte de Lemos en Lugo, con dos menores de edad heridos en el primer caso y con el lanzamiento de cócteles molotov en el segundo, deben ser tomados como una seria advertencia del riesgo que implican los bulos y los discursos de odio que día tras día esparce la ultraderecha con la complicidad de la derecha.

La violación a una menor en Hortaleza repugna y la justicia debe actuar, como repugnan todas las violaciones y abusos sexuales, incluidos los cometidos por algunos de los líderes de la ultraderecha, como el exlíder de Vox en Lleida, José Antonio Ortiz Cambray, condenado por la Audiencia a 14 años y 3 meses de cárcel por delitos continuados de corrupción, pornografía y abusos sexuales a personas con discapacidad, no era un menor extranjero, ni negro, era un adulto español, que cometió actos repugnantes contra personas vulnerables.

¿Eso convierte a todos los militantes de Vox en abusadores sexuales? La respuesta es clara, NO.

Aun estando en las antípodas ideológicas con la formación política ultra, a partir de un caso deleznable y por muy duro que este sea, no se me ocurriría acusar a todos los señores de Vox, en base a un caso o cuatro, de ser abusadores sexuales, de la misma forma que es aberrante que la extrema derecha intente generalizar, diciendo que todos los niños y jóvenes inmigrantes son abusadores sexuales por el simple hecho de ser extranjeros, negros o africanos, es un mensaje tan cargado de odio y delirio como de falacia.

Hacer de lo particular el todo en el derecho penal moderno, es un disparate hipérbole sin cabida en la España actual, un país en donde todos los ciudadanos estamos sometidos al imperio de la Ley, pese a ello, la ultraderecha muestra una vez más su insoportable racismo, y hace del estigma la única forma de hablar de personas extranjeras.

En un Estado de Derecho, las normas de convivencia están fijadas por leyes y son los tribunales de justicia los que se encargan de administrar justicia, la época en la que se salía a buscar herejes para ser quemados en hogueras públicas forma parte de un pasado que solo debe servir para aprender de lo que no debe ocurrir en una sociedad civilizada, moderna y europea.

Es comprensible que un suceso tan impactante como una violación despierte miedo y rabia en la sociedad. Sin embargo, no podemos permitir que el comportamiento criminal de una persona se utilice como pretexto para criminalizar a cientos de jóvenes que nada tienen que ver con ese delito. La justicia ha de ser individual, nunca colectiva.

A lo largo de la historia hay muchas lecciones de lo que pasa cuando un colectivo entero es señalado por los errores de unos pocos, parece que los señores de la ultraderecha no han aprendido, o hacen como que no se enteran, que criminalizar de forma generalizada colectivos, solo produce inseguridad, violencia, discriminación, resentimiento y venganza, justo todo por cuanto combatimos, o deberíamos combatir desde el servicio público.

Generalizar resulta terrible, pero cuando se utiliza como chivo expiatorio a niños y jóvenes menores de edad no acompañados, es decir, menores que están solos en nuestro país, se me hace intolerable, además de estéril, porque no soluciona ningún problema, por el contrario, pone en riesgo la cohesión social, alimenta prejuicios, rompe la convivencia y deja más aislados a quienes ya viven en condiciones de vulnerabilidad extrema.

Debemos recordar quiénes son estos chicos, son niños, adolescentes y jóvenes que han dejado atrás guerras, pobreza y violencia. Muchos de ellos han cruzado mares y fronteras solos, dejando atrás familias que se ven empujadas a desprenderse de algo tan sagrado como un hijo en la creencia de que con ello tendrán una oportunidad de un mejor futuro.

Para poner en contexto el nivel de crueldad de la extrema derecha cuando señala y criminaliza a estos jóvenes, conviene recordad que, en 2025 según datos oficiales de la Comunidad de Madrid, en la región están en régimen de tutela 1.028 menores de edad no acompañados, es decir, el 0,014% de la población madrileña, que a 31 de diciembre de 2024 era de 7.009.268 personas. Esto significa que los ultras de la región pretenden hacernos pensar que todos los males de Madrid y sus ciudadanos, son responsabilidad de una hebra de hierva en un campo de kilómetros. Está clara la intención de desviar la atención del verdadero foco de los problemas sembrando odio y miedo utilizando a los más débiles, a los que no tienen voz.

Pero volviendo a ellos, a los chicos, el camino que los ha traído hasta aquí está marcado por la pérdida y la supervivencia, en lugar de reforzar el rechazo hacia ellos, la sociedad y especialmente nosotros, los representantes públicos, debemos ofrecerles apoyo y oportunidades de integración, esa es la tarea del Gobierno de la Comunidad de Madrid.

Si permitimos que un caso individual defina la imagen de todos, estaremos condenando injustamente a muchachos que podrían ser nuestros propios hijos, sobrinos o vecinos. Estaremos negándoles la posibilidad de crecer en paz, de estudiar, de trabajar, de aportar a la comunidad que los acoge.

Son muchas, muchísimas más las historias de superación, integración y de éxito entre estos chicos, auténticos ejemplos de superación humana que afloran entre las casi 10.600 personas que han tenido la condición de menores de edad no acompañados desde el año 2019 en la Comunidad de Madrid, y que hoy son vecinos, amigos, parejas, padres y trabajadores que contribuyen a la riqueza y a la diversidad de esta región. A los señores de la derecha extrema y a quienes temen al desconocido, al diferente, les invito a conocer esas historias, no tengan miedo, hay gente maravillosa con acento, con la piel negra, con otra religión y nacidos en otras latitudes.

La verdadera fortaleza de una sociedad no se mide por su capacidad de señalar culpables colectivos, sino por su compromiso con la justicia, el escrupuloso respeto al Estado de Derecho y a la dignidad humana.

A los culpables, que respondan ante la justicia.

A los inocentes, que no les caiga la losa del prejuicio.

Juanjo Marcano es diputado en la Asamblea de Madrid

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