En ambos casos la respuesta respondió al esquema  surrealista en el que se camuflan los dirigentes populares: al “Diálogo de besugos”  que popularizó hace muchos años el semanario humorístico La Codorniz, desgraciadamente desaparecido.

Recordaré a los más jóvenes  que se trataba de una sección muy leída de diálogos del absurdo en el que las respuestas de uno no tenían nada que ver con las preguntas de otro.

Lo contrario de lo que exigía el catecismo Ripalda asumido por Mariano Rajoy en campaña electoral: llamar al pan, pan y al vino, vino.

“Me prestas cien pesetas” preguntaba  un interlocutor y obtenía por respuesta: “El cielo barrunta lluvia”, o “Manzanas llevo”.

Ahora comprendemos la elusión de un sí o no como Cristo nos enseña cuando los periodistas preguntaron si el Rey había llamado a la jefa del Estado argentino como había hecho en otras ocasiones con otros mandatarios. El Rey se encontraba cazando elefantes en Botswana y no estaba para estas groserías domésticas.

Cuando los periodistas preguntaron a Soraya Sáenz de Santamaría en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros si Rajoy había telefoneado a su colega cuando la decisión argentina parecía inminente respondió con el estereotipo habitual.

Ni un sí ni un no sino: “España actuará en todos los frentes para defender los intereses españoles” o algo similar. La misma respuesta obtenida de García Margallo, Soria y Floriano.

La expropiación de YPF, la joya de Repsol, es un expolio, una afrenta al derecho internacional pero responde al populismo peronista de Cristina Kirchner que obtendrá un rédito político por ello.

Y ya se ve que no tiene intención de pagar gran cosa por ello como se desprende de las alusiones acostumbradas: las malas prácticas de Repsol, los atentados al medio ambiente, la explotación colonialista de las riquezas nacionales etc.

Lamentable pero previsible. En cambio me duele constatar que nuestro presidente ha actuado con notable negligencia.

Primero permitiendo que el Rey se marchara a cazar al sur de África en estas circunstancias pues la primera obligación del monarca es responder a los intereses de España.

En segundo lugar por no intentar prevenir lo que se venía encima o reducir los daños en una conversación directa con la presidenta argentina.

En tercer lugar  dejando que la vicepresidenta y ministros lanzaran amenazas de eficacia discutible antes de la toma de decisión cuando era obvio que tales amenazas favorecían el patriotismo patatero de Cristina Kirchner.

Este episodio ha revelado un hecho que puede constatarse en otros ejemplos: la caída del peso de España en la escena internacional.

Los del PP acusaban a Zapatero de este deterioro y le reprochaban su acogotamiento ante la arrogancia del presidente venezolano.

Pero ni Hugo Chávez, con todo su castrismo a cuestas, ha sometido a Zapatero a los extremos de humillación que la Kirchner ha sometido a España en tiempos de Mariano Rajoy.

José García Abad es periodista y analista político