El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, ha salvado el primer trámite de los presupuestos catalanes para 2022 repitiendo la jugada de 2020 (cuando este era conseller de Economía), fracturando un poco más la mayoría independentista y aprovechando la total predisposición de los Comunes. La enmienda a la totalidad anunciada por la CUP, sin posibilidades de prosperar desde el primer minuto, desencadenó de todas maneras una serie de carambolas que han acabado concediendo un éxito personal de Aragonés, que resumió de forma triunfalista su estado de ánimo de la siguiente manera: ahora tenemos presupuestos y luego ya veremos.

Aragonés tiene un preacuerdo con los Comunes para seguir con la negociación (no un acuerdo cerrado, según los Comunes) y un incendio interno en la mayoría parlamentaria de la investidura y en el propio Gobierno. Sin embargo, su crédito como pragmático (“hay que hacer que las cosas sucedan”, repitió en su comparecencia) ha aumentado, al menos entre los republicanos. La firmeza en alejarse de la CUP y la confianza en que los antisistema no le abandonaran cuando retome los objetivos soberanistas es la que da sentido a su expresión del “luego ya veremos”.

De momento, la secuencia desencadenada por la CUP por su negativa a aceptar lo que han aceptado los Comunes sobre el aumento de inversión en política de vivienda (llegar a los 1.000 millones en función del aumento de los ingresos) y sobre el futuro condicionado del parque de ocio y casinos de Tarragona tiene dos ganadores claros: Aragonés y Colau. La alcaldesa de Barcelona podrá contar con el apoyo de ERC a los presupuestos municipales a pesar de la negativa inicial de los republicanos a hacerlo. Ernest Maragall aparece como uno de los grandes perdedores de este cambio de cromo; probablemente con su aceptación de ser moneda de cambio encara su declive definitivo. El trágala impuesto por Aragonés a Maragall introduce un interrogante de peso en el triple empate (ERC-Comunes-PSC) que los sondeos suelen ofrecer en la carrera por la alcaldía barcelonesa.

El otro gran perdedor de la carambola es Junts, aunque en este caso, su derrota podría ser transitoria porque el “luego ya veremos” de Aragonés podría ser más pronto que tarde. El partido de Puigdemont considera el acuerdo con los Comunes una derrota del independentismo y ha solicitado una reunión de urgencia con el presidente de la Generalitat para ver por dónde pasa el acuerdo de investidura. La crisis de confianza entre independentistas provocada por la CUP le ha explotado a Junts en primera instancia, porque a pesar del malestar, difícilmente podían impedir la tramitación de unos presupuestos elaborados por su conseller Jaume Giró. Han comulgado con la piedra de molino servida por Aragonés por culpa de la CUP, pero tienen un mes por delante para negociar realmente los presupuestos y limitar las exigencias de los Comunes. El sector puigdemontista, que ahora ha cedido ante la facción del conseller Giró, pasará entonces la factura.

Los Comunes ganan porque recuperan centralidad política, porque salvaguardan los presupuestos de Barcelona y porque hieren tal vez mortalmente a su primer adversario para las municipales. Y de paso, crean tensión (más de la que hay habitualmente) entre ERC y Junts. Por el contrario, dejan a la CUP, en Barcelona y en otros municipios, un mayor margen de maniobra a su izquierda, por aparecer ahora ellos como salvadores de un gobierno en el que está la vieja y denodada CDC.

La CUP sabe que, cómo ocurrió en 2020, Aragonés volverá a necesitar sus votos. Por si tenían alguna duda, Aragonés no les dirigió ninguna recriminación durante la ajetreada jornada, limitándose a exponer su creencia de que la mayoría independentista se mantiene con vida, quizás con respiración asistida durante unos días. “Una mayoría sólo se rompe si se rompen los objetivos de la misma”, aseguró el presidente de la Generalitat, y los objetivos son los de siempre: autodeterminación y amnistía. Tiempo tendrá ERC (“luego ya veremos”) de hacer concesiones a la CUP para cuando llegue la moción de confianza prometida por Aragonés para mitad de legislatura.

La negociación ERC-Comunes evita que el PSC tuviera que comprometer una abstención sin concesiones por parte de los republicanos. Al menos en el Parlament, porque el Congreso de los Diputados está a 600 quilómetros y es otra lógica. Los socialistas cumplieron con el guion, ofreciéndose a negociar y presentando su propia enmienda a la totalidad. ERC, sabiendo que existía una red de seguridad no reconocida, pudo mantener su inflexible resistencia a negociar en público con el PSC. En este sentido, los Comunes han permitido preservar un comodín cuya utilización (de producirse) va a tener consecuencias mucho más graves en la familia independentista que la actual crisis presupuestaria.