El ‘fantasma del Tamayazo’ cobra fuerza en el Congreso de los Diputados después de que Ana Oramas (Coalición Canaria) haya cambiado el sentido de su voto al anunciar que votará ‘no’ a Pedro Sánchez en la investidura pese a las directrices de su partido, que se posicionó en la abstención este viernes por la tarde tras una reunión de su Consejo Político: “Me han presionado para que traicione a mi gente. En su nombre le digo no, no y mil veces no. No voy a traicionar a Canarias. Su ambición de poder es inmensa. No voy a ser cómplice y voy a votar no a la investidura”, ha anunciado la diputada este lunes desde la tribuna de oradores encendiendo todas las alarmas.

Salvo cambio de última hora, y siempre que las directrices de voto planteadas hasta la fecha se mantuviesen, esta nueva negativa no afectaría a los intereses del candidato socialista. Sánchez sigue teniendo 167 votos favorables frente a 165 'noes' (164 en caso de que Oramas regrese a la disposición de su formación). Así las cosas, el candidato a presidente saldría investido el próximo martes 7 de enero en segunda votación, tal y como estaba previsto.

Sin embargo, las opciones de Sánchez y de que el primer Gobierno de coalición fructifique dependen de un solo diputado. Si alguno de los ‘síes’ cambiara al ‘no’ o dos de los votos favorables se cambiasen a la abstención el candidato socialista vería cómo, de nuevo, una Sesión de Investidura rechazaría sus postulados y mantendría el bloqueo político imperante en España.

Así las cosas, el abanico de opciones contrarias a los intereses socialistas se amplía: bastaría con que un diputado socialista díscolo con el nuevo rumbo de Sánchez decidiese enfrentarse a Ferraz votando en contra; dos votos favorables se ausentasen; dos diputados de ERC librasen la guerra por su cuenta; un dirigente del PNV votara negativamente o los diputados de los partidos minoritarios que se encuentran en el 'sí' -BNG, Teruel Existe o Nueva Canarias- se marcaran un ‘Oramas’ y decidieran pasar al 'no'.

Las maniobras de Arrimadas

La XIV legislatura de nuestra democracia pende de un hilo y son muchos los interesados en que no eche a andar. La propia Inés Arrimadas se ha esforzado en las últimas fechas por bloquear el acuerdo entre las partes con un juego subrepticio que no ha pasado desapercibido. La dirigente naranja, y máxima candidata a suceder a Rivera al frente de la formación tras la celebración de la V Asamblea del partido en marzo, ha llamado a los barones socialistas para medir sus ánimos y pedir que rechacen los pactos de Gobierno logrados por Pedro Sánchez en las últimas fechas.

Después del portazo de los líderes regionales del puño y la rosa, la dirigente catalana no se ha quedado ahí y ha emprendido una nueva línea de actuación: convencer a diputados socialistas para que se salten la disciplina de voto de Ferraz y materialicen el fracaso del PSOE.

El tamayazo

Esta estrategia tiene un nombre propio. Fue gracias a Esperanza Aguirre que nació el término del ‘Tamayazo’ después de convencer a dos diputados del PSOE -Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez- para que ejercieran un transfuguismo no visto hasta la fecha que impidió que Rafael Simancas fuera investido presidente de la Comunidad de Madrid tras obtener una situación privilegiada en las urnas en 2003.

Esto permitió a la popular revalidar su mayoría absoluta en los comicios que tuvieron lugar en octubre de ese mismo año. Ahora, la estrategia no responde a ínfulas personalistas, sino al simple objetivo de hacer que la investidura de Pedro Sánchez vuelva a fracasar y las dificultades aritméticas se vuelvan en su contra, obligándolo a virar y cambiar su hoja de ruta.

“Señora Oramas, le pido que reflexione y no bloquee la investidura. Ser relevante no es una cuestión de números y escaños es poner sus votos al servicio de la utilidad”, ha espetado Sánchez a la diputada de Coalición Canaria desde la tribuna, tratando de reconducir la alianza y alejar los fantasmas que sobrevuelan en la Cámara Baja. También Coalición Canaria ha amenazado a su propia diputada con tomar medidas si se salta la disciplina de voto decidida por unanimidad.