El presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Aitor Esteban, ha sido entrevistado por José Yélamo en laSexta Xplica en la víspera de las elecciones extremeñas. En esta conversación ha tratado numerosos temas de actualidad, incluido el que probablemente sea el más candente: la relación del Gobierno central con sus socios y la posibilidad de un adelanto electoral. A su juicio, se producirá, y 2026 será el año en el que los españoles tengan que acudir nuevamente a las urnas.
"Estamos entrando casi en 2026. ¿Cuál sería su principal deseo en lo político, aparte de salud en lo personal?", le preguntaba Yélamo.
"Desde luego, que a todos nos vaya bien en salud, pero también éxitos para todo el mundo y en lo electoral, que los éxitos sean para nosotros y no para nuestros adversarios", respondía. Al hilo, era preguntado por la posibilidad de que hubiera un adelanto electoral. "Si me preguntan a que apostaría, si 2026 o 2027, como cuando uno juega la ruleta y tiene que elegir entre rojo y negro, yo le diría que yo apostaría por el 2026", contestaba el jeltzale. Yélamo intentaba tirarle de la lengua por una posible fecha cuestionándole si visualizaba los comicios antes o después del verano, pero Esteban guardaba silencio: "Tengo mis teorías, pero déjenme que me las guarde".
El termómetro de los socios: todos tensos, pero nadie rompe
Esta entrevista a Esteban y sus respuestas vuelven a escenificar una realidad que ya ha quedado patente durante las últimas semanas: la tensión con los socios está en máximos históricos, pero nadie se atreve a romper del todo, a excepción de Junts, por sus propios motivos. La acumulación de escándalos que salpican al PSOE ha ensanchado la grieta con los agentes de un arco parlamentario en el que, con la ruptura de los neoconvergentes, el Ejecutivo ya no reúne mayorías, generando una situación de bloqueo sobre la que los actores del bloque de la investidura llevan un tiempo advirtiendo a Sánchez, urgiéndole a redoblar su apuesta social para frenar la cada vez más plausible opción de un cambio de signo en el Palacio de La Moncloa. Una sensación de desasosiego que no para de crecer.
A excepción de Junts, ninguno termina de moverse de su silla, pero ya ha habido muchas declaraciones afeando el inmovilismo. Las últimas, protagonizadas por Sumar en Ernest Urtasun y Yolanda Díaz, que han exigido al presidente del Gobierno una remodelación del Ejecutivo para reimpulsar políticas sociales y sacudirse los escándalos por corrupción y acoso sexual acumulados en el partido durante las últimas semanas, y que desde el Gobierno se quitaban de encima alegando que son muchos más los puntos de unión que los de ruptura. Desde Moncloa no ven necesarios estos cambios, puesto que ningún ministro del PSOE está implicado en dichas situaciones. El término que más se repite entre las declaraciones de los aliados de investidura es "desnortado".
El nerviosismo entre los socios es más que evidente. No son pocas las advertencias que colecciona el Gobierno, que se han multiplicado en este periodo de sesiones. El portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Gabriel Rufián, es otra de esas voces que no teme a hacer pública su preocupación y que en reiteradas ocasiones ha puesto la ruptura encima de la mesa en el supuesto de que los casos de corrupción que salpican al PSOE escalen a cotas más altas del organigrama gubernamental o socialista. También, consciente de la situación, afila la crítica a un Ejecutivo al que dibuja como poco ambicioso y cuyas medidas, que tienen un impacto significativo en lo macroeconómico, no generan el mismo impacto en el plano micro. "A la gente no le llega", lanzaba el independentista, a modo de recordatorio de que la izquierda no puede quedarse en la superficie y debe mejorar el escudo social frente a los discursos de la ola reaccionaria y la presunta corrupción.
El PNV también avisa: responsabilidad institucional
Regresando al PNV, que habitualmente se ha movido como un actor pragmático y sin sacar excesivamente los pies del tiesto, se salió de esa línea la pasada semana, cuando los jeltzales trazaron sus líneas rojas y equipararon la situación a 2018, hablando de que actuarían como entonces (apoyando la moción de censura que tumbaba a Mariano Rajoy) si la situación escala a los niveles del Partido Popular en aquellas fechas. Así lo aseguraba la portavoz de los nacionalistas vascos, Maribel Vaquero, desde la Carrera de San Jerónimo, advirtiendo de que la oleada de titulares genera un peligro "cada vez más grande" para la legislatura y acusando al Gobierno de ofrecer una imagen "desnortada", un término repetido hasta la saciedad en el arco parlamentario. Admite, además, que el nerviosismo no sólo se circunscribe a los socios parlamentarios, sino que el temor crece también entre las mujeres del PSOE, que no entienden lo que está ocurriendo ante tal escalada de casos de acoso sexual en las siglas.
Aunque la portavoz parlamentaria de los jeltzales insistía en que la posición de su partido no es de ruptura, sino de responsabilidad institucional, sí que avisaba de que si la corrupción cruzara un límite ético similar a la retirada del apoyo a Rajoy, los nacionalistas vascos repensarían su posición como ya hicieron ante la sentencia de la Gürtel. Con todo, la situación actual requiere una respuesta contundente en ambas vías, tanto en la clave interna del PSOE como para con los socios del Ejecutivo. Vaquero recordaba que es el presidente quien "tiene el botón" del adelanto electoral, pero también quien debe demostrar que tiene plenas capacidades para reconducir la crisis antes de accionarlo. Desde Moncloa, no obstante, no contemplan la opción de acudir anticipadamente a las urnas, y el deseo es agotar la legislatura hasta 2027.
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