En su momento ya lo advirtió, pero se quedó en una mera pataleta parlamentaria. Esta vez parece ser que Voxpedirá la moción de censura que lleva tiempo anunciando, argumentando que es de vital importancia acabar con la tiranía del gobierno "socialcomunista" de Pedro Sánchez. La intervención de Santiago Abascal ha pillado descolocados a propios y extraños. En septiembre, la extrema derecha española tratará de recabar los apoyos necesarios para alejar al presidente del Gobierno del palacio de La Moncloa. No lo conseguirá. Vox se ha quedado solo después de que el propio Partido Popular, en palabaras de su secretario general, Teodoro García Egea, confirmara que su grupo parlamentario no participará en "maniobras de distracción que refuercen al PSOE": "Moción de censura post vacacional para salvar al soldado Sánchez. El PP estará siempre en lo importante: salvar vidas y empleos", ha sentenciado el dirigente. 

Una versión que choca frontalmente con la expuesta a bombo y platillo por los diputados de Vox. Desde que Abascal confirmara su misión imposible todos los dirigentes que le auspician en sus aspiraciones han llenado las redes sociales de mensajes de apoyo, montajes fotográficos, argumentos en pro de la necesidad de que la moción de censura prospere y odas patrias con las que justificar una determinación que parece más encaminada a poner al PP entre la espada y la pared que a la finalidad usual que tiene este legítimo fundamento legal. 

En la democracia española ha habido cuatro mociones de censura. Solo una ha prosperado, y fue precisamente la que hizo a Pedro Sánchez presidente del Gobierno tras un viaje de ida y vuelta a la cúpula de Ferraz. El primero en intentarlo fue Felipe González en 1980, pero el Congreso ratificó su confianza en Adolfo Suárez con una votación de 152 votos positivos, 166 negativos y 21 abstenciones. Tras él, en 1987, fue Antonio Hernández Mancha (Alianza Popular) quien pidió el relevo de Felipe González (solo obtuvo el voto favorable de 67 diputados). Las dos siguientes fueron a Mariano Rajoy: la primera llevada a cabo por Pablo Iglesias, con solo 82 apoyos, y la última la realizada por Pedro Sánchez, primer presidente electo mediante este mecanismo: el socialista obtuvo el respaldo de la mayoría de la Cámara (180 votos favorables) echando así a Rajoy y favoreciendo la llegada posterior de un Pablo Casado que venció a Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal en el enclave de sucesión popular

Una de cuatro. O de cinco, porque lo de Vox no tiene más recorrido que tratar de recuperar el espacio perdido a lo largo de estos meses en la derecha. Las encuestas marcan una ligera caída de la extrema derecha española, fortaleciendo en muchos casos al PP. La vuelta al original de los votantes de la derecha es el gran sueño y la misión fijada entre ceja y ceja por Pablo Casado, conocedor de las dificultades para alcanzar la presidencia si se mantiene la fractura actual en el bloque conservador. Sin embargo, Vox pretende que su momento no cese, tratando de desmarcarse de los mensajes de Génova y apostando por presentarse como la verdadera contraprestación al sanchismo. Lo intentarán mediante una moción de censura que, sin embargo, todo hace indicar que reforzará al bloque que invistió como presidente a Pedro Sánchez, tocado en las últimas fechas por las aspiraciones nacionalistas, regionalistas y propias de cada uno de los partidos que participó en esa mayoría. 

El PP debe decidir. Por el momento, las cabezas pensantes de los azules han decidido mantenerse al margen y confirmar la evidencia: la moción de censura de Vox solo servirá a la extrema derecha como cartel promocional en los medios de comunicación. La recuperación de un protagonismo que el PP de Casado pretende mantener con una oposición sin frivolidades. En su momento, recién llegado el coronavirus, Génova pensó en atacar a la yugular, máxime viendo los problemas de Sánchez para contentar a sus socios: un pacto con EH Bildu que es limado horas después de ser revocado a la prensa, una situación paralizada con Compromís por no atender las demandas del pueblo valenciano, conversaciones paralizadas con el bloque catalán por la mesa de negociación (situación agravada con la vuelta a prisión de cinco presos del procés), tiranteces con un PNV que se sabe clave de bóveda en el engranaje aritmético... Sin embargo, Sánchez ha sido capaz de resistir a la mayor pandemia que ha tenido que hacer frente nuestro país en los últimos cien años. El estado de alarma (el PP votó en contra de sus últimas prórrogas), funcionó. Bien para el país, porque se pudo contener la peor etapa de la crisis sanitaria y reducir la presión hospitalaria. Mal para Casado, que, ahora, haciendo gala de sus bandazos argumentales, exige al gobierno que adopte medidas centralizadas para frenar una segunda ola.  

El PP deberá ser paciente. Además, deberá encontrarse, puesto que las baronías del partido piden a Pablo Casado moderación y huir del tono caliente de núcleo más duro. Mientras Cayetana Álvarez de Toledo pasa a un segundo plano e Iturgáiz fracasa en su proyecto vasco, Feijóo sube enteros tras lograr su cuarta mayoría absoluta en Galicia. Sin Vox, con perfil propio. Casado intentará lo mismo, pero su dependencia en plazas como Madrid, Murcia o Andalucía complicará las cosas. Abascal lo pone en jaque y Génova piensa el siguiente movimiento.