El lenguaje es una herramienta muy efectiva de manipulación psicológica, emocional, social e intelectual. Cada palabra consta de una forma fonética (significante) y de un contenido semántico (significado). La alteración, adulteración, cambio o deformación del significado de una palabra da lugar a una palabra nueva que, por conservar la misma forma ortográfica y fonética, induce al error o a la confusión del receptor del mensaje que la contiene. Y cambia, por tanto, la posición ideológica de ese receptor ante el mensaje recibido.

El lenguaje de determinadas jergas, la religiosa, por ejemplo, está repleto de palabras de significado adulterado y connotativo que afecta al mensaje emitido y recibido por el receptor o el oyente. Por poner un ejemplo muy gráfico, la palabra “ateo”, que significa denotativamente persona libre del adoctrinamiento en la creencia de la existencia de deidades o mitos, connotativamente se suele entender como “transgesor, rebelde, insensible, libertino” y un largo etcétera, en virtud de la deformación del significado original del término y en base a las connotaciones que se le han ido aplicando. La palabra caridad, tan frecuente en la jerga cristiana, se vende como el cenit de la bondad cuando, en realidad, es una palabra cuyo contenido semántico objetivo está relacionado con el clasismo, la discriminación, la humillación de los necesitados y la insolidaridad.

De tal manera que, como decía, es importante tener en cuenta, para no dejarse manipular y para poder pensar con claridad, los significados denotativos y connotativos, objetivos o deformados, que se otorgan a las palabras; lo cual no es otra cosa que librepensamiento. A veces esos procesos de cambio semántico son largos y llevan décadas e incluso siglos. Otras veces son procesos acelerados. Y en ocasiones son prácticamente instantáneos. Que se lo cuenten a los del PP, expertos en estas lides. Los que tienen sus filas repletas de corruptos y de imputados, los que han interactuado de manera estrecha con tramas mafiosas, los que incluso se han financiado de manera ilegal llevan por bandera palabras que, como valores, moral, tradición, familia, religión, desde su jerga adquieren un significado claramente repulsivo e infame para quien está realmente informado.

Siendo la España del Partido Popular, según un sondeo de 2015 del centro de estadística Statista, el país más corrupto de Europa, sigue la derecha rizando el rizo y ahora pretenden redefinir lo que significa la palabra “corrupción”. El PP junto al otro partido de ideología similar, aunque se venda como centrista, Ciudadanos, han acordado acotar el que llaman “pacto anticorrupción” al enriquecimiento personal y a la financiación ilegal, habiendo decidido no aplicarle a los casos de prevaricación. De tal manera que muchos políticos corruptos del PP podrán continuar, aun habiendo cometido delitos de fraude o malversación, en su cargo público.

Albert Rivera, por cierto, que nos había vendido un interés falsamente desmedido por la corrupción, y prometía que no apoyaría a un gobierno de corruptos, ha cambiado de aires y donde dije digo digo diego. Se veía venir. Se sabía que era una táctica de manipulación del personal. Se sabía que Ciudadanos era el plan B de la derecha. Y ahora no sólo no rechaza a los corruptos, sino que se alía estrechamente con ellos. Y no sólo eso, además el binomio neoliberal transforma el significado de la palabra “corrupción”, convirtiéndola en un engendro cuya senántica se ha transformado a la infame medida de los intereses de sus impudicias ideológicas y políticas.

En esta tesitura, quizás la RAE se vea obligada a crear otra palabra que sustituya a “corrupción” con el significado y las acepciones correctas. Una palabra que sea, por descontado, un antónimo de indecencia, de impudicia, de depravación, de inmoralidad, de ignominia, de abuso y de desvergüenza.