Si de algo debería servirnos la actual crisis económica es para prescindir de dos de los axiomas impuestos durante las tres últimas décadas por el neoconservadurismo y sus tesis ultraliberales: la supuesta y evidentemente falsa racionalidad de los mercados económicos y financieros, y la no menos supuesta pero indemostrada perversión intrínseca de la política.
Parece imposible que a estas alturas de la película pueda haber todavía alguien que defienda la racionalidad de los mercados, cuando el desastre actual ha venido producido por los mismos mercados y su absoluta desregulación. Pero aún es más insostenible que se contribuya al desprestigio de la política, porque en gran parte ha sido la extensión de este desprestigio lo que ha contribuido a hacer posible que la política quedase sometida a la dictadura de los mercados, con las dramáticas consecuencias que padecemos.
Sin política no hay democracia. Bien lo sabía y practicaba con indudable astucia alguien tan antidemocrático como Francisco Franco, que en más de una ocasión había dejado perplejo a algún interlocutor con un mensaje como este: “Haga como yo: no se meta en política”.
Jordi García-Soler es periodista y analista político