"Entiendo la política desde el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros". Esta fue una de las últimas declaraciones que Pablo Casado pronunció como presidente del Partido Popular en el Congreso de los diputados el 23 de febrero de 2022, fecha de la que se cumple un año y un día en el que la protagonista indiscutible no fue la invasión de Ucrania, que estaba a punto de estallar, o si el Gobierno de Pedro Sánchez se planteaba adelantar las elecciones, sino la traición. La denuncia pública del entonces líder popular tan solo cinco días antes al respecto de la presunta corrupción por parte de Isabel Díaz Ayuso y su hermano en el caso de las mascarillas en los peores meses de la pandemia se le volvió en contra e hizo aflorar las puñaladas que estaban dispuestos a dar en el seno de Génova contra un solo y abandonado Casado. Todo a pesar de la oleada de mensajes de apoyo que ahora hemos conocido se produjo a nivel personal por parte de algunos dirigentes del PP hacia el presidente y las proclamas para la celebración de un Congreso Extraordinario que estos mismos realizaron de puertas para afuera de la sede nacional.

La soledad ante la felonía popular

La lealtad. Esto es lo que parecía proclamar Pablo Casado durante su intervención en la que fue su última sesión de control después del día D. En aquel pleno la pregunta registrada por el Partido Popular dirigida al Ejecutivo de Pedro Sánchez era "cuánto más está dispuesto a ceder a sus socios independentistas para seguir en la Moncloa", sin embargo, esta no se produjo ante la crisis que provocó un supuesto espionaje contra la presidenta madrileña por parte de la cúpula popular y que el propio Casado apuntaló en defensa de la democracia y la integridad de una formación frente a la corrupción. Y es que en aquella jornada ya estaba todo el pescado vendido tras el controvertido movimiento político del entonces presidente popular durante una entrevista en la Cadena Cope, en la que denunció públicamente el posible "tráfico de influencias" que habría cometido Isabel Díaz Ayuso favoreciendo a su hermano en el famoso caso de las mascarillas. "Cuando presida el Gobierno yo no permitiría que un hermano mío cobrara 300.000 euros de un contrato público adjudicado por Consejo de Ministros", aseguró.

Unas palabras que no hicieron más que hacer arder la Puerta del Sol, que desmintió esas informaciones al tiempo que activó la maquinaria para perpetrar la caída del líder, y Génova, que optó por cerrar el expediente informativo a la lideresa que abrió cuando saltó la noticia y dar por buenas las explicaciones del Gobierno madrileño. Dos actuaciones por parte de la dirección nacional que sentaron la base del fin de Casado, que experimentó la soledad más absoluta fuera de la formación, con la concentración al frente de la Cámara Baja de miles de personas en defensa de Ayuso, y dentro. En la cúpula popular comenzaron a sobrevolar las peticiones de convocatoria urgente de un Congreso Extraordinario para dar salida a esta guerra cainita entre el presidente nacional y la dirigente regional mientras se produjeron dimisiones masivas del grupo de fieles del popular. Estos eran Teodoro García Egea, la vicesecretaria de Organización y número tres, Ana Beltrán; y su secretario de Comunicación y amigo, Pablo Montesinos, los únicos que tanto delante como detrás se mantuvieron a su lado.

Del "peloteo" a la puñalada

El 23 de febrero Casado ya era consciente de la felonía de la formación de la que todavía estaba al frente. Unas horas antes algunos miembros del partido dedicaron unas publicaciones a través de sus perfiles oficiales de Twitter para defender la necesidad de "dar voz a las bases" mientras otros elucubraban en la sombra para que él mismo dimitiera de sus funciones ya que la situación era "insostenible" o "no podemos seguir así", tal y como defendió el entonces candidato a sustituirle, Alberto Núñez Feijóo. Una situación que, aunque se sospechaba, ahora se ha tornado aún más grave tras conocer algunos de los mensajes de peloteo que muchos de estos nombres, como Cuca Gamarra, Javier Maroto, Dolors Montserrat o Andrea Levy, mandaron al popular tras sus palabras en la entrevista radiofónica. "Claridad, seriedad y verdad", aseguró en un Whatsapp que ha visto la luz esta misma semana la entonces portavoz parlamentaria y ahora secretaria general sobre su intervención, que más tarde pidió la celebración del cónclave.

Todo esto con una audiencia pública a la vuelta de la esquina en la que iba a quedar de manifiesto las puñaladas internas que muchos integrantes de la formación estaban dando al dirigente así como la falsedad de las buenas relaciones que todavía algunas voces mantenían. Y así fue. El popular acudió con la cabeza alta y los ánimos bajos a un pleno que estuvo centrado en la que ha sido una de las mayores crisis internas que ha experimentado el Partido Popular en lo que lleva constituido. Tras su discurso, toda la bancada de la derecha popular se levantó para dar una gran ovación en forma de aplausos a su denostado presidente, que no esperó a la finalización de la sesión de control y se bajó de su escaño al acabar su proclama, solo. Únicamente fue en su búsqueda Montesinos, seguido de Beltrán y Antonio González Terol entre muestras de emoción. Otros también parecían conmovidos en la misma bancada que dejó abandonado con alevosía a un Casado que salió de Génova por la puerta de atrás.

"Una reacción inédita"

"Lamento todo lo que haya hecho mal y la situación que han sufrido durante esta semana nuestros militantes y votantes. Y también siento, tengo que decirlo, la reacción que he tenido que sufrir, que es inédita en nuestra historia democrática, y creo sinceramente que no merezco ni merecería ninguno de vosotros". Con estas palabras se volvió a despedir, esta vez del partido y de forma oficial, Casado durante su discurso en la Junta Directiva que el PP celebró el 1 de marzo. Entonces el líder defendió toda su "lealtad" a Feijóo, que todavía no había anunciado su candidatura para presidir las siglas pero sobre el que estaban puestos todos los ojos, además de hacia Ayuso.