Albert Rivera y Pablo Casado. O Casado y Rivera. Ambos morenos, blancos y de derechas, de esos “muy españoles y mucho españoles”. Los dos podrían pugnar por la derecha del tablero político si Casado logra imponerse a Soraya Sáenz de Santamaría. Desde que presentara su candidatura muchas han sido las voces que han subrayado que el líder de Ciudadanos no quiere ni en pintura al aznarista porque este podría recuperar el electorado que se fugó del PP gracias a sus semejanzas con Rivera. Este enunciado tiene dos partes y, en consecuencia, dos preguntas: ¿Son tan parecidos como se cree? ¿Es Casado una amenaza o una oportunidad para Rivera?

Lo que Rivera se llevó

El 21D en Catalunya marcó un antes y un después en el devenir de la política española. Un punto de inflexión que subvirtió el sentido hegemónico del Partido Popular. El 1-O fue el principio del fin de Mariano Rajoy. La derecha acusa al expresidente de haber sido demasiado permisivo con el independentismo. A Rajoy se lo cargó la Gürtel, pero el partido ya se dirigía al precipicio por su gestión con Catalunya. Casado representa el ala más dura del Partido Popular con el independentismo, de hecho, a lo largo de la campaña ha querido dejar claro que él lo habría aplicado antes y durante más tiempo.

Duro con el independentismo, de corte liberal, habla de reformas, es hombre, blanco y de derechas. Esta descripción podría valer tanto para la bio de Twitter de Rivera como para la de Casado. Y ahora la pregunta del millón: ¿Le vale a Casado con parecerse a Rivera para recuperar el electorado que se marchó a los naranjas?

Los líderes son los prototipos de una determinada identidad social y Rivera y Casado son tan semejantes que representan la misma, por lo que puede revertirse el trasvase de votos

Liderazgo e identidad

El liderazgo consiste en la capacidad de influir en otras personas y motivarlas a fin de conseguir unos objetivos comunes. Es un proceso que no es propio de una sola persona, sino que debe incorporar a otras a las cuales se influye, pero no mediante coerción, sino mediante la persuasión. Hay tres perspectivas desde las que acercarse al liderazgo: la clásica, la escuela contextual y la de identidad. La primera se aproxima al concepto de liderazgo bajo el prisma de la individualidad. Bajo esta escuela, se entiende al líder como un ser con una serie de características y atributos que le hacen superior al resto. En resumen, lo que comúnmente se llamaría “carisma” y que Max Weber definió como “la cualidad individual por la cual [un líder] es separado de los hombres ordinarios y es tratado como dotado de poderes o cualidades sobrehumanas o al menos excepcionales”. La segunda, la contextual, entiende que el buen líder es producto del binomio individualidad-circunstancias, de tal manera que el contexto adquiere gran relevancia. Un buen líder para una situación determinada puede no ser un buen líder en otro contexto.

Y llegamos a la tercera perspectiva, la de identidad. El líder no es un líder en abstracto, ni los seguidores surgen de la nada, sino que ambos forman parte de un grupo, ya sea un país, un equipo de fútbol o, en este caso, un partido político. Según las teorías de la Identidad Colectiva y la Auto-categorización (del campo de la psicología social), el grupo -partido político en este caso- al que se pertenece aporta información al individuo. La concepción que cada uno de nosotros tenemos de nosotros mismos se completa con información extraída de los grupos a los que pertenecemos. De hecho, durante el proceso en el que una persona de adhiere a un grupo se produce un proceso de despersonalización: se aparta la individualidad, los individuos empiezan a dejar de pensar en primera persona del singular para hacerlo en la tercera del plural.

Ya sabemos que el grupo al que pertenecemos nos aporta nociones de comportamiento. Ahora bien, ¿quién es el mejor posicionado dentro del grupo para aportar dicha información? Los miembros más representativos del grupo. ¿Y quién debe ser el miembro más representativo de un grupo? El líder. Cuanto más prototípico sea un líder más capacidad de influir en los demás tendrá.

En consecuencia, la respuesta es sí. Rivera tendrá un problema si Casado gana las primarias del PP ya que ambos son prototipos muy semejantes, por lo que la identidad que representan es prácticamente la misma. Rivera no era Rajoy, por eso se marcharon los votantes del PP; pero Casado sí que se parece a Rivera, por eso puede recuperarlos. Pero ojo, que su victoria en el proceso interno puede ser el match point del PP: si Casado es imputado finalmente en el caso de su máster el mensaje de Ciudadanos saldría reforzado: el PP no se puede renovar ni siquiera con un lavado de cara generacional.