A principios del año 2008, la Editorial Comic Books publicó ‘La EsPPaña de Rajoy’, un libro en clave de humor en el que el periodista Enric Sopena, Presidente Ad Meritum y fundador de ELPLURAL.COM, diseccionaba la figura del entonces jefe de la oposición conservadora y ahora presidente del gobierno. El libro terminaba con un final catastrófico: una declaración unilateral de independencia por parte del gobierno de la Generalitat catalana, a la que el presidente gallego reaccionaba marchándose a buscar a su primo, el supuesto negador del cambio climático, muy en boga, a su pesar, por aquellos momentos.

Hace más de siete años, el recurso mencionado podía bien adscribirse al ámbito de la pura ficción pero, desgraciadamente, a día de hoy el escenario así parodiado ya no resulta tan lejano. Aquellos eran tiempos de sobreactuada crispación en la que políticos y periodistas se echaban todo tipo de trastos a la cabeza. Para parte de la derecha inserta en el Partido Popular, el PSOE había jugado algún tipo de papel en un atentado, el 11M, que cambiaría para siempre la historia de España: Zapatero había llegado para quedarse y para someter a los españoles a una operación de ingeniería social, en la que los géneros, las nacionalidades y las orientaciones sexuales se confundirían hasta hacer de la otrora reserva espiritual de Occidente una moderna Sodoma política y territorial.  

Eran los tiempos del “España se rompe”, en los que el ex ministro de Interior Ángel Acebes aseguraba que ETA “tutelaba” el Estatut de Cataluña, cuando el entonces presidente de la AVT calificaba al presidente democráticamente elegido “embajador de ETA” y la cadena COPE sugería que en Barcelona estaba comenzando de nuevo la Guerra Civil. El Partido Popular llenaba furgonetas de firmas españolas apócrifas por la unidad territorial del Estado español y, letalmente asesorado por una serie de comunicadores en perpetuo delirio, consideraba que el peor presidente de la historia estaba poniendo en peligro mortal todo lo conseguido desde la Transición (y desde mucho antes).

Entretanto, el Parlamento continuaba su trabajo. El 30 de marzo del 2006, el Congreso aprobaba el Estatuto de Autonomía de Cataluña con 189 votos a favor y 154 en contra. Entre los diputados opuestos a la reforma se encontraban, paradójicamente, los del Partido Popular y los de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). El PP, que había puesto un recurso al Tribunal Constitucional contra la Ley de Igualdad y contra la del matrimonio homosexual, lo interpondrá también contra esta amplia modificación legislativa.

A Esquerra tampoco parecía interesarle el Estatut aprobado con tanto esfuerzo. Razones tenían. Este partido había visto multiplicarse por ocho el número de sus representantes en el Parlamento nacional con respecto a la legislatura anterior (2000), en la que solo contaban con un diputado. En las elecciones del 2008, ERC pagó por su oportunismo y por su radicalidad bajando de ocho a tres, un resultado que se mantendrá cuando, en noviembre del 2011, el PSOE se despida del gobierno. La anulación del Estatut en junio del 2010 y la política de confrontación del presidente Rajoy desde el 2012 llevarán a ERC a los nueve diputados en el 2016. Todo un récord que ya hemos podido comprobar para qué ha servido.  

Los datos sugieren que la solución del problema del nacionalismo y del independentismo está más cerca de la negociación que de la confrontación.

¿Qué hemos avanzado desde el 2010? ¿Acaso aquellos artículos que sin embargo se permitieron para el Estatuto de Andalucía iban a hacernos más daño que todo el circo que se ha generado? Si quienes siguen creyendo en que la “rendición ante ETA” era real, que el ácido bórico era la prueba del nueve de la conspiración y que con los catalanes no cabía negociación alguna siguen guiando esta patética política de Estado, no dejaremos de ver todas las delirantes profecías auto cumplidas de sobra. Entonces convendrá volver a echar mano de los datos y comprobar qué partidos y empresas políticas siguen ganando con todo ello.