Era octubre de 2009, una tarde lluviosa en el barrio madrileño de Aravaca. Había quedado con Rodolfo Ruiz, el comisario de Vallecas en los atentados de 2004. Ese encuentro, que nunca olvidaré por la dureza del relato, se acabó transformando en una entrevista -la primera que Ruiz concedía a un medio de comunicación-,  de la que saqué dos conclusiones: el comisario era un hombre bueno,- que hizo todo lo que pudo y más el día de la masacre-, y que la ‘caverna’ le había destrozado la vida de una forma rastrera y vil, con el único objetivo de vender más periódicos.

Por aquel entonces, el periodismo basura de este país estaba inmerso en la llamada ‘teoría de la conspiración’. Entre las tesis más absurdas de los ‘conspiranoicos’ destacaba aquella que decía que la mochila de explosivos hallada en la comisaría de Vallecas la había colocado el propio Ruiz para desviar la atención sobre ETA, a los que consideraban ‘los autores reales del atentado’. Una infamia que provocó que su esposa acabase suicidándose harta de tanta calumnia y su hija recibiese tratamiento psicológico.

La última vez que le vi -en un juicio que afrontaba Pilar Manjón contra Federico Jiménez Losantos, también por injurias del locutor hacía la ex presidenta de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo-,  pregunté a Ruiz si no era mejor olvidar todo lo sucedido, pasar página y empezar de nuevo. Hoy, a expensas de que la sociedad civil y los partidos políticos le rindan el homenaje que se merece y restituyan su honor,  vuelvo a formularle la misma pregunta:

¿Ha olvidado todo el sufrimiento que le provocó la ‘teoría de la conspiración’? ¿Ha podido pasar página y empezar de nuevo?

No he olvidado ni olvidaré, mientras viva, el daño que nos causaron -en especial a mi familia-, los considerados autores de la ‘teoría de la conspiración’. Personajes que desde sus medios de prensa escrita y radiofónica -y otros del poder político-, vertieron todo tipo de calumnias e injurias contra mi persona para alimentar la duda a la opinión publica española sobre la autoría del atentado del 11-M.

Primero lanzaron el bulo de que fue ETA y después, ante las evidencias, orquestaron una campaña de desprestigio personal y profesional contra mi persona encaminada a crear una opinión determinada en la ciudadanía. Sirviendo a sus intereses intentaron que prevalecieran sus tesis de que detrás del atentado estaba yo. Para esa gente, el fin justifica los medios. ¡Dios mío, qué falta de humanidad! ¿Cómo pudieron hacer eso? Emocionado me lo pregunto muchas veces. Mi delito fue que, siendo padre de familia sin adscripción política, estaba de jefe de la Comisaria de Puente de Vallecas.

De todas las barbaridades y mentiras que dijeron de usted, ¿recuerda alguna que le doliese especialmente a usted o a su familia?

Todo lo que se dijo contra mi persona fue atroz y malvado, si bien significaría algunos cometarios del periodista Federico Jiménez Losantos por la saña y el odio que desprendía en sus manifestaciones. Y es que Losantos llegó a decir "que yo había colaborado con una masacre criminal e inundado de pruebas falsas el sumario del 11M". Se refería a mí como “el de la mochila" o como “el comisario que había salido de una Comisaria con una mochila al hombro”.

Pedro J. Ramírez, analizando en la radio ‘el caso Bono’, dijo que si yo "había hecho un cesto, haría un ciento".

Después de mi paso por Vallecas, me nombraron jefe de la Brigada de Información. Un nombramiento que también lo presentaron de forma canalla como “un premio por la mochila”. Cualquier acontecimiento les servía para su fin, que no era otro que el de cambiar la realidad.

¿Es cierto que en alguna ocasión incluso le llegaron a gritar en la calle “asesino”?

Personal y directamente no sufrí insultos, si bien padecí aislamiento y desprecio por parte de alguna minoría.  Al margen, sí que es cierto que en una Unidad Policial escribieron en la pared "asesino".

Ya desmontada la teoría de la conspiración, ¿le han pedido perdón periodistas como Pedro J. Ramírez o Federico Jiménez Losantos por todo el daño causado?

Ni perdón ni disculpas he recibido de toda esta gente, aunque nunca las esperé por la sencilla razón de que la farsa que orquestaron con la ‘teoría de la conspiración’ fue un plan preconcebido para que se produjera un ‘vuelco político’ que beneficiase sus intereses. En la memoria tengo el recuerdo de mi respuesta a la pregunta de un superior, en la mañana del 11 de marzo de 2004, en el Pozo, cuando le dije que el atentado era obra del terrorismo  islamista. Tampoco espero gesto de arrepentimiento o consideración alguna por parte del PP o del señor Rajoy, a pesar de que llegó a ilusionar a mi mujer y a mi hermana cuando coincidieron en un parque próximo al domicilio familiar.

Me consta que todos estos años ha recibido el cariño y el agradecimiento de las víctimas del atentado del 11-M. ¿Supongo que su aliento le resultará vital para mantener las ganas de seguir luchando?

He rehecho mi vida en otra ciudad y con otra mujer, si bien, lo que pasó en esos años me marcará el resto de mi vida. Los recuerdos son, al mismo tiempo, de odio y de emoción por lo que hicieron.