Pepe de Lucía (Algeciras, 1945) viene emocionado de otra entrevista y no es necesario calentamiento previo ni las típicas preguntas para romper el hielo. La Taberna Ardosa de Chamberí respira nostalgia y sirve de atmósfera para hablar de tradición y flamenco. Apoyado en la barra, su dueño se seca las lágrimas tras haber sido testigo de la conversación previa entre el cantaor y Javier Navarro, de Strim. Pepe de Lucía apura el último trago de vino blanco y el tabernero acude ipso facto para rellenar el vaso. Un flamenco no puede tener sed.
Pepe de Lucía no está cansado y lleva unos días reviviendo su infancia. Acaba de salir a la luz Pepito y Paquito, un álbum que nos descubre una serie de grabaciones musicales rudimentarias de los hermanos De Lucía. Paco tenía 11 años y Pepe, 13. Un tesoro escondido durante medio siglo en forma de antiguas bobinas, resguardadas dentro una lata de carne de membrillo. La rocambolesca historia de un documento sonoro que nos traslada a una época de necesidades e ingenios para salir de la pobreza a través del arte. Historia viva España: "Yo soy cantaor, compositor y productor. He vivido por y para el flamenco y he sacado a mucha gente", señala orgulloso Pepe de Lucía mientras se sienta en un banquito del tradicional espacio madrileño.
Pregunta: Vaya historia, Pepe.
Respuesta: La lata estuvo guardada en la casa de Reyes Benítez, nuestro segundo padre. Un hombre alejado del dinero, el egoísmo y la ostentación y que nos quería con locura. Se mudó de casa y esa cinta la cogió su hijo Quique. Tras todos estos años, las cintas se han deteriorado y algunos cantes se han perdido.
Pepe de Lucía es protagonista esencial en Pepito y Paquito. Su cante es puro desgarro, pasión y brillantez. Se entiende de dónde vino la admiración y valoración que generó su potencia vocal en los primeros años de su carrera. A sus 13 años, se vislumbra la posición privilegiada que alcanzó en el flamenco tanto acompañando a Paco como en diversos proyectos en solitario.
Se da la paradoja que Pepito y Paquito se convierte en el primer disco que grabaron juntos Pepe y Paco y que, a su vez, es el último de sus dilatadas trayectorias flamencas. Para Pepe también representa un broche de oro para quién siempre dedicó amor, cariño, orgullo y respeto siendo testigo en primera persona del éxito de su hermano pequeño. Al mismo tiempo reivindica su propia figura propia dentro del cante flamenco con una voz personal y llena de sentimiento transmitiendo emociones crudas y honestas.
P: ¿Qué sintió al volver a escuchar las grabaciones?
R: Es algo inexplicable. No podía creerme que yo fuera ese chico que canta. Ha pasado tanto tiempo que yo no recordaba que cantara tan bien con esa edad. Había muchos niños que cantaban muy bonito por aquella época; sin embargo, no había niños que cantaran 39 palos. Tampoco había niños que los tocaran. Mientras escuchaba las grabaciones, sentí la necesidad de que todo el mundo pudiera hacerlo. Que pasara a ser parte de la Biblioteca Nacional, pero también sirviera como pedagogía del flamenco.
P: ¿Ha servido esto para hacerle revivir un tiempo olvidado?
R: Desde que naces, revives la vida cada minuto.
A Paco de Lucía lo mató su afán por ser el mejor
P: ¿Qué diferencias hay entre cantar siendo niño y adulto, entre hacerlo por amor al arte y por obligación?
R: Nosotros nunca cantamos por amor al arte. Cantamos por amor al hambre. De niños y de adultos. Toda la vida ha sido así. Por necesidad, por culpa de la precariedad y para cuidar de tu familia.
P: ¿Cómo era La Bajadilla, el barrio en el que os criasteis?
R: Un barrio gitano. Fuimos felices. Recuerdo ver a mi hermano ensayar. Me ponía muy contento al verlo. Él ensayaba y yo jugaba. Le instigaba a que viniera conmigo pero prefería la guitarra a jugar en la calle. "Papá me ha pedido que me quede ensayando y yo me quedo", decía. "Escápate", le pedía. Pero nada. Se quedaba siempre.
P: A usted le tiraba más la calle.
R: Siempre tuve claro que iba a ser un buscavidas y sabía que Paco iba a ser un genio.
P: ¿Qué papel tuvieron vuestros padres?
R: Sin ellos, jamás habríamos sido artistas. Lo que tengo claro es que Paco habría sido el mejor en aquello a lo que se hubiera dedicado.
P: ¿Al escuchar a Paco tocando la guitarra con 11 años ya se ve a ese genio?
R: Siempre supe que lo sería. Dominaba la guitarra de una forma única. Cómo picaba. Esas alegrías maravillosas...
P: ¿Cuánto hay de talento y cuánto de trabajo?
R: Paco tenía mucho talento. Era una persona relajada, tranquila y sosegada. Un hombre humilde y un artista que siempre quería superarse a sí mismo. Y ese don de querer siempre ser el mejor a través del trabajo fue lo que le provocó una parada cardíaca. Fue víctima de su propia responsabilidad.
P: ¿Son los guitarristas enigmáticos e introvertidos?
R: Introvertidos somos todos por miedo al escenario y la incertidumbre. Paco siempre preguntaba si había tocado bien. Ni siquiera él, siendo un genio entre genios, estaba seguro de si lo había hecho bien después de una actuación. Yo le decía que por qué preguntaba eso si siempre tocaba muy bien. Era un tipo introvertido, al igual que Camarón de la Isla. Yo lo era menos. Por eso era a quien mediaba entre ellos.
P: ¿Cómo era la relación entre ambos?
R: Se tenían mucho respeto. Recuerdo que, a Camarón, si no le gustaba algo que estaba haciendo Paco, venía y me lo decía a mí. Entonces, yo le pedía a mi hermano que repitiéramos determinado tercio porque se podía hacer mejor. "Vamos a dejarlo así, que está muy bonito", decía Paco. Camarón, entonces, me volvía a hacer gestos para que insistiera.
P: Latinoamérica ha sido un aspecto muy importante en vuestras carreras. ¿Qué reflexión hace de esa relación cultural entre dos partes de un mismo mundo separado por el Océano?
R: Mira a esta guapa mujer que acaba de pasar por aquí (Pepe señala a su pareja). La conocí en Argentina hace 32 años. Eso ha sido gracias a la música. La música te lleva al amor.
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