“Hace 42 años, por razones que escapan a mi comprensión, David Lynch me sacó de la oscuridad para protagonizar su primera y última película de gran presupuesto. Claramente vio algo en mí que ni siquiera yo reconocía. Le debo toda mi carrera, y realmente mi vida, a su visión”. Así ha despedido el actor Kyle MacLachlan -el mítico agente del FBI, Dale Cooper, en Twin Peaks-, al director que le puso en la órbita del cine internacional y que falleció este pasado jueves, a los 78 años. 

Nacido en Montana en 1946 en el seno de una familia de clase media, David Lynch se centró en estudiar en diferentes escuelas de arte hasta que aterrizó en la American Film Institute Conservatory. Fue allí dónde rodó su primer largometraje, Eraserhead (1971). Con 10.000 dólares de presupuesto, rodada en blanco y negro y en 35 milímetros, la película experimental logró cosehar un relativo éxito. Algo que le llevó a su siguiente metraje, El hombre Elefante (1984), protagonizada por Anthony Hopkins y que acabó recibiendo ocho nominaciones a los premios Oscar.

Los pilares de Lynch 

Sin embargo, fue Terciopelo azul (1886) todo lo que la visión de Lynch prometía desde un principio. Una ensoñación de thriller que desarrolló una trama inimaginable y nos regaló uno de los mejores villanos reconocidos de la historia del cine. El metraje impulsó a MacLachlan al punto de mira de la industria y fue alabada por crítica y público de manera contundente, asentando las bases de una más que prometedora carrera. 

Los noventa arrancaron con el estreno de Twin Peaksque nos trasladaba a una pequeña ciudad montañosa de la Norteamérica profunda en la que había tenido lugar el asesinato de una joven estudiante. El fenómeno alrededor de esta serie, continúa consagrándose a través de los años, manteniendo en el imaginario colectivo ese halo de irrealidad y turbación que destilaban sus personajes, paisajes y la más que mítica banda sonora. 

A estas alturas, el mantra que sirvió de gancho para la promoción de la serie y que persiguió a los espectadores a lo largo de dos brillantes temporadas -el famoso Who killed Laura Palmer?- se ha vuelto una reconocida consigna de merchandising. Algo que deja muy clara la influencia de la serie de culto con la que Lynch nos devolvió a MacLahlan como el noble y simpático Dale Cooper, que se adentraba en un mundo oscuro y sobrenatural que abarcaría tres décadas.

 

Corazón Salvaje (1990) se unió al debut de la serie, y aunque sin cosechar la mitad de éxito que el otro formato, la road movie sí se hizo con la Palma de Oro en Cannes. A pesar del poderoso arranque de década del director, Lynch permaneció cinco años inactivo en la gran pantalla, pero acabó regresando al cine en 1997, estrenando Carretera Perdida, y dos años después con Una historia verdadera, dos producciones que mantuvieron viva la figura del cineasta en la industria y cercioraron su forma de narrar ante el público de Hollywood. 

'Mulholland Drive' y los distintos mundos

En el año 2001 llegó Mulholland Drive, la clave de bóveda del cine de este siglo. Otro thriller con tentáculos propios y expandidos en varias direcciones, todas ellas desconocidas, desdobladas a su vez en hipótesis, probabilidades y sueños. Imagenes oníricas y sugerentes despistan y vertebran a partes iguales un metraje que es, desde hace mucho, un hito del cine que consiguió dejar escenas marcadas en las retinas sin necesidad de pantallazos ni giros de cámara. Lynch crea una intranquila atmósfera en la que todo puede ocurrir de manera incómoda y desasosegante.

 

Ese precisamente era un talento de Lynch reconocido por unanimidad entre crítica y público: la capacidad de enfrascar una historia en otra como en una muñeca rusa, percibiendo distintos mundos que se encuentran insertados en el que todos conocemos. El director a menudo nos contaba algo a través de otro algo con lo que no parecía tener relación, como la prolongación de un juego de adivinanzas.

En el caso de Mulholland Drive, ese juego cinematográfico lo llevó a ganar un premio a mejor director en Cannes, y a consolidarse de manera definitiva como un cineasta de culto, un título popular que arrastrará siempre por su complejo y antinatural universo que no deja de dar que hablar.

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