Jorge Martínez, el cantante del mítico grupo de rock Ilegales, ha fallecido este martes a los 70 años. Durante el pasado mes de septiembre, el icónico 'frontman' suspendía la gira programada de la banda para "someterse a un tratamiento de cáncer", tal y como informó a través de la red social X. De esta manera, el que fuera fundador de la banda española de rock en 1982, se vio obligado a cancelar su tour previsto entre los meses de septiembre y diciembre de 2025 debido a su estado de salud, que finalmente ha desembocado en su muerte a causa del cáncer de páncreas dos meses y medio después de anunciar públicamente la enfermedad.
La banda había lanzado durante el pasado mes de marzo su nuevo álbum Joven y arrogante y confiaba en poder continuar la gira cuando su vocalista se recuperara. Sin embargo, el cáncer que padecía Jorge desembocó en su hospitalización desde hacía dos semanas, en las que sufrió dolores muy intensos. “No quiero seguir viviendo esta etapa”, comentaba el cantante ante el fuerte sufrimiento físico tal y como recoge el diario El País. Sus amigos se fueron organizando para acompañarlo por las noches, y Roberto Nicieza, exbaterista de Australian Blonde, fue quien lo acompañó durante la noche de su fallecimiento.
Una vida marcada por la música desde la Asturias industrial
Antes de la creación de Ilegales, Martínez pasó por distintas formaciones como Madson, junto a su hermano Juan Martínez, y posteriormente Los Metálicos. Aquellas primeras experiencias le sirvieron para construir una identidad sonora influida por el punk, el rock clásico y la new wave, pero con un sello propio marcado por letras afiladas, irónicas y, en muchos casos, incómodas. En 1982 funda Ilegales junto a Íñigo Ayestarán (bajo) y David Alonso (batería), dando comienzo a una trayectoria que marcaría de forma decisiva el rock nacional.
El debut discográfico de la banda llegó en 1983 con Ilegales, un álbum que se convirtió rápidamente en una referencia generacional. Canciones como Yo soy quien espía los juegos de los niños o Hola mamoncete definieron un estilo directo, agresivo y sin filtros que contrastaba tanto con la música comercial del momento como con parte de la Movida madrileña. La portada del disco, con una fotografía de Ouka Leele, se convirtió también en un icono visual de la época.
A lo largo de los años ochenta y noventa, Ilegales publicó una sucesión de discos fundamentales como Agotados de esperar el fin (1984), Todos están muertos (1985), Chicos pálidos para la máquina (1988) o El corazón es un animal extraño (1995). En todos ellos, Jorge Martínez destacó como un letrista incisivo, capaz de mezclar crítica social, provocación, humor negro y reflexiones existenciales, siempre desde una posición claramente contracultural.
Más allá de los discos de estudio, Ilegales se consolidó como una banda de directo temida y respetada. Sus conciertos eran conocidos por su intensidad, su volumen y una actitud escénica que huía del espectáculo prefabricado. Jorge Martínez encarnó durante décadas la figura clásica del frontman de rock: guitarrista contundente, voz inconfundible y presencia dominante sobre el escenario.
En los años 2000, la banda vivió un parón que permitió a Martínez explorar otros territorios musicales. Fruto de esa etapa nació Jorge Ilegal y los Magníficos, un proyecto en el que reinterpretó estilos populares de mediados del siglo XX como el chachachá, el bolero, el tango o la guaracha, demostrando una versatilidad musical que sorprendió a parte de su público y reafirmó su condición de músico inquieto y ecléctico.
Ilegales regresó con fuerza en la década de 2010, manteniendo una actividad constante tanto en estudio como en directo. Discos como La vida es fuego (2015), Rebelión (2018) o La lucha por la vida (2021) confirmaron que Jorge Martínez seguía componiendo con la misma lucidez y energía que en sus inicios. Este último trabajo contó con colaboraciones de artistas como Loquillo, Andrés Calamaro, Enrique Bunbury o Luz Casal, reflejo del respeto transversal que había generado en varias generaciones de músicos.
En paralelo, el documental Mi vida entre las hormigas (2017) ofreció un retrato profundo y poco complaciente de su trayectoria vital y artística. En él, Martínez se definía como un creador libre, ajeno al miedo al fracaso, a la fama o a la muerte, y reivindicaba el rock como una forma de comunicación directa, casi tribal, entre el artista y el público.
Con su fallecimiento desaparece una figura central del rock español, pero su obra permanece como testimonio de una trayectoria marcada por la coherencia artística y la independencia creativa. La música de Ilegales sigue formando parte del patrimonio cultural contemporáneo del país.
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