La fotógrafa Colita miraba a las flamencas gitanas del barrio de Montjuic en los 60 como quién ve una película en el cine por primera vez. Durante esa década, capturó a algunas de las grandes mujeres que pisaban los tablaos retando a la escena como Lola Flores, La Piriñaca o La Chunga, siguiéndolas por los escenarios como también hacía con las mujeres populares que bailaban en las reuniones familiares como parte de la liturgia del clan, una tradición que se ha mantenido viva a través del tiempo y el espacio.
Y es que tal y como afirman los expertos, el flamenco es indivisible de la etnia gitana, una premisa que hemos convertido en contradictoria. “Es curioso, puesto que ha acabado siendo la ‘marca España’ para la gente de fuera mientras aquí han sido perseguidos y tratados de manera injusta históricamente”, reflexiona Irene Domínguez, periodista y divulgadora sobre este género musical, para terminar zanjando que “sin ellos el género no existiría tal y como lo conocemos”. En este sentido, Domínguez destaca el “componente racial” del flamenco, ese ingrediente que según ella, “se siente escuchándolo”. “El flamenco es para payos y gitanos, pero a un artista gitano se le nota lo gitano. En el cante, en el baile, en todo”, explica.
A un artista gitano se le nota lo gitano
Sin embargo, hablamos de una doble discriminación histórica: por gitana y por mujer. Casi nadie las miraba como Colita lo hacía. La admiración que sentían algunas espectadoras de la época por las féminas del flamenco era un fenómeno residual, que quedaba diluido con el paso del tiempo. Tal y como ocurre en la mayoría de las letras de esta corriente, en las que el sino de la mujer es el martirio, sus trabajadoras han sido denostadas a lo largo de la Historia.
La mujer popular, atrapada en el margen
El flamenco no es diferente al resto de disciplinas artísticas en ese sentido. Ángeles Toledano (Jaén, 1995) es una cantaora que ha realizado giras por Estados Unidos y México con el espectáculo Nueva Generación de Jóvenes Flamencos. Conjugando arte jondo y feminismo, la “guerrera folclórica” afirma que “tanto en el flamenco como en otros géneros, la mujer ha sido invisibilizada”. “Queda mucho por recorrer todavía. Me gusta reivindicar a todas las mujeres que han sido invisibilizadas y que sufrieron de verdad”.
“Muchas mujeres son determinantes a la hora de estudiar su origen, pero, cuando se profesionaliza, los grandes lugares son ocupados por hombres”, afirma Domínguez por su parte. Es ese punto de inflexión que separa el germen nacido en el margen y el aplauso social que acompaña al arte, el que también sirve para desvincular a la mujer del reconocimiento cuándo algo se vuelve materia de estudio. “A la hora de llevarlo al público, cuando surgen los cafés cantantes en el siglo XIX, tocaba entrar en esa dinámica de la efervescencia cultural para triunfar. Y no estaría tan bien visto por estar asociado a la noche y lo bohemio”, cuenta la divulgadora al respecto de esta norma no escrita del arte. De esta manera, los nombres de las mujeres que conformaron un núcleo de origen para el género se han borrado de la historia del flamenco, que las ha desdibujado y relegado a un margen que no parece tener nada que ver con el arte en mayúsculas, ese que ocupa las portadas y al que los críticos alaban.
La guitarra se ha considerado siempre un instrumento de hombres
Sin cantar ni bailar
Sin embargo, la figura de la bailaora no lo es todo. Paloma Menacho, manager en el departamento de flamenco y jazz de Universal España, apunta en este sentido al sesgo aún más acentuado que se da al otro lado del tablao.“La guitarra se ha considerado siempre un instrumento de hombres”, expresa sobre la figura de la mujer en este panorama a la hora de desarrollar otros artes más allá de los asignados como "femeninos". Irene Domínguez coindice. “Puede no parecer tan común ver a una mujer a la guitarra o el cajón en puestos de poder. Aún faltan referentes en ese sentido”, argumenta. Y es que sin cantar ni bailar, aun es una carrera obstáculos para las mujeres hacerse un hueco en una industria paradójicamente en auge.
El factor Rosalía
Pero para hablar del rol que juegan las artistas en el flamenco actual no puede obviarse un nombre que ha marcado un antes y un después en la expansión del género más allá de nuestras fronteras. Rosalía ha importado una 'marca España' revitalizada pero que no olvida las raíces del género. Germen y vanguardia combinados bajo la potente figura de una mujer, una impronta que ha moldeado la percepción y el reconocimiento internacional de un arte centenario.
"Que Camarón esté en el New York Times porque Rosalía lo nombra es algo impagable
Este hito se tradujo en una actuación histórica en los premios Grammy de 2020, donde la catalana aprecía en el escenario ataviada con un Mugler blanco que despedía flecos y que iba a juego con unas uñas kilómetricas. la española primero se ayudó de guitarra, coro y palmas para después bailar flamenco por su cuenta y finiquitar con una versión hip hop de la canción que en 2018 la puso en el rádar de millones de personas en todo el mundo: 'Malamente'.
Actuación completa de @rosaliavt en la 62ª edición de los #GRAMMYs. La artista catalana puso en pie al Staples Center interpretando 'Malamente' y 'Juro Que'. 👏👏👏 #PremiosGrammy pic.twitter.com/LelzshXvLF
— Movistar Plus+ (@MovistarPlus) January 27, 2020
"Rosalía ha tenido un papel muy importante en todo esto como mujer empoderada, con una música excelente y que ha abierto las puertas del flamenco al resto del mundo". "Que Camarón este cada poco tiempo en el New York Times porque Rosalía lo nombra es algo impagable", destaca Menacho del importante papel que ha jugado la catalana en la exportación de este arte al panorama mundial.
