En el párrafo introductorio a una entrevista a Manuel Jabois dan ganas imitar a Goku antes de hacer el ataque universal y concentrarse para reunir todas las energías del Universo. No para destruir a tu archienemigo y salvar al mundo, obviamente, sino para tratar de escribir algo que esté a la altura del personaje.

Sin embargo, para qué fliparse. Ir de Jabois sin serlo es de las mayores humillaciones a las que se puede someter un periodista. Como cuando Gravesen intentó hacer la ruleta de Zidane y lo que consiguió fue hacer un hoyo en el prao del Bernabéu, una herida en su rodilla y un esguince en el esternón de media España. Por eso, lo mejor es pase cortito al pie, carrera tribunera, aplauso fácil e ir directamente a la entrevista.

Pregunta: ¿Te pones nervioso antes de las entrevistas?

Respuesta: Si las hago yo, no. Es mi trabajo y por ello me pagan. Me pongo más nervioso cuando me entrevistan.

P: Me encantaría preguntarte por Miss Marte, pero acabo de recibirlo y no me ha dado tiempo a leerlo. Por eso, la primera pregunta es qué le preguntarías a un escritor que acaba de publicar un libro y no lo has leído todavía. 

R: Le preguntaría qué tal y ahí que fluya la conversación. Mentir no. Mucha gente piensa que no decir la verdad es mentir.

P: Como dice Tony Montana: “Yo digo la verdad incluso cuando miento”.

R: Es que a veces se puede no decir la verdad y no estar mintiendo deliberadamente.

P: Lo que sí he hecho es leer las reseñas y las entrevistas que te han hecho estos días. ¿Estás satisfecho con el resultado de Miss Marte?

R: A pesar de ser un eterno insatisfecho el grado de satisfacción es bastante alto.

P: En El Español Lorena G. Maldonado la define como una novela cinematográfica.

R: No escribo pensando en eso. Cuando escribo pienso en los personajes, su creación y me encariño con ellos. Intento no ponerles una cara definitiva. Una novela es para que el lector tenga en su cabeza las situaciones, los diálogos, las caras y el carácter de los personajes. Leer te deja mucho más espacio a la imaginación.

Además, tengo una relación de mucha ternura con mis personajes y me costaría mucho desvincularme, dárselos a otra persona y que haga con ellos lo que quiera.

P: No te vayan a hacer lo de Reverte con La Reina del Sur...

R: Hay muchos ejemplos. La literatura no puede estar en una categoría supeditada al cine. Que tu obra acabe siendo una película o una serie no debe ser un premio. Te pueden joder la novela de arriba a abajo. El objetivo es que mi obra esté publicada y que la gente la lea. Lo que venga después puede ser un castigo o un regalo. Lo sagrado es mi novela y esa es la categoría reina. El origen de todo.

P: También sale ahora El Penúltimo Negroni, un recopilatorio de los mejores artículos de David Gistau y tú escribes el prólogo. Si nos dolió a sus lectores su muerte no me quiero ni imaginar a sus amigos.

R: Es el fundador de mi segunda vida periodística y quien apostó por mí desde el principio. Aterricé en Madrid sin conocer nada de la ciudad y él fue quien me dijo qué cosas no debía hacer ni decir. Fue una especie de guía, de padrino. Es, sin duda, la persona que más ha hecho por mí profesionalmente. Y desde la mayor generosidad posible.

Aunque yo no era su mejor amigo, tuvimos muchos momentos de gran intimidad. Lo que sí es verdad es que, de los amigos de David, yo era el que más le debía.

P: Había mucho nivel en La Cultureta de Onda Cero.

R: Era muy divertido. Quizás nos reímos de más en alguna ocasión pero nos sentíamos muy libres. Además, participábamos en la tertulia política, donde había más solemnidad y rigor. Después en La Cultureta no teníamos esas ataduras y podíamos comportarnos casi como éramos en la intimidad. Algo que se notaba. Y con Carlos Alsina de brillante maestro de ceremonias, que nos venía como anillo al dedo. Cachondo pero a su vez, una faz seria y circunspecta. Y ejercía ese papel de manera deliberada para que todo saliera bien.

P: ¿Hasta qué punto es independiente un periodista? ¿Has comprobado algún tipo de cambio a lo largo de tu carrera?

R: La situación es la misma que en otras épocas. Ahora quizás es más llamativa porque hay redes sociales y nuestros pecados y virtudes son más transparentes. Pero un periodista es independiente hasta donde puede, normalmente.

La independencia total no existe tampoco en tu vida. Ni con tu familia, ni en la relación con tu pareja, ni con tus amigos. Puedes serlo hasta que alcances cierto grado de honestidad y dignidad. Algo que tienen la mayor parte de los periodistas de este país. No tengo dudas. Además, ser independiente hasta donde puedes es un lujo que no todos se pueden permitir.

Otra cosa son las decisiones que se pueden tomar desde arriba o los llamados instrumentos de prensa. Aunque se quieran llamar periódicos, son panfletos. Cortinas de humo y digitales difamatorios creados para la persecución y el amedrentamiento. Quiero dejar claro que esto es marginal porque la mayoría de periodistas que conozco, y son muchos, son independientes.

P: ¿Te autocensuras mucho?

Solo cuando tiene que ver con gente de mi entorno. Yo hablo de cosas íntimas y personales. Y a veces me autocensuro porque dentro de una historia hay gente con nombre y apellidos. Y si lo hago estoy faltando al pacto tácito entre dos personas que tienen una conversación privada. También puedo hacerles daño, claro.

Ideológicamente no lo hago. He tenido la suerte, también trabajada, de poder no autocensurarme sin pensar que pueda tener consecuencias. Y si las tiene, pues mira. Ningún problema. No estoy en una situación precaria como muchos colegas con sueldos indignos, jornadas laborales durísimas y que a lo mejor tienen que autocensurarse para poder seguir trabajando y seguir llevando un sueldo a casa. En esas situaciones hacerlo no es mentir, ni manipular, ni intoxicar a la opinión pública.

Por otro lado, falsear la realidad no tiene excusa. Tú no puedes matar a alguien para dar de comer a tu hijo al igual que en el periodismo no puedes mentir. Autocensurarse, a pesar de no ser una práctica higiénica ni saludable, no es grave porque no estás mintiendo a nadie. La responsabilidad es de quien tiene puesta su bota en tu cuello.

P: ¿Se puede hacer información política en España y seguir creyendo en los políticos?

R: Perfectamente. Tampoco he vivido como otros compañeros la política desde dentro. No voy a comidas ni a cenas. Tampoco tomo cafés con políticos. Estoy muy alejado de todo eso. Puedo escribir sobre ello pero desde la distancia. De todas formas, estoy convencido de que mis compañeros que lo hacen, saben que sí se puede confiar en la política.

P: El otro día, en el debate de TVE sobre las elecciones de Cataluña, los candidatos rozaron el bullyng con Ignacio Garriga, de Vox. Alegaron que al fascismo se le debe ignorar. La diputada de la CUP Mireia Vehí ha dicho en el Congreso el otro día que los medios no deberíamos darles voz. ¿Cuál crees que debe ser el papel de la prensa con Vox?

R: El papel que tiene que tener o que se tenía que haber tenido con Vox es algo que se debía haber discutido cuando empezaron su andadura política. No ahora con 52 escaños y más de tres millones y medio de votos. No se puede pensar que esos votantes son fascistas porque si alguien lo hace, está muy perdido. Entiendo que algún dirigente pueda serlo y que tenga opiniones repulsivas, pero España también debe dirigirse a la gente que vota a Vox. La política va de convencer al contrario. No al que tienes ya convencido.

P: También dijo que no deberíamos entrevistar a sus representantes. Ni tú ni yo podemos porque nuestros medios están vetados. A mí me encantaría, por ejemplo.

R: No me gusta que me veten y menos que un partido político de España lo haga con periodistas.

P: ¿Qué le preguntarías a Santiago Abascal si pudieras?

R: Le entrevisté en su momento y no recuerdo cuál sería la primera pregunta que le hice. Sí recuerdo que tuve que matizar muchísimo el texto por la cantidad de cosas que contaba que no eran ciertas. Me imagino que esto pasará habitualmente con ese partido. El periodista tiene que preguntar y el político contestar. Si la respuesta no corresponde con los datos, tienes que contextualizar con ellos.

P: Iñaki Gabilondo se ha apartado de la primera plana y ha venido a decir que estaba hasta los mismísimos de todo. Me ha recordado un poco a Ratzinger renunciado al Papado. En plan, yo no puedo más. Ahí os quedáis. Que venga otro.

R: Se ha ganado el derecho de estar hasta los huevos. Y a poder decirlo y actuar en consecuencia. Nadie más que él tiene ese derecho. Podría decirlo yo u otro periodista. Pero no tenemos la carrera, el prestigio ni el derecho a hacerlo.

P: En la entrevista con tu compañera Luz Sánchez Mellado en El País, Gabilondo habló del halago y señaló que no lo llevaba bien. ¿Tú qué tal te llevas con tu ego?

R: Procuro evitarlo. Hubo una época en el que te lo creías. Ya no. Porque esos que te dicen qué bien lo haces, la semana que viene te están enterrando. Es muchísimo más peligroso creerte un halago que un insulto. El insulto puede hacerte dar en los morros a quien te insulta y así mejorar tu escritura, tu manera de contar las cosas o demostrar tu independencia. Con el halago puedes convertirte en rehén de quien te lo hace y de sus opiniones.

P: En Vanity Fair hablaste de que alguna vez tus vecinos se habían quejado por el ruido de tu casa. ¿Has hecho mucho en el último año?

R: La verdad es que en el último año he hecho poco ruido. Una vez hice una fiesta con mi chica y nos dieron un toque. Con razón además. También podríamos dar toques a nuestros vecinos pero no lo hacemos porque nos sentiríamos viejos. Y hemos tenido ocasión de hacerlo.

P: ¿Te cuesta respetar las restricciones?

R: Salí el otro día de una peluquería, donde me afeitaron y por supuesto me tuve que quitar la mascarilla. Al terminar, me fui sin ella durante un cacho del camino. La gente me miraba como si fuera un extraterrestre. Ir sin mascarilla es el nuevo ir desnudo. Tuve la tentación de darme la vuelta y pedir perdón uno por uno.

Tras casi media hora de conversación, su agenda entra en juego ya que en unos minutos, el periodista presenta Miss Marte en la Librería Tipos Infames. Y todavía no hemos hablado de lo realmente importante aquí. Del puto Real Madrid. Jabois es uno de esos popes del madridismo underground que tanto buen proselitismo hizo durante el technomourinhismo y una de las plumas que mejor ha escrito sobre el equipo de las 13 Copas de Europa: “No entiendo cómo todavía queda gente que no es del Madrid. Es como renunciar voluntariamente a la felicidad”, dijo en un tuit que resume 118 años de historia. En honor a lo más cercano a un Dios que conozco, le ruego hablar un poco de ello. Y acepta.

P: Escribes en El País, tienes una sección en Hora 25 y otra en El Larguero. Acabas de publicar una nueva novela y eres una figura respetada en el periodismo español. ¿Crees que llegarás a hacer algo que supere el himno de La Décima?

R: Mejor sí, pero con más repercusión seguro que no.

P: ¿Confías en Zidane?

R: Siempre confiaré en quién me ha hecho ganar tres Copas de Europa en mi puta cara.

P: Quedan cinco meses para que Messi se vaya del Barça. ¿Nos dejará Ayuso ir a Cibeles?

R: Si no estamos vacunados espero que no. Y viendo la dinámica no creo que pase. Nosotros los madridistas hemos ido tantas veces a Cibeles que podemos celebrar tranquilamente los títulos en casa. Que no haya ninguna prisa para ello. Tenemos que celebrar lo que somos en el campo porque en la Cibeles lo hemos demostrado muchas veces.