Editado por Alpha Decay, 'Yo, Christiane F. Mi segunda vida' retoma la vida de uno de los mitos de los ochenta, la 'yonquiestrella' Christiane F., un rlato desolador pero humano.


Christine V. Felscherinow, conocida como Christiane F., se convirtió muy a su pesar en una celebridad a los quince años de edad, condición que aumentó considerablemente cuando se publicó Los niños de la estación del Zoo que dio lugar poco después a Yo, Christiane F. Hijos de la droga, dirigida por Uli Edel en 1981. La fama, entonces, pasó de estar circunscrita a Alemania y la joven se convirtió en una celebridad internacional.


Yo, Christiane F. Mi segunda vida, autobiografía co-escrita con la periodista Sonja Vukovic, es la continuación de todo aquello. ¿Qué ha sido de la joven toxicómana de quién se hizo icono popular a partir de su derrumbe personal? ¿Qué supuso para ella todas esas circunstancias? Con una prosa entre la narración y la confesión, Christiane va desvelando su vida posterior a ese momento, sorprendiendo que lejos de tratarse de una mirada al pasado desde una perspectiva acomodada las páginas de Yo, Christiane F. Mi segunda vida sean todavía más desoladoras y crudas que las del primer libro, porque en él asistíamos al correlato de una vida ingrata, marcada por la drogadicción, pero en el que había algo casi heroico que produjo esa condición de Christiane de yonquiestrella. La película ayudó, y no poco, a ese estatus que acabaría marcándola para los años venideros.


Y durante estos, encontramos a una mujer que intenta desembarazarse tanto de lo que fue como de la imagen de lo que fue, dos cosas que parecen iguales pero que no lo son. Y en el trayecto, Christiane entona el mea culpa sin (auto)condescendencia, asumiendo en gran medida sus errores. Pero, dejando de lado el carácter autobiográfico de la narración, importante, qué duda cabe, lo que realmente impacta de este libro es el relato de un descenso a los infiernos, o, mejor dicho, de su estadía en él. Porque Christiane tardó mucho tiempo en desengancharse de la heroína, y cuando lo hizo fue para abrazar la metadona, con el hígado destrozado de manera crónica, con la pérdida de la custodia de su hijo de por medio y con un calvario personal que denotan su fuerza interna para soportarlo. Es Yo, Christiane F. Mi segunda vida un libro duro, sin miramientos, porque Christiane cuenta todo con detalles y de manera clara, con una desnudez personal asombrosa.


Lejos queda la imagen rebelde de la primera Christiane, aquella que en pantalla corría por los pasillos del metro de Berlín al sonido de Heroes, de David Bowie, secuencia estelar de la película sobre su vida. El mito ha muerto y, sobre sus cenizas, emerge la mujer, la persona, enfrentada a todos y a todo y sobre todo a ella misma. De ahí que Yo, Christiane F. Mi segunda vida se alce, quizá de manera involuntaria, también como un relato sobre el destino de muchos de los mitos, sobre lo que hay detrás de ellos. Y sobre aquello que queda cuando desaparece esa aureola. En este caso, queda una mujer asediada por el pasado y que, sin embargo, y a pesar de todo, sigue hacia delante con un tesón envidiable.