Codicia, egoísmo, avaricia y materialismo terrenal son algunos de los grandes protagonistas de la nueva novela de Nativel Preciado (Madrid, 1948), una historia con la que se ha alzado con el Premio Azorín de Novela 2021. La escritora y periodista celebra, entusiasmada, que este es su primer relato de pura ficción y que le ha llevado a dar el paso hacia un nuevo horizonte literario hasta entonces inexplorado.

'El Santuario de los Elefantes' (Planeta) presenta a un grupo de amigos, aparentemente, que se embarcan en una aventura hacia África, donde se verán inmersos en la majestuosidad de la naturaleza a la par que intentan satisfacer sus intereses millonarios. Nativel Preciado aborda los detalles de la novela y qué ha supuesto para ella dar el gran salto con esta exótica historia de aventuras a ElPlural.com

Portada de 'El Santuario de los Elefantes' (Planeta), novela de Nativel Preciado
Portada de 'El Santuario de los Elefantes', novela de Nativel Preciado. Editorial Planeta.
 

PREGUNTA: ‘El Santuario de los Elefantes’ es una apuesta literaria totalmente distinta a todo lo que ha publicado hasta el momento. ¿Qué le motivó a dar este paso para contar esta historia?

Respuesta: Siempre es un reto ver si eres capaz de hacer otra cosa. Es impresionante pensar que todavía puedes afrontar retos nuevos y que no te dejas llevar por la inercia o por lo que más o menos parece que sabes hacer. Me gustaba el reto de contar una ficción pura y dura y de hacer una novela con tantos personajes. Yo siempre hago novelas más intimistas, con pocos personajes y con muchos elementos de mi propia vida, de mis experiencias profesionales y las vitales, de lo que he conocido.

Tengo fascinación por África desde niña y pensé: ¡A ver si soy capaz de hacer esto! Como la pandemia y el confinamiento nos han hecho vivir tan aislados, pensando todo con temor e incertidumbre, mi mayor miedo era ver si era capaz de escribir esta novela. Lo he pasado muy bien porque me he documentado de una manera que me ha hecho ver la parte más bonita de la novela: he descubierto un mundo nuevo, he visto muchos documentales, he aprendido muchas cosas sobre los animales, sobre todo por los elefantes a los que les tengo especial devoción.

Cuando conseguí terminarla lo entregué y lo presenté al Premio Azorín de Novela, y la suerte es que al jurado le gustó. Eso me ha dado un ‘chute’ de energía, vitalidad y ganas de seguir que es como si me hubiesen dado el primer premio de mi vida. Después de todas las penurias que hemos pasado todos al final es un premio que te resarce de muchas penalidades.

P: Usted asegura que su novela se asemeja a un cuento, por ello se lo ha dedicado a su nieto.

R: Es un libro de aventuras, donde suceden muchas cosas durante un viaje, cosas insólitas y grotescas. Es una narración alegórica, hay buenos y malos, aspectos bonitos y desagradables. El mundo es esquemático, espero que no sea simplista, es el bien frente al mal, la naturaleza frente a los que se aprovechan de ella, el ‘homo sapiens’ frente al resto de animales… Y todo ello es un cuento alegórico, aunque para adultos, porque a mi nieto no le contaba las tropelías de “depredadores”, los personajes, pero sí le contaba las historias que he ido aprendiendo de los elefantes, del comportamiento de las especies animales, de historias África y como le gustaba mucho por eso se lo dedico a él.

Entre la ficción y la realidad la línea divisoria es muy sutil, muy delicada, hay más diferencia entre los sueños y la ficción que en la ficción y la realidad.

P: En varias ocasiones hace mención de las primeras noticias que llegaban desde Wuhan sobre el coronavirus, a la vez que al final del relato alude a su llegada a España y al continente africano. ¿Cómo fue el proceso de escribir esta exótica historia durante el confinamiento?

R: Entre la ficción y la realidad la línea divisoria es muy sutil, muy delicada. Hay más diferencia entre los sueños y la ficción que en la ficción y la realidad: todo lo que podemos inventar o imaginar ya ha sucedido. En la ficción siempre nos damos cuenta que las cosas ya se han contado pero es cierto lo que se dice: la realidad supera a la ficción.

P: Hay un personaje que evoca en un momento de la novela al Ébola en 2014 y otro que, en repetidas ocasiones, hace mención a las primeras noticias del coronavirus en Wuhan y, posteriormente, al impacto que generó en España y en el continente africano.

R: No eran conscientes de la magnitud del problema, no daban crédito, vivían de espaldas al mundo y solo se centraban en sus negocios, pensaban que ellos estaban a salvo de todo y como se ve en la novela no están a salvo ni del virus ni de nada, porque en todos puede verse una cierta venganza de la naturaleza frente a sus actitudes.

P: También define su novela como un “canto a la naturaleza” por el que abrirle los ojos a la gente para tratar a nuestro entorno de la forma en el que él trata a los humanos, y más con los últimos acontecimientos provocados por la pandemia. ¿Cree que en sus lectores despertará ese sentimiento de responsabilidad y cuidado?

R: Cuando escribo, escribo para aclarar mi mundo, para aprender, para ver cómo son las cosas, para enfrentarme a determinados hechos o personajes que no acabo de entender del todo. Voy aprendiendo según voy escribiendo y leyendo, voy viviendo el mundo. Lo único que pretendo es, primero, ser capaz de aclararme yo misma con la ficción que planteo en la novela; luego, mi pretensión es llegar al final, quedarme satisfecha y entregar mi libro y a mis personajes, que ya dejan de ser míos, para que el lector haga lo que quiera con ellos,

Lo que pretendo es que el lector se entretenga leyendo porque es la primera función de la literatura, es un entretenimiento del que se sacan muchas consecuencias, pero entretener con la lectura a mí me parece un objetivo superior. Después, si el lector aprende lo que yo he aprendido al escribirlo, es maravilloso, pero unos aprenderán unas cosas y otros otras y sacarán conclusiones completamente diferentes. Bienvenido sea que saquen conclusiones y que lleguen al final de la novela diciendo: “He pasado un rato entretenido, interesante y que me ha hecho pensar un poco y me ha dado una idea”, con esa ya me doy por satisfecha.

P: Pone sobre la mesa temas como el tráfico de marfil, la falsificación de medicamentos en el mercado y la caza furtiva. ¿Considera que estos problemas deberían tratarse más en los medios de comunicación y, por ende, ponerse en las mesas de debate de los Gobiernos de las potencias mundiales?

R: Sin duda, pero no ahora y menos cuando se ponga en la actualidad determinados temas como las razones tan trágicas como el asesinato de dos compañeros nuestros (David Beriain y Roberto Fraile) que estaban haciendo un documental sobre la caza furtiva, es un problema que existe pero parece que el mundo les da la espalda porque están en un territorio lejano.

Pero parece que algo está sucediendo porque hasta el propio Joe Biden ha hecho algo insólito: se ha vuelto tan radical en determinadas decisiones, que el G7 se ponga de acuerdo, ha subido los impuestos a algunas multinacionales, que se hable de África, de los medicamentos y que se cedan 1.000 millones de vacunas, que no es nada, porque se necesitan 11 mil millones para intentar vacunar a la gente que lo necesita. Se ha dicho muchas veces que sin inmunidad no estamos a salvo, si no se vacuna a la mayoría del planeta, siempre habrá un foco de contagio, entonces, aunque solo sea por egoísmo, parece que se empieza a tomar alguna medida tímida para que algo esté cambiando, aunque muy lentamente, porque hay mucha gente que se resiste al cambio porque se priva de su riqueza o porque se pone en peligro su ambición o insaciabilidad.

No obstante, a pesar de que sean muy lentos, creo que algo está cambiando, aunque la vida humana es muy corta y a lo mejor no nos da tiempo a verlo, pero está claro que el sistema no es sostenible. Hay un proverbio africano que dice: “Cuando hay muchos naufragios hay que reparar el puente”,  habría que reparar muchas cosas y empezar por lo que está mal.

P: Según los datos estadísticos de la vacunación global, África no ha vacunado ni al 1% de su población total. También resulta curioso que siempre se habla de África como un país, aunque se trate de un continente.

R: De hecho, donde se desarrolla todo el escenario de la novela, en Tanzania, su presidente negó la existencia de la pandemia y prohibió a sus habitantes hablar sobre ello, y eso que es un país democrático. El pobre ha muerto de coronavirus. La nueva presidenta que es una mujer, por cierto, ha puesto orden y ha empezado a vacunar y a tomar las medidas necesarias para evitar que se propague como lo ha hecho hasta ahora.

Realmente han sido víctimas, una vez más, del egoísmo del primer mundo sobre lo que está sucediendo en estos países. África no es un país, es un continente repleto de países donde hay muchas diferencias de vida.

El elefante, como dice Kapuscinski, es el espíritu y alma de África.

P: África es el epicentro de la novela, un escenario muy poco habitual en la literatura española. ¿Tiene algún vínculo personal o de interés para rendirle tributo de esta manera?

R: Todo proviene de vocaciones infantiles, leía libros de aventuras cuando era pequeña y tengo toda la colección de los libros originales de ‘Tarzán’. El mundo africano siempre aparecía en todas las novelas que leía de niña, incluso en tebeos como ‘El Capitán Trueno’.

Cuando llegué por primera vez a África el primer país que conocí fue Senegal, he hecho muchos viajes por razones profesionales, pero todos los países que he conocido han superado todas mis expectativas que yo tenía sobre el continente y la manera de ser de los africanos. Es un lugar grandioso, con paisajes sobrecogedores, con una belleza extraordinaria, con animales que son un verdadero espectáculo y con gente que vive con muy pocas cosas y que están siempre alegres, menos cuando pasan hambre o tienen guerras, plagas o son víctimas de la barbarie. La vida cotidiana de esta gente es contagiosa, están todo el día bailando y dando gracias por lo que tienen.

Es un sitio que, cuando llegas, te sientes un “animalillo” más, cuando vas con la mirada limpia te sientes poca cosa, que es lo que somos en el mundo, pero el espectáculo de la naturaleza es mucho más poderoso que todas las multinacionales. Es un aprendizaje fundamental, a mí me pasó y creo que a mucha gente también, de sentirnos muy poca cosa frente a la grandiosidad de la naturaleza. 

P: ¿Y por qué los elefantes?

R: Primero vi a los elefantes en zoos y circos, luego en África, y no sabían que sufrían tanto. Hasta que no se prohibió los animales en los circos, que ha sido una decisión muy reciente, los trataban de una manera salvaje y los maltrataban para que pudieran hacer las cosas que hacían.

He leído muchas historias de elefantes, en algún renglón de la novela hablo de una escena con estos animales que he vivido y que termina diciendo que los elefantes también lloran, son seres especialmente sensibles aunque parecen muy majestuosos, duros y fuertes pero son de una sutileza impresionante. El elefante, como decía Kapuscinski, es el espíritu y alma de África.

P: La construcción y narración de los personajes debe de haber sido muy compleja, ¿con cuál de ellos se identifica más?

R: El más malvado, que también es misógino, prepotente, machista y excluyente es Carlos. Le he ido cogiendo manía progresivamente, sin embargo no le he castigado tanto como a otros. No me acabo de identificar con ninguno, ni siquiera con Adriana, que es el personaje más salvable de todos, al final es la que mejor se entiende con la naturaleza.

Es la novela más de ficción que he hecho nunca, no me identifico especialmente con ninguno: a veces con Adriana, otras con las ayudantes de Patrick Wells. Pero sí me identifico con África, con su naturaleza, aunque no he vivido allí, solo he sido viajera, no me hubiera importado quedarme en algunos de los lugares que he conocido.

P: ¿Diría que ‘El Santuario de los Elefantes’ es su mejor novela?

R: No lo sé, eso es cómo preguntar lo de los hijos. Cada una ha tenido una función bonita y ha cumplido una etapa de mi vida, y esta es una etapa muy ilusionante porque al cabo de tener tanta ilusión por tanto tiempo por una cosa nueva me rejuvenece, me hace entrar en una especie de regresión y es buenísimo para pensar que todavía me queda mucho tiempo para vivir y para escribir, y eso es gracias a esta novela.

Sin embargo, no me atrevería a seguir por la misma senda. Es cuando hacía exámenes en la facultad: apartaba los libros y los apuntes y decía “prueba superada”, pero no volvería a examinarme otra vez.