La novelista Julia Crouch, en 2013, definió el domestic noir, subgénero de la novela negra, como aquel cuyas narraciones transcurren en los hogares y lugares de trabajo, que aunque no lo hace de forma exclusiva giran alrededor de una experiencia femenina y en gran medida alrededor de las relaciones emocionales, buscando el crear una atmósfera desafiante y malsana, también peligrosa, entorno a la cotidianidad. El punto de vista tiende a ser feminista o femenino (hay una gran diferencia entre ambos conceptos pero no queda claro cuál podría adecuarse en este aspecto) y la mayoría de escritores que suelen incluirse dentro del domestic noir, son mujeres: la propia Cruch, Lionel Shiver, Julie Myerson, Samantha Hayes, Elizabeth Haynes, Gillian Flynn y A.S.A. Harrison. Tanta feminidad ha llevado en ocasiones el subgénero también sea conocido, peyorativamente, como chick noir.


Esta definición sirve para explicar perfectamente una novela como La mujer de un solo hombre, la cual se mueve durante gran parte de su historia en el terreno de la radiografía matrimonial, dividiendo los capítulos entre ella, Jodi, y él, Todd, en un momento de inflexión de su relación, tras veinte años juntos, cuando él deja embarazada a la joven hija de su mejor amigo, decidiendo romper con su vida y comenzar de cero. Si no fuera porque, nada más comenzar, se avisa al lector que Jodi ha asesinado a alguien, apenas podríamos imaginarnos durante gran parte de la novela que estamos ante una obra de índole criminal. Y sin embargo, Harrison va desarrollando, bajo la superficie de ese relato matrimonial, una atmósfera que poco a poco va enturbiándose, aunque pueda no parecerlo. Porque lo hace con sutilidad, marcando muy bien los tiempos narrativos y dejando que la historia avance sin prisas, deteniéndose en momentos en apariencia intrascendentales, cotidianos, incluso triviales, pero que sirven para ir construyendo un marco contextual y emocional así como para definir a los dos personajes. Aunque salvando diferentes distancias, pues las intenciones y los resultados son muy diferentes, la novela de Harrison nos recuerda en algunos aspectos a Gone Girl, de Gillian Flynn.


Y lo hace porque a través de las páginas de La mujer de un solo hombre nos encontramos con un intento de radiografiar no solo a una pareja, sino más bien de indagar en la herencia emocional y cultural que hay detrás de ella. Ambos provienen de familias con peculiaridades, más o menos disfuncionales, que han creado en ellos una obligatoriedad asumida. Pertenecientes a una clase media próspera y hecha a sí misma, representan los valores de su clase, también sus miserias y esa fachada que, una vez conseguida cierta comodidad económica, se alza para no dejar ver la realidad. Harrison vierte, con gran respeto, quizá con demasiado, una cierta crítica a esa herencia social y cultural en la que, por supuesto, la mujer sale peor parada que su compañero. Jodi, que es psicóloga, va narrando su vida a través de una terapia que tuvo años atrás, recuperando recuerdos de su infancia que poco a poco van desvelando algunas de las cuestiones de su personalidad. Por su parte, Todd, vive condicionado por el deseo de no ser como su padre, de no comportarse como él, en una lucha interior entre la necesidad de conservar lo que tiene y seguir siendo quien es y la nueva vida que se le impone. Y frente a ellos una joven que representa una nueva forma de ver las cosas.


Por otro lado, resulta muy interesante la visión de Harrison alrededor del dinero, de la economía y su estructuración social, siendo en gran medida, como sucede en muchos relatos del género negro, uno de los detonantes del elemento criminal. Cuando la supuesta seguridad que otorga una buena situación social se ve peligrar, entonces, surge una salida, en este caso, totalmente extrema. Y lejos de ser una mera excusa argumental, la escritora despliega un interesante comentario, no exento en su final de cierta ironía, sobre el poder del dinero para modificar conductas y llevar a alguien hacia lugares oscuros que nunca antes habría pensado que llegaría a transitar.


Todo lo anterior hace de La mujer de un solo hombre una buena novela, construida y escrita por Harrison con inteligencia, conduciendo al lector poco a poco desde una narración en apariencia cotidiana y sin sorpresas hacia una resolución que acaba convirtiendo todo lo anterior en algo mucho más profundo de lo que en un primer momento pueda parecer.