“Please allow me to introduce myself” [Déjame que me presente]. Con esa frase se presenta el diablo en 'Sympathy for the Devil' [Simpatía por el Diablo], la mítica canción de los Rolling Stones. Y así decide presentarse también Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) al inicio de 'El loco de Dios en el fin del mundo' (Random House), una novela sin un gramo de ficción que, sin embargo, es la más increíble de todas cuantas ha escrito. "Tengo la superstición de que el inicio tiene que dar, idealmente, no solo el tono de lo que va a ser, sino que tiene que contener, como en germen, el libro entero", nos cuenta en una entrevista concedida a ElPlural en la que reitera la descripción que hace de sí mismo en la primera página de la novela: "Soy ateo, soy anticlerical y soy laicista militante".

Un ateo irredento en el Vaticano

Pese a estas credenciales, el papa Francisco le invitó a viajar con él a Mongolia para escribir un libro sobre él, sin condiciones. La única, la puso el propio Cercas, tener unos minutos a solas con él para preguntarle si su madre podría reencontrarse con su padre cuando muriese. "Mi madre era una persona profundamente creyente, como tantas madres de nuestra generación, en algún momento bromeo diciendo que, comparada con la fe de mi madre, la del Papa Francisco, era más bien dubitativa", comenta. Ella creía profundamente en la resurrección de la carne y su hijo se embarcó en este insólito periplo para tratar de resolver el misterio.

"Se puede decir que yo formulé al Papa esa pregunta y su respuesta es el primer final de la novela (...) Y luego hay otro final que, si yo fuera creyente, pensaría que es un pequeño milagro", nos cuenta el autor. 'El loco de Dios en el fin del mundo' está planteado como una investigación policial, como hace en todas sus novelas. Añade con ironía que empezó escribiendo libros de ciencia ficción y que ahora parece haber vuelto a esos orígenes, al intentar resolver el enigma de los enigmas, el de la vida eterna, eje central de la doctrina católica en la que no cree. 

Portada libro de Javier Cercas, 'El loco de Dios en el fin del mundo' (Random House)

"Todo este libro es una locura", confiesa, una locura llena de coincidencias, entre las que destaca la muerte del Papa Francisco, casualmente un lunes de Resurrección, justo antes del Día del Libro y en plena promoción: Mucha gente dijo que era una operación de marketing para ayudar a la venta de mi libro. Tenían razón, por supuesto”, bromea. Se ha convertido en el libro más vendido en varios países y está siendo una "experiencia increíble", en palabras del propio autor. 

Le preguntamos si rezó por el Papa tras su muerte. "No, porque no sé rezar. Se me olvidó. Lo perdí", contesta rotundo. También sobre su figura: "He intentado entenderlo en toda su complejidad, sin ocultar sus sombras, que son muchas, sus recovecos, sin ocultar críticas ni las luces".

Desde que escribo, me han acusado de blanquear a un fascista, a un impostor... Me da exactamente lo mismo

Para Cercas, comprender es el gran mandato de la literatura. “La literatura sirve para comprender, que no significa justificar.” Lo dice contra quienes le acusan —como siempre que publica— de “blanquear algo”. “Desde que escribo, me han acusado de blanquear a un fascista, a un impostor... Me da exactamente lo mismo.”

De Francisco —el loco de Dios, como sugiere el título— dice que fue un Papa disruptivo, que planteó preguntas incómodas, aunque no siempre pudiera cambiar las cosas. “Para volver al cristianismo primitivo no hace falta un Papa, hacen falta 55". Pone como ejemplo que hubiera puesto sobre la mesa la falta de mujeres en la Iglesia católica y pequeños gestos como la bendición a las parejas homosexuales.

"Entonces la gente dice: 'Sí, pero no hizo nada. Esto de la bendición es una tontería'. Pues provocó que todos los obispos y cardenales de África, al unísono, pusiesen el grito en el cielo y que el presidente de la Conferencia Episcopal saliera disparado a Roma a decir que eso no podía ser. Provocó un terremoto de unas dimensiones fenomenales. Al menos este Papa  ha planteado los problemas, ha dicho que los homosexuales tienen que tener los mismos derechos que nosotros", argumenta.

Entrevista completa con Javier Cercas

Esta es la conversación completa con Cercas, en la que hemos hablado de cómo perdió su fe, del poder político del Papa -que considera inexistente-, de sus referentes y del papel de la literatura.

PREGUNTA.- No sé cómo calificar esta nueva novela: ensayo, crónica periodística, novela... ¿Cómo la calificarías tú?

RESPUESTA.- Yo la califico como crónica, ensayo, biografía, autobiografía, etcétera, etcétera, etcétera . Es una novela sin un gramo de ficción, aquí no hay nada inventado. Y lo es porque yo trabajo como un novelista, no como ensayista o periodista, algo que no soy, por otra parte. Entiendo la novela como la entendía Cervantes, un género que tiene la capacidad de integrar todos los demás y trascenderlos. Así la leo yo, pero tú puedes hacerlo como quieras, el lector es soberano.

El humor es un instrumento de conocimiento absolutamente indispensable

P.- Es una novela para leer, releer, pensar, anotar e incluso estudiarla, en algunos aspectos. 

R.- Ojalá tengas razón. Esta ha sido siempre mi idea, siempre he escrito así. Creo que lo más serio también puede ser muy entretenido, se puede hablar de las ideas más complejas, con la mayor claridad, puede ser, debe ser, apasionante y con el mayor sentido del humor. Para mí el humor es la cosa más seria del mundo. En realidad, ya nos lo dijo Cervantes, lo que pasa es que somos muy tontos y no acabamos de aprenderlo. Yo no concibo la literatura sin humor o, como mínimo, sin ironía. El humor es un instrumento de conocimiento absolutamente indispensable.

P.- En esta novela, Javier, también hablas de cosas muy íntimas, te desnudas, por decirlo de alguna manera, diría que das un paso más allá, con respecto a anteriores libros.

R.- Montaigne al principio de los ensayos dice: 'Yo mismo soy la materia de este libro', Pues yo mismo soy la materia de mis libros, hablo de mí porque, como decía Unamuno, es lo que más cerca me pilla (se ríe), y porque yo soy un hombre común y corriente. Esa es la realidad. Montaigne hablaba de él para hablar de todos. Yo hablo de mí para hablar de todos, parto de mi propia experiencia para convertirla en universal. La literatura convierte lo particular en universal.

El corazón de este libro es el corazón del cristianismo, es decir, el corazón de la civilización occidental. Hay que recordar algo muy obvio: yo soy ateo, soy anticlerical, soy un laicista militante, pero no soy tonto y sé muy bien, como debería saberlo cualquier persona mínimamente con dos dedos de frente, que el cristianismo, y la Iglesia católica en particular, ha sido absolutamente decisivo en los últimos 2.000 años de historia. Como decía Benedetto Croce, que era un agnóstico y yo le cito en el libro, no podemos no llamarnos cristianos. Nosotros, los europeos, los occidentales, venimos todos del mismo sitio, es decir, de Atenas y de Jerusalén, de Sócrates y de Jesucristo.

Mi madre era una persona profundamente creyente. En algún momento bromeo diciendo que, comparada con la fe de mi madre, la del Papa Francisco, era más bien dubitativa

La insólita propuesta de entrar en el Vaticano, hablar con quien quisiera, preguntar lo que quisiera, viajar con el Papa y al final escribir lo que yo quisiera es una locura. En ese momento lo primero que pienso es en mi madre. Por lo tanto es algo muy íntimo, muy personal, absolutamente personal. Mi madre era una persona profundamente creyente, como tantas madres de nuestra generación, en algún momento bromeo diciendo que, comparada con la fe de mi madre, la del Papa Francisco, era más bien dubitativa. Ella creía que iba a ver a mi padre después de la muerte, como le había prometido su religión, como promete el cristianismo.

De eso es de lo que finalmente va a tratar este libro, cómo un loco sin Dios como yo, que como la inmensa mayoría de los españoles, europeos, occidentales, gente educada con el cristianismo y que en algún momento del camino perdió la fe, va a buscar al loco de Dios, es decir, a Francisco. Asombrosamente es el primer Papa que eligió el nombre de Francisco, como Francisco de Asís, que se llamaba a sí mismo el loco de Dios. Pues eso, un loco sin Dios se va con él hasta el fin del mundo si hace falta, simbólicamente Mongolia, para preguntarle si mi madre iba a ver a mi padre después de la muerte y escuchar su respuesta, la de él, que es el único autorizado realmente para dármela y llevársela de vuelta a mi madre. 

Todas mis novelas y todas las novelas que me importan del Quijote para acá, todas pueden leerse como novelas policiales

Todas mis novelas y todas las novelas que me importan del Quijote para acá, todas pueden leerse como novelas policiales, porque en todas hay un enigma y alguien que intenta descifrar ese enigma. Eso es la esencia del género policial, solo que, en este caso, estamos ante el enigma de los enigmas, como te decía, el enigma fundamental del cristianismo y, por lo tanto, uno de los más fundamentales de nuestra civilización, es decir, la resurrección de la carne y la vida eterna. ¿Eso es íntimo? Totalmente, no puede ser más íntimo. ¿Es universal? Pues claro, es universal. Yo llego ahí al centro del cristianismo, no por un interés teológico, digámoslo así, o intelectual, sino por una cuestión puramente personal.

P.- Ahora la pregunta lógica sería saber si conseguiste resolver el enigma, pero dado ese planteamiento policiaco, no vamos a adelantar el final.

R.- Se puede decir que yo formulé al Papa esa pregunta y su respuesta es el primer final de la novela. Aristóteles estaría muy contento con ese final, porque decía que el final ideal es a la vez inevitable y sorprendente. La respuesta del Papa, es totalmente sorprendente, Y luego hay otro final que, si yo fuera creyente, pensaría que es un pequeño milagro.

P.- Y sin ser creyente, ese segundo final, te dejó casi sin palabras. 

R.- Exactamente, como creo que le dejaría a cualquiera. 

Empecé escribiendo literatura fantástica y creo que sigo escribiendo literatura fantástica. ¿Hay algo más fantástico que la resurrección de la carne y la vida eterna? 

P.- Esta experiencia que has vivido parece de ciencia ficción, podrías habértelo inventado todo

R.- Yo empecé escribiendo literatura fantástica y creo que sigo escribiendo literatura fantástica. ¿Hay algo más fantástico que la resurrección de la carne y la vida eterna? ¿Hay algo más fantástico que el Vaticano? ¿Hay algo más fantástico que todas las coincidencias que se han dado en este libro desde el principio hasta el final? Y hasta después del final, porque Francisco se muere el lunes de Resurrección y, encima, en vísperas del Día del Libro. Mucha gente dijo que era una operación de marketing para ayudar a la venta de mi libro. Tenían razón, por supuesto.

 El ejercicio más difícil a la hora de escribir este libro ha sido limpiarme la mirada de prejuicios

Bromas aparte, el ejercicio más difícil a la hora de escribir este libro ha sido limpiarme la mirada de prejuicios. Todos, españoles, europeos, todo el mundo está saturado de prejuicios sobre el cristianismo en general y la Iglesia católica en particular. Prejuicios a favor o en contra o mediopensionistas, sobre todo en contra y prejuicios totalmente justificados. La historia de la Iglesia Católica se puede y se debe leer como la historia de la perversión del cristianismo de Cristo. No soy el primero que lo dice, Dostoyevski lo dijo mucho mejor que yo. Es un hecho. He ido al Vaticano para ver lo que realmente hay, no para juzgar, sino para intentar entender. 

P. Al principio del libro haces una descripción de ti mismo en la que, entre otras cosas, insistes en que eres un ateo anticlerical y, por si no quedara claro, utilizas una de las frases de la célebre 'Sympathy for the Devil', de los Rolling Stones, 'Please allow me to introduce myself' (Déjame que me presente). ¿Cuando escribes la descripción y en qué momento seleccionas la cita? ¿Al final o al principio de escribir?

R.- Tengo la superstición de que el inicio de un libro tiene que dar, idealmente, no solo el tono de lo que va a ser, sino que de algún modo tiene que contener, como en germen, el libro entero. Ese es el principio ideal. Es como la obertura, en el sentido musical. El primer borrador de esas seis frases lo escribí antes de ir al Vaticano, casi al principio, pero está reescrito mil veces, como un poema, hasta que tenía exactamente las palabras que tiene ahora y que tenía que tener. 

Soy un amante del rock and roll y de Bach, que es el primer rockero

En cuanto a las citas de los Rolling, porque hay una cita inicial y otra al final, yo soy un amante del rock and roll y de Bach, que es el primer rockero. La banda sonora del libro son los Rolling Stones y Juan Sebastián Bach, que se parecen mucho más de lo que parece. Para mí era obvio que 'Simpatía por el diablo' fuera la canción que abriese el libro, por cierto, una canción religiosa, algo que nadie ha notado salvo yo y Mick Jagger, por supuesto (se ríe). Pero es obvio que es religiosa porque no puede existir el diablo sin que exista Dios. Obviamente. 'Permítanme que me presente'. Y es el diablo que llega al Vaticano.

Yo soy el diablo, pero también soy un loco sin Dios. Está el loco de Dios en el libro que es Francisco, y el loco sin Dios, que alude al loco de Nietzsche

P.- ¿Y ese diablo eres tú?

R.- Yo soy el diablo, pero también soy un loco sin Dios. Está el loco de Dios en el libro que es Francisco, y el loco sin Dios, que alude al loco de Nietzsche, que es un personaje muy presente de este libro, como ha estado muy presente en mi vida. El loco es un fragmento de 'La gaya ciencia', en la que hay un loco en pleno día con un farol encendido gritando 'Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado'. La gente  que no ha leído el fragmento o que lo ha olvidado, piensa que el loco está feliz, eufórico porque por fin hemos matado a Dios. Pero la verdad es que está triste, por no decir que está desolado y con razón. Porque si Dios no existe, como dice Iván Karamázov, el personaje de Dostoyevski, si Dios no existe, todo está permitido. Si Dios ha muerto, el fundamento, la base de nuestra civilización, se ha caído, se ha derrumbado. Entonces, ¿qué hacemos? Esa es la gran pregunta.

De hecho, el narrador de este libro que soy yo, el loco sin Dios, es también una declinación de mí mismo. A medida que el libro avanza, siente nostalgia de eso que daba sentido al mundo. Y de hecho, si lo piensas, yo lo pienso cada vez más y tal vez escriba algo sobre esto, gran parte del arte del siglo 20 se puede entender como una crónica de la ausencia de Dios, es decir, de la ausencia de un sentido global. Hay casos evidentes: Kafka, Bergman en el cine y tantos otros. 

P.- ¿Se podría decir que no es fácil vivir sin Dios?

R.- Nos cuesta entenderlo, pero es así. Dios daba sentido a todo y es un legado de muchos siglos. Nosotros ahora pensamos en la resurrección de la carne y la vida eterna, y creemos que esto es una cosa de gente pobre e inculta, pero eso en la historia no ha sido así. Las mentes más privilegiadas han creído en estas cosas. Ya no hablo de Santo Tomás o de San Agustín, dos de los tipos más inteligentes que haya habido nunca, hablo de Dante, hablo de Cervantes, hablo de Newton, hablo de Kant... Llega un momento, sobre todo final a partir de finales del XIX, donde esa ausencia de Dios se convierte en un hecho. Nietzsche, en este sentido, es fundamental y hoy vivimos en una sociedad sin Dios. La inmensa mayoría somos laicos, aunque cuando se muere el Papa resulta que el mundo entero está ahí. 

Cuando Stalin hace aquella famosa pregunta a aquel diplomático francés de '¿Cuántas divisiones tiene el Papa?', estaba diciendo una verdad real

P.- ¿Crees que el Papa es un líder político con influencia real?

R.- No es un líder político en el sentido duro de la palabra. Cuando Stalin hace aquella famosa pregunta a aquel diplomático francés de '¿Cuántas divisiones tiene el Papa?', estaba diciendo una verdad real, Es decir, lo que el Papa dice es escuchado, pero no cuenta. No nos engañemos. El Papa dice: 'Basta de guerras', muy bien, sale en las televisiones, pero no ha parado ninguna guerra. Siempre se pone el ejemplo de Juan Pablo II, que intervino decisivamente para detener una guerra inminente entre Chile y Argentina, cuando estaba Pinochet vivo. Es verdad, pero no había estallado la guerra y le habían pedido que hiciera de mediador. 

Se sobrevalora la dimensión política del Papa y se infravalora la dimensión religiosa

El oficio del Papa no es parar la guerra, por mucha, mucha influencia que tenga. Quien tiene que parar la guerra son Putin, Zelenski, Donald Trump, la Unión Europea o Netanyahu. Se sobreestima la influencia política del Papa. Aquí hay un problema muy grave, enorme. Cuando me empecé a sumergir en el Vaticano, me di cuenta de una paradoja y es que la inmensa este los papas no concedía entrevistas, pero este ha concedido muchísimas, hay documentales,  de todo. En esas entrevistas casi solo se habla de política. Claro que tiene una dimensión política y es relevante lo que dice, pero es un líder religioso, no un líder político, por lo que no tiene capacidad ejecutiva real. Se sobrevalora la dimensión política del Papa y se infravalora la dimensión religiosa. Su discurso religioso apenas afloraba a los medios de comunicación.

A este hombre se le recibía en el Congreso de los Estados Unidos, no porque fuera el presidente de un país, sino porque era el líder religioso de una religión universal. Es muy importante decirlo, porque interpretamos las cosas de la Iglesia con la óptica laica y eso nos lleva a errores monumentales, a equivocarnos por completo. Lo hemos visto con la elección del nuevo Papa, que se pensaba que iba a imponerse una figura reaccionaria en línea con los tiempos actuales. Pues el resultado ha sido un Papa que, según todos los indicios, va a proseguir con las reformas de Francisco de una manera más clásica, menos disruptiva, pero todo indica que la línea va a ser básicamente la misma. Se malinterpreta políticamente a Francisco, al hablar en términos de derechas e izquierdas. No era ni de derechas ni de izquierdas, era un papa. 

Soy un loco reprimido en mi vida cotidiana (...) Pero estoy como una puñetera chota y en mis libros la locura se desmadra

P.- En la novela se incluye también al Cristo de Delqui, una especie de alter ego tuyo, ¿no?

R.-  Este libro se puede leer como un 'Elogio de la locura', está lleno de locos: el loco de Dios, los locos de Dios que son los misioneros, el loco sin Dios. Yo tengo fama de ser una persona seria, es una fama falsa. Yo soy un loco reprimido en mi vida cotidiana. Intento ser una persona razonable para no molestar a nadie. Pero yo estoy como una puñetera chota y en mis libros la locura se desmadra. Para eso sirve la literatura, para poder sacar al loco que llevas dentro.

El Cristo Delqui era un personaje real, un tipo loco de remate, a quien un gran poeta, uno de los grandes de nuestra lengua, Nicanor Parra, que en Chile es el gran poeta nacional junto con Neruda y de quien soy un gran lector,  rescato. Aquí es un personaje sensacional que encarna la locura de Cristo. El cristianismo de Cristo no se parece en nada al que nosotros hemos conocido. Jesucristo era un tipo peligroso, subversivo, revolucionario, Era un tipo que decía cosas peligrosas: 'Yo no he venido a traer paz, sino espada'. Era un tipo que decía que todos los seres humanos eran iguales y eso era peligrosísimo. Era un tipo al que crucificaron porque era un peligro público. Se rodeaba de lo peor, con los humillados, con los ofendidos, con los viejos, con las putas... Ese es el cristianismo que Bergoglio intentó recuperar desde Vaticano.

A lo largo de la historia, la Iglesia ha sido exactamente lo contrario y eso en España lo sabemos muy bien. Han sido siglos y siglos de estar pegados al poder, con los que mandan, con los ricos. Una cosa que daba miedo, lo contrario de la alegría de vivir. Entonces por eso digo que la fobia a la Iglesia está totalmente justificada en nuestro país.

El Cristo Delqui encarna la Iglesia de Cristo, un tipo que está como una chota, pero que al mismo tiempo es extraordinariamente lúcido, como Don Quijote. Como este es un libro loco, un banquete con muchos platos, un saco donde cabe todo, me pareció inevitable que apareciese hablando de los pobres y de los que no tienen donde caerse muertos. Y que luego reapareciese para dar su opinión sobre el papa Francisco. Ese es el único poema que yo he publicado en mi vida, imitando la voz de Nicanor Parra, que imitaba la voz del Cristo Delqui. Lo leí en Santiago de Chile y la gente estaba muy contenta. 

Hay cosas que cuando escribes un libro te parecen inevitables y esas son las buenas. Los libros te llevan por lugares totalmente inesperados, los buenos libros, los que funcionan.

Desde que empecé a escribir siempre hay alguien que me acusa de blanquear algo

P.-¿Qué te han dicho del libro tus amigos laicos que te advertían de un posible blanqueamiento de la iglesia católica?

R.- Eso es en realidad es un chiste, como tantas cosas en el libro. Desde que empecé a escribir siempre hay alguien que me acusa de blanquear algo. Yo me imagino que a Shakespeare lo acusarían de blanquear a Ricardo III, que era un asesino total. Hay gente que no entiende una cosa que es muy elemental, la literatura sirve para comprender, que no significa justificar, sino exactamente lo contrario: darnos los instrumentos para no cometer los mismos errores. Hay una frase muy famosa que he pedido muchas veces a los franceses que por favor la quiten de su de su lengua: 'Comprenderlo todo es perdonarlo todo', Falso. Comprenderlo todo es exactamente lo contrario. 

Yo lo que he querido es ir allí a la Iglesia, a comprender qué es lo que ocurre allí, no a juzgar. Claro que hay veces en que el loco sin Dios juzga y critica, pero hay fundamentalmente una voluntad de entender. La gente confunde la literatura con la pedagogía y eso es otra cosa. La literatura no se dedica a juzgar. Dostoievski nos hace entender a un asesino como Raskolnikov. En 'El Padrino', que es una de las mejores películas que se han hecho en toda la historia, te cae bien Michael Corleone, que es un asesino capaz de matar incluso a su propio hermano.

Eso es lo que hace el arte auténtico, la auténtica literatura. Por eso es útil, siempre y cuando no se lo proponga, porque entonces se convertiría en propaganda. Te lo diré de otra manera, si viniese un genio, un Shakespeare, un Dostoyevski, un Cervantes y fuera capaz de permitirnos entender por qué el país más civilizado de la tierra, Alemania, o uno de los más civilizados, por qué un psicópata como Hitler, rodeado de un grupo de psicópatas, fue capaz de seducir no solo a ese país, sino a medio mundo, si pudiésemos entender por qué eso ocurrió, empezaríamos a tener los instrumentos para que nada parecido volviera a repetirse. No soy tan ingenuo como para decir que tendríamos la solución. Decir que Hitler era un asesino, eso ya lo sabemos. La literatura sirve para entender, incluso para entender lo peor.

A mí, desde que escribo, me han acusado de blanquear a un fascista, a un impostor...  Me da exactamente lo mismo. Claro, hay gente que va a querer que en la primera página de este libro diga que la Iglesia es una institución de hijos de la gran puta y que en la tercera página lo vuelvo a repetir, así hasta el final. Pues para esto no sirve la literatura. Esto no es una hagiografía del Papa, esto no es una, no es una celebración de la Iglesia, esto es un intento de entender, que no es justificar, sino exactamente lo contrario.

¿El epitafio de Bergoglio? Hizo lo que pudo

P.- ¿Qué pondrías en el epitafio de Francisco o de Bergoglio? No sé si serían dos epitafios distintos.

Hizo lo que pudo. No son distintos. Bergoglio hizo lo que pudo, se habla de un revolucionario sin revolución, por supuesto que sí. Pero para hacer la revolución que necesita la Iglesia, es decir, para volver al cristianismo primitivo, no hace falta un Papa, hacen falta 55 y probablemente me quede corto. Esa es la realidad. Al menos Bergoglio planteó los problemas. Piensa, por ejemplo, en la presencia de las mujeres en la Iglesia. Es obvio que a nosotros nos parece ridículo. Por ser suave, la Iglesia es ahora mismo una institución no machista, sino misógina. Pero quien piense que el Papa puede hacer lo que quiera, no sabe lo que es la Iglesia. Si se le ocurre decir, por ejemplo, que a partir de mañana las mujeres pueden decir misa, en ese instante hay un cisma. Este Papa, al menos, planteó el problema. Dijo: 'Hay muy pocas mujeres. Necesitamos que las mujeres participen de la Iglesia'. ¿Hizo cosas? No, nunca ha habido una prefecto en el Vaticano,  jamás, ni una gobernadora. ¿Podía haber ido más allá? Debía haber ido más allá.

De todos modos, tampoco pidamos en la Iglesia cosas que no ocurren en la realidad. ¿Cuántos directivos del Ibex hay en España? ¿Cuántos dirigentes? Entonces, ¡ojo! A ver si vamos a creer que nosotros ya hemos hecho la revolución y ya vivimos una sociedad igualitaria, porque no es verdad. La Iglesia no es igualitaria y la sociedad no es igualitaria. 

En la cuestión de los homosexuales. Francisco hizo algo mínimo, que a nosotros nos parece ridículo, dar la bendición a las parejas homosexuales. A cualquier persona con dos dedos de frente le parece ínfimo, porque es obvio que tienen que tener los mismos derechos que los heterosexuales. Entonces la gente dice: 'Sí, pero no hizo nada. Esto de la bendición es una tontería'. Pues provocó que todos los obispos y cardenales de África, al unísono, pusiesen el grito en el cielo y que el presidente de la Conferencia Episcopal saliera disparado a Roma a decir que eso no podía ser. Provocó un terremoto de unas dimensiones fenomenales. Al menos este Papa  ha planteado los problemas, ha dicho que los homosexuales tienen que tener los mismos derechos que nosotros. '¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual?', como dijo el primer día. Y hay otros problemas mucho más gordos, como el clericalismo, como el constantinismo, la democratización de la Iglesia

No recé por Francisco por que no sé

P.- ¿Cuando te enteraste de la muerte de Francisco, rezaste por él?

R.- No, porque no sé rezar. Se me olvidó. Lo perdí. De hecho, no tuve tiempo prácticamente de pensar en nada porque me cayó un alud de periodistas encima de todo el mundo. El libro ya se había publicado como dos semanas antes. No tuve tiempo de pensar.

P.-¿El libro ha resultado ser un homenaje a Francisco, a su memoria?

R.- Si tú lo quieres leer así. El libro es un intento de entender qué es la Iglesia Católica. Lo más importante para mí era llevarle una respuesta a mi madre. Ahí había un motivo personal. Aquí se unió milagrosamente, entre comillas, la posibilidad de escribir este libro, algo que nunca se había ofrecido a nadie, con una urgencia personal. 

P. Lo preguntaba en el sentido de que el mejor homenaje que se le puede hacer a una persona es intentar entenderla.

R.- Tienes razón. He intentado entenderlo en toda su complejidad, sin ocultar sus sombras, que son muchas, sus recovecos, sin ocultar críticas ni las luces. En ese sentido estoy totalmente de acuerdo.