El orden mundial y los efectos políticos que afectan al día a día de las personas marcan los tiempos de las distintas realidades de las sociedades modernas. De la mano de 'El corazón del presente. Mapa de una sociedad desconocida' (Editorial Círculo de Tiza), Esteban Hernández, analista político y jefe de Opinión de 'El Confidencial', trata de hacer una radiografía de las consecuencias de los resultados electorales en el plano político español, las últimas transformaciones geopolíticas, además de las mentalidades y las luchas culturales, cada vez más acuciantes.

PREGUNTA (P): En su libro, ‘El corazón del presente’, habla sobre el desentendimiento que existe sobre la realidad social evocando a los resultados de las elecciones generales del 23J. ¿Por qué los actores políticos hicieron una lectura tan alejada de la sensación general de los españoles?

RESPUESTA (R): Quizá porque no la conocen bien. Ese desconocimiento les lleva a funcionar en burbujas en el instante en que la red social se convierte en algo que tú lees y crees que va a ser así porque el entorno en el que te mueves asegura que va a ser como tal, pero se acaban cometiendo errores. Creo que esa dificultad estuvo presente tanto las municipales y las autonómicas como las generales. Tanto de la izquierda como de la derecha, sí.

P: En los discursos electorales de los últimos tiempos también se han caracterizado porque no solamente han ido por el lado ideológico, sino también por el moralista. ¿Por qué?

R: Porque las dos grandes opciones ideológicas en los últimos años ya no están trazadas a partir de la división entre elementos materiales, sino que se compensan en buena medida con lecturas de la realidad social, que tienen una división bastante acentuada. Esa visión en la que estaba la apertura al exterior, el comercio, las costumbres abiertas, la tecnología, la expansión, la globalización, se vio compensada con otra que arraigó en muchos países de Occidente más ligada a la seguridad, a la tradición, al hecho de preservar a la población, al proyecto nacional como expansión del país disfrazado de esta, como ahora muy presente con la ruptura, la globalización. 

En las décadas posteriores, se ha tendido a juzgar a los demás desde el punto de vista moral: si adoptan tu postura, están del lado moralmente correcto; si no la adoptan, están en el lado moralmente incorrecto. La política no es moral, contiene ideas y posiciones ante el mundo, pero no se basa en el juicio moral al otro, ni debe basarse en eso. Llegó el momento y ahora lo vemos de una manera muy clara en casi todas las sociedades occidentales se niega a que la palabra del otro sea válida en función de la ideología que tiene, lo que produce una ruptura social grande, porque no hay posibilidad de diálogo. Cuando defiendes el bien no vas a dialogar con el mal, simplemente le excluyes, y esto es lo que está ocurriendo.

Cuando defiendes el bien no vas a dialogar con el mal, simplemente lo excluyes.

P: A título individual, hay personas que se definen como apolíticas o neutras, tratando así de no posicionarse con conceptos de siglas políticas concretas o cuestiones de Estado. ¿Han incrementado las políticas de identidad esta desvinculación de la realidad actual?

R: Ya no estamos en un momento ni siquiera de política de identidad. En los últimos años, ha sido un elemento ideológicamente claro, pero ahora estamos en un instante diferente. Creo que la mayor parte de la sociedad no entra en estos asuntos, es decir, lo puede vivir con mayor o menor agitación, pero sus problemas son otros y sus necesidades son otras, y su visión de la sociedad es otra. A veces muy individualista, a veces muy fatalista, depende de los territorios y las situaciones, pero ya no hay una importante separación entre la sociedad y los discursos que a través de los medios o de las redes se puede escuchar.

No es una posición que ya esté vigente de una manera electoralmente válida, porque ya ha movido todos los votos que tenía que mover quien tenía una posición marcada, un terreno identitario o ya ha decidido su posición. Es un discurso agotado.

Lo que sí vemos cada vez más es una reorientación territorial de los discursos. Y si tú miras a nivel global, tienes países como India, Arabia Saudí, Turquía, China, Estados Unidos o Rusia que están intentando proyectar una reorientación nacional con vistas a ganar más poder en el territorio internacional. Simplemente afirman las posibilidades de su país como internacionalmente más poderoso. Y en España ha pasado un poco igual con la afirmación territorial, sea por parte de Cataluña, del País Vasco o de Madrid, que ha sido mucho más potente que la ideología en sí misma, la cual estaba ligada a eso, que el territorio importaba como primera baza electoral o de proyecto político.

P: En otro orden de ideas, en el libro también habla de las clases altas, medias, bajas y pone en el epicentro a Madrid. ¿Cuáles diría que son los puntos más clave de esta diferenciación?

R: Madrid es una ciudad peculiar. Si uno ve las trayectorias políticas electorales de los últimos años, hay una división electoral muy grande entre lo que son las ciudades globales con el resto del país. Como ejemplo, París vota una cosa, gran parte de Francia otra. Las cosas de Estados Unidos votan de una opción política, el interior de Estados Unidos otro. Esto es una constante.

Siguiendo la lógica de la ciudad global contra los territorios interiores, en España tendría que haber ocurrido lo mismo. En Madrid tendría que haber sido el epicentro de una posición política y los territorios interiores haberse colocado en el lugar opuesto. Esto no ha ocurrido así. Nuestra idea territorial divisoria es la línea del euro: si mira los resultados generales del euro para abajo, PP y VOX ganaron y en País Vasco, Navarra y Cataluña se votó distinto. En ese reparto, Madrid encabeza una opción que se puede llamar nacionalista o, en todo caso, una opción peculiar porque es una ciudad aspiracional. En Madrid vive gente que le va bien del mundo, de la alta administración, de la consultoría, del ámbito publicitario, de los medios de comunicación y tantas otras profesiones liberales en las que sí quieres triunfar en la profesión, Madrid es el lugar indicado dentro de España. Eso provoca que no solamente que tenga unas capas sociales con más recursos, sino también una afluencia de personas del interior de España que vienen aquí a buscarse la vida, encontrar un trabajo y triunfar.

Lo que ocurre es que Madrid es cara, la emigración del pasado hacia las urbes era la emigración de gente que tenía pocos recursos y viene a buscar trabajo. Ahora quien tiene pocos recursos no puede venir a Madrid porque no puede pagarse la vida, por lo que emigra la gente de clase media-alta, cuyos hijos van a poder tener una ayuda mientras desarrollan su carrera profesional. Si a ello le unes la concepción de que todo el mundo cree que en algún momento determinado le va a ir bien, conforma un humor social en Madrid distinto del que pueda haber en León o Jaén, porque son zonas más detenidas, paralizadas, donde el sentimiento puede ser más que se vive bien, se está a gusto, pero recorrido profesional no hay.

Madrid encabeza una opción que se puede llamar nacionalista o, en todo caso, una opción peculiar. Es una ciudad aspiracional

P: Al hilo de lo que está diciendo, en relación con la situación de las clases medias, en el libro dice que están en “evidente declive”, es decir, ¿están en peligro de extinción? Pongamos un ejemplo práctico: una persona mileurista de hace 20 años atrás tenía mucha más capacidad monetaria que los mileuristas de hoy en día.

R: Es un declive general de Occidente, aquí lo estamos viendo y es un poco más porque, comparativamente hablando, hay países europeos que gozan de más recursos que nosotros. Es una señal de división de la sociedad en dos, donde hay clases medias-altas y clases altas y hay clases medias-bajas y clases trabajadoras. El hecho de la conformación del tipo de mercado laboral y de los ingresos y gastos, provoca una división social realmente elevada, es un elemento polarizador. Si las cosas siguen así, cada vez vamos a tener una brecha mucho más amplia entre los que tienen algo y los que tienen menos. Será desestabilizador en lo político y lo social, porque un conjunto de ciudadanos que no tiene base sólida a partir de la cual confiar en el futuro dirige a una sociedad mucho más tensa políticamente.

P: El futuro se presenta incierto. ¿Cómo valora el negacionismo ante cuestiones de máxima urgencia como lo son el cambio climático o la violencia de género?

R: Son posiciones bastante marcadas que son producto del presente. Cada vez creemos menos en las instituciones, en los expertos y en que aquellas personas que se supone que tienen un conocimiento significativo sobre un ámbito son puestas en tela de juicio.

Con estos dos aspectos subrayados, que tienen una carga política muy fuerte, se puede emitir un mensaje que es recibido por la sociedad y aceptado por parte de ella. Ya no hay un elemento de referencia en el que confíes realmente. El número de personas que niegan o que van a negar este tipo de cosas va a ir en aumento, pero del otro lado va a pasar igual: en el otro lado ideológico, se va a vivir el mismo descreimiento que hay respecto de las ideas centrales que otros defienden y que además pueden estar también científicamente asentadas. La gente tiene una sensación que oscila entre la descreencia y el cinismo que facilita mucho el no creer los mensajes que pueden estar objetivamente probados encima de la mesa.