Amigas con hijos
, Monica Drake. Blackie Books, 2014

La empatía es inmediata al leer el título: Amigas con hijos, ¡oh, como las mías, mis amigas, con hijos, todas ellas! Además en la contraportada nos prometen una novela "ácida y desternillante" y la relacionan con Girls, así que nos vamos con ella bajo el brazo esperanzados, buscando tal vez una pequeña válvula de escape ante la invasión de pololos y manducas y sujetadores de lactancia. Pero no, queridos lectores de treintaytantos con demasiados cumpleaños infantiles en la agenda. Este libro no nos va a hablar de ellas, las otras, las amigas con hijos, parodiándolas y dándonos un respiro. El título no miente: las protagonistas son amigas y tienen hijos, o no los tienen, o quieren tenerlos desesperadamente, o acaban de tenerlos y no saben muy bien qué hacer con ellos. Lena Dunham se ha hecho mayor y ya solo piensa en reproducirse. Este libro podría hablar de ti.
"Según una teoría, los leopardos de las nieves en libertad solo se reproducen cuando viven en un hábitat con presas suficientes para mantener a sus crías; viven en armonía con la capacidad de carga de su hábitat. '¿Por qué traer crias a un mundo exhausto?' repiten sin parar los leopardos con cada movimiento de la cola. Los seres humanos lo hacen aunque eso signifique que la familia vivirá en un Datsun con las ruedas pinchadas en un callejón sin salida."

Sarah, obsesionada con la maternidad, afronta su cuarto intento de embarazo mientras trabaja en un zoo recopilando datos acerca de la reproducción y cría de los animales. Allí es además observadora de excepción de crías humanas, niños de todos los tamaños y colores agolpados frente a la jaula de los mandriles. "Debería haber empezado a parir a los once, o a los trece. A estas alturas podría haber llenado un colegio de una sola clase con su prole." Ella es la que nos presenta a sus amigas, sus amigas con hijos: Georgie, que acaba de dar a luz y se enfrenta "torpe e insegura" a la crianza de su pequeña; Nyla, la madre experta que con dos hijas adolescentes ejerce su maternidad con todo el grupo, y Dulcet, la mujer liberada e independiente que no quiere descendencia pero que no por eso deja de reforzar con su negación perpetua lo mucho que le importa la maternidad, la no maternidad. "¿Por qué arrastrar al mundo a otro pequeño rehén uterino para que sufra jugando a este juego amañanado? ¿Por qué hacer cola para optar a colegios públicos y trabajos de cubículo en los que dejarte el culo mientras los ricos se hacen más ricos y los demás la palman antes de tiempo?". Los personajes masculinos en la novela aparecen en un claro segundo plano, desdibujados, casi siempre fuera de sitio. Con suerte, el mal necesario de la reproducción.

Mientras, el abc de las grandes cuestiones de la edad adulta se conjura en sus páginas buscando respuestas a través de los personajes: la pareja como encierro voluntario, los hijos como sentido de la vida, la libertad y la independencia como elementos incompatibles con la crianza, la vida alternativa de los caminos que no elegimos, la posibilidad de conjugar la maternidad y una carrera intelectual... Las cuatro mujeres protagonistas, con sus personalidades y momentos vitales diferentes, permiten plantear multitud de situaciones en las que, antes o después, el lector se acabe reconociendo.

Amigas con hijos, en el original The Stud Book, está bien escrita y tiene momentos brillantes, como encontrarnos a Arena, la hija adolescente de Nyla (que resulta ser un personaje más interesante de lo que al principio parece) sentada hablando con su padre muerto a través de sus antiguos vinilos: "Tom Verlaine no la culparía por ser expulsada del instituto, ni siquiera por algo peor. Su padre entendía a Tom Verlaine, si fuera era cerca y cerca era el centro, Tom Verlaine era su padre y lo entendía todo."

Si bien tiene escenas de humor corrosivo y absurdo, sobre todo las relacionadas con con la reciente maternidad de Georgie, cierta amargura extraña va calando en el lector a medida que recorre sus páginas. Las comparaciones con la naturaleza animal de la reproducción y la crianza que nos acompañan a lo largo del relato ayudan a mantenernos siempre ubicados en la principal tesis de la novela: la necesidad animal de la reproducción de unos seres totalmente desanimalizados. Esto, bien mirado, resulta bastante cómico.