El terremoto en Ciudad de México de 1985 separa a dos mellizos que se reencuentran de manera azarosa, muchos años después, en Canadá. A partir de esta idea, Laury Leite (Ciudad de México, 1984) inicia 'El tiempo, el lugar y nosotros' (Ediciones Lastarria y De Mora, 2023), la nueva novela del autor radicado en Canadá. Leite ha publicado artículos, ensayos, entrevistas y crónicas en diversas revistas literarias; parte de su obra se encuentra traducida al inglés y al italiano.
Pregunta: ¿Por qué El tiempo, el lugar y nosotros'?
R: Al terminar 'La gran demencia', mi segunda novela, que es una novela explícitamente contestataria, sentí que había agotado un camino y quería buscar otra sensibilidad, otro modo de escribir. Busqué armar un libro a partir de la mirada de un historiador del arte que aborda el mundo como una pintura en movimiento. Por un lado, me interesaba explorar los cambios históricos que surgieron en la década que va de 2008 hasta 2019, antes de la pandemia, pero no pretendía hacerlo de modo explícito, como en mis otras novelas, quería algo más sutil, más contemplativo. Elegí seguir la vida de dos personas que se separan al nacer por una catástrofe natural y luego se reencuentran como adultos, con sus vidas ya bastante encaminadas. Me parecía un procedimiento eficaz para hacer converger las tres dimensiones que me propuse explorar: El tiempo (la historia colectiva), el lugar (la arquitectura de las ciudades que los personajes habitan) y nosotros (la esfera individual). En términos estéticos, mi objetivo era trabajar la forma en que la mirada se transforma en lenguaje.
P: ¿Quiénes son Ondine y Lucas?
R: Ondine y Lucas son dos mellizos que se separaron al nacer a causa del terremoto de la Ciudad de México en 1985 y se reencuentran en Toronto, un par de décadas después. Él es un historiador del arte que tiene una librería de anticuario en Toronto y ella estudia un posdoctorado en literatura alemana en Berlín.
P: ¿La novela es una metáfora de la dualidad individual y colectiva?
R: No sé si la llamaría metáfora, pero sin duda había un deseo de investigar cómo esas dos esferas se entrelazan. El desafío era hacerlo de manera orgánica. Para esto me sirvió mucho leer libros de W. G. Sebald y Daša Drndić, dos autores que trabajan la ficción documental de forma muy precisa y natural. Fue un libro que me costó un trabajo enorme por el desafío de encontrar ese equilibrio entre la historia, el relato personal y el ensayo.
"Nunca escribo pensando en cómo será recibido un texto"
P: De nuevo trabajas la diversidad de géneros, ¿te importa poco seguir los parámetros de un mercado editorial cada vez más conservador?
R: La verdad es que no pienso en el mercado editorial cuando escribo. Mi enfoque tiene más que ver con la técnica narrativa, los personajes, la armonía del conjunto y los temas que quiero tratar. Nunca escribo pensando en cómo será recibido un texto. En mi opinión, deberíamos trazar una frontera bien definida entre la literatura y la industria editorial. Creo que es un error escribir libros con la meta de insertarlos en el mercado. Eso es moda, productos de consumo, pero no literatura, al menos como la entiendo yo. De todos modos, se sigue publicando muy buena literatura, aunque es verdad que la zona de acción de esos libros quizá haya quedado más restringida. Ahora la editorial Impedimenta sacó “Los comienzos” de Antonio Moresco, que es un libro muy complejo y extraordinario, por poner un ejemplo de la buena literatura que sigue saliendo.
P: ¿México vuelve a ser protagonista en tu obra?
R: En este caso no. Quería desplazarme geográficamente, escribir sobre los paisajes que me rodean. Casi toda la novela tiene lugar en Toronto, la ciudad en la que vivo, pero también hay partes que transcurren en Berlín y en la Ciudad de México. Después de tantos años viviendo fuera de México, sentí que había llegado el momento de explorar otros horizontes. Ahora tengo la curiosidad de escribir sobre otros lugares.
P: ¿Tu nueva novela es la radiografía de un desastre global?
R: Me gusta la idea de radiografía, aunque no me lo había planteado. Creo que en cierto modo todo lo que se escribe en la actualidad podría actuar como radiografía de un desastre global. Supongo que si alguien lee en un futuro la literatura que se escribió a inicios de este siglo raro, podrá detectar todas las enfermedades de la actualidad impresas en esa gran radiografía que es la literatura contemporánea. Mi intención, desde un principio, era contemplar a través de dos personajes el movimiento de la historia, los saltos que da, su ir y venir, y quizá también mostrar que nuestra noción de progreso como forma lineal está llena de fracturas, de pequeñas grietas por donde la historia resplandece.
P: ¿Te interesa la esperanza? ¿La ves como opción ante el mundo que tenemos?
R: Me interesa mucho la esperanza como tema, como mecanismo de defensa de nuestra especie. Creo que los grandes libros, como los de Samuel Beckett, hablan casi siempre de la naturaleza ilusoria de la esperanza. Pero es muy humano. Es nuestro antídoto contra la desesperación, contra la muerte, la decadencia del cuerpo. Ahora bien, me parece que la esperanza es eso, una ilusión, quizá la más grande de todas. Es la ilusión que nos permite seguir día a día a pesar de las tribulaciones a las que nos somete el tiempo. Lamentablemente no me suelo creer los engaños de la esperanza. Soy una persona bastante desencantada en ese sentido. Es como la idea de Dios o el más allá. Me encantaría creérmelo, de verdad, pero simplemente no puedo. Si tu pregunta es sobre la esperanza como opción para resolver los problemas actuales, la respuesta sería no. La esperanza sirve para no tirarse del octavo piso de un edificio, pero no creo que vaya a cambiar el mundo. A estas alturas, sinceramente, no sé qué podría cambiarlo.