Elsa Moreno (Valencia, 1999), Premio Nacional de Poesía Viva 2023, es una de las voces más potentes de la nueva poesía en español. Formada en comunicación audiovisual, danza contemporánea, interpretación teatral y escritura creativa, centra su trabajo en el vínculo entre poesía y cuerpo, logrando como resultado un baile rupturista a favor de las sensaciones. En el Día Mundial de la Poesía, conversamos con Elsa sobre su primer poemario 'En un lugar limítrofe' (La Imprenta), una obra (acaso una revelación) que invoca un baile para subvertir el oído individual y también el colectivo. Quien quiera poesía para alimentar burocracias, que no se equivoque, pues a esta escritora le interesa más “levantar sábanas que plancharlas”.

Edgar Borges: ¿En ti qué fue primero, la poesía o la danza? 

Elsa Moreno: Diría que la danza (las escénicas, en general), pero la implosión fue bastante paralela. Desde pequeña tuve una pulsión por los escenarios. Hacía mis propias coreografías con canciones de María Isabel, escribía obras de teatro para mis vecinas, participaba con gusto en todos los playbacks del colegio. Con 13 años me di cuenta de que aquello era más que una afición y que quería profesionalizarme. Al mismo tiempo que iniciaba mis estudios en danza, me nació una pulsión por la poesía que no había tenido hasta entonces. Fui descubriéndome en la danza y en las palabras a la vez, por eso siento que fue paralelo.

'En un lugar limítrofe' es un libro muy rítmico, además de tener varias piezas sonoras hechas por Leo Rizzi inscritas con QRs. Se puede bailar, sí

 

Portada del poemario 'En un lugar limítrofe', de Elsa Moreno

E.B: ¿Tu primer poemario se baila?

E.M: Yo lo bailo, a mi manera. Creo que es un libro muy rítmico, además de tener varias piezas sonoras hechas por Leo Rizzi inscritas con QRs. Se puede bailar, sí. Pero, sobre todo, el poemario baila, se baila, a sí mismo y a la lectora.

E.B: ¿Se bailan siempre los poemas? 

E.M: Siempre. Los poemas y cualquier cosa. Bailar es una actitud frente a la vida, una manera de estar en el mundo. Bailar es abrirle la comunicación al cuerpo, dejar que este responda o simplemente escucharle (porque nos habla todo el tiempo, le prestemos más o menos atención).

E.B: ¿De qué carece más la sociedad actual, de baile o de poesía?

E.M: Difícil cuestión, jajaja. Están ahí ahí, pero diría que de baile. Estamos profundamente disociadas de nuestro cuerpo. Vivimos en una tiranía de las mentes. La lógica, la razón y el intelecto se consideran fuentes superiores a la sensibilidad, la intuición o la emoción. El cuerpo es el canal de lo sensible, pero en esta sociedad, el cuerpo queda reducido a un instrumento de codificación del género. El cuerpo sólo está presente para reafirmar el canon, y no como fuente de conocimiento, que es lo que es. Digo que nos falta baile porque nos falta saber escuchar al cuerpo. También nos falta mucha poesía, sobre todo entender que no está exclusivamente en el dispositivo textual ni en los grandes autores. Pero siento que acudir al cuerpo es más urgente ahora mismo.

E.B: Hora dorada, noche oscura y hora blanca; las tres partes que integran 'En un lugar limítrofe'. Cuéntanos los detalles.

E.M: Estas tres partes hacen referencia a la evolución de la voz poética durante un viaje iniciático. Son tres fases distintas de la conciencia. La hora dorada es la luz del atardecer, los últimos rayos del sol, el momento de la revelación. Sucede que, bajo este paisaje que podría ser hermoso, lo que se revela son las vigas oxidadas que sostienen la estructura social. Frente al engaño, la voz poética decide adentrarse en un bosque al mismo tiempo que cae la noche. La oscuridad, en mi caso, la relaciono con el tono ritual. Es la dilución de las formas y de los significados, el contacto con las dudas más recónditas. Y con la primera luz del día, la hora blanca, llega la calma, en el momento preciso para que esa voz no se quiebre irremediablemente. Hay una reconciliación, la liberación de la resistencia, respirar, soltar y repensarse desde ese vacío.

Elsa Moreno

E.B:  El cuerpo como dominio; el cuerpo como liberación. ¿Tu poesía es aliada del cuerpo? 

E.M: Mi poesía nace del cuerpo. Donde sea que esté el cuerpo, está mi poesía. Si tengo la carne más comprimida o en expansión, así serán mis letras.

E.B:  Y una vez que poesía y cuerpo se vinculan ¿qué liberan? ¿qué viene después? 

E.M: Pues no liberan nada, yo creo. Suman fuerzas. Hacen que el chorro de la poiesis vaya con más presión, tal vez. Pero por sí mismas, no liberan nada, a no ser que ese fuera el objetivo.

E.B: ¿La poesía es revelación? 

E.M: Quiero que lo sea. Intento que lo sea. La poesía para mí siempre es una sorpresa. Es algo que sorprendentemente se me aparece. Entonces, cuando la vuelco, intento transmitir esa sensación de revelación que yo acabo de vivir. Pero es complicado porque, lo que para mí es un hallazgo, para otra persona quizá ya era un factor. El efecto revelación está más en los ojos que lo miran que en la mano que levanta la sábana. Pero yo voy a intentar, mientras escriba, andar levantando sábanas y no planchándolas.

E.B: Tu libro tiene banda sonora, la música de Leo Rizzi. ¿Cómo surge esta idea?

E.M: La idea fue de Miguel Ángel Vázquez, mi editor. En la colección de poesía de La Imprenta llevaban un tiempo haciendo estas ‘’evocaciones’’, que son colaboraciones de los poetas con artistas de otras disciplinas. Leo y yo nos conocemos de hace tiempo, tenemos mucha complicidad y compartimos nuestros procesos artísticos. Leo ha visto gestar este libro y para mí era obvio que las evocaciones tenían que ser suyas.