En los años treinta, mientras Europa se precipitaba hacia el abismo, hubo mujeres que desafiaron las normas sociales y se subieron a los coches de carreras para competir de igual a igual con los hombres. La escritora Carla Montero (Madrid, 1973) las ha rescatado del olvido convirtiéndolas en protagonistas de su nueva novela, 'La dama de la niebla' (Destino), en la que combina los ingredientes clásicos de su literatura: intriga, historia y amor. “Los coches son un vehículo, nunca mejor dicho, que me servían para hablar de los temas que a mí me apetecen”, asegura la autora.

“Hay historias que buscas y otras que te encuentran. Esta me encontró a mí de forma casual”. La invitación de una marca de automóviles a escribir un relato breve la llevó a investigar aquel mundo. Allí apareció la llamada Golden Era del automovilismo: los grandes premios de los años treinta, germen de la Fórmula 1, cargados de glamour, velocidad y peligro. Durante ese proceso se encontró con un enorme tesoro: la vida de un grupo de mujeres, pioneras al volante, cuyas hazañas la historia había borrado.

'Hombres héroes, mujeres aventureras'

Más allá del manto de silencio que que cayó sobre estas mujeres, Montero descubríó en su investigación que el afán por no reconocer su valía iba más allá. Aunque competían (y se jugaban la vida) en las mismas carreras, tenían perfiles y consideración social muy distintos. “Ellos eran hombres de clases altas. tipos muy presumidos, con buena planta, que vivían muy bien y tenían un aura de héroes porque se jugaban literalmente la vida en cada carrera”. El ejemplo perfecto fue Bernd Rosemeyer, piloto estrella de Auto Unión, que contaba con el patrocinio del Tercer Reich: “Era guapo, carismático, casado con una aviadora alemana. La pareja ideal para la propaganda nazi”.

Maria Antonietta Avanzo en el Circuito di Milano en 1936 (Foto facilitada por Destino)

Ellas, en cambio, se salían de todos los moldes. “Tenían un espíritu aventurero: viajaban, competían, se divorciaban, montaban negocios… Maria Antonietta Avanzo, a la que llamaban baronesa aunque no era aristócrata, se divorció de su marido, se fue a Australia con sus hijos y allí fundó una granja. Eran realmente mujeres adelantadas a su tiempo”. La exbailarina francesa Hellé Nice se convirtió en la piloto más famosa de su tiempo y también destacó Lucy O’Reilly Schell, una millonaria americana que llegó a dirigir su propio equipo de carreras.

Estas mujeres independientes, sin embargo, no escaparon de los cánones sociales: “Posaban con uñas pintadas, vestidas de gala en fiestas, eran coquetas y muy femeninas, aunque les fastidiaba que se antepusiera su feminidad a sus logros deportivos”.

Su atrevimiento tuvo un alto coste. “Estas mujeres tuvieron que luchar contra el menosprecio y el ninguneo, no solo en la sociedad, sino en su propia profesión. Muchos compañeros pensaban: ‘¿Qué hacen ellas aquí? Han venido a lucirse’. Los patrocinadores no tardaron en ver su potencial como reclamo publicitario. Les interesaba más la imagen femenina y glamurosa de las pilotos que sus méritos deportivos: les pedían que no se pusieran el gorro para que se las viera con la melena al viento o las fotografiaban pintándose los labios ante el espejo”.

'La dama de la niebla'

Portada de 'La dama de la niebla', de Carla Montero

De todas esas pioneras, junto con la española Lili Álvarez, nació Mila Kovac, la protagonista de la novela. Una mujer enigmática que se refugia en la isla de Man tras la trágica muerte de su marido, también piloto, en un accidente que podría haber sido provocado. “La ‘dama de la niebla’ es un apodo con doble sentido: su habilidad para conducir con niebla y el misterio que la rodea”, explica Montero.

Pero 'La dama de la niebla' no es solo un homenaje histórico. Es también, en palabras de la autora, “una gran historia de amor, quizá la más bonita que he escrito”. Todo ello en un contexto histórico que la fascina.

Una autora fascinada por la Segunda Guerra Mundial

El telón de fondo es 1938, con el pacto de Múnich y el auge del nazismo. Una década que Montero considera crucial. “¿Cómo es posible que en pleno siglo XX ocurriera un conflicto de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial? Ese afán de comprender es lo que me empuja a escribir”.

La Segunda Guerra Mundial es una fuente inagotable de historias

Cinco de sus nueve novelas se ambientan en esa época. “Aunque parezca un tema manido, la Segunda Guerra Mundial es una fuente inagotable de historias. Muchas de las conversaciones de mis personajes podrían trasladarse directamente a hoy”, asegura. Y cita como ejemplo inspirador a la Premio Nobel Svetlana Alexiévich, autora de 'La guerra no tiene nombre de mujer': “Yo no soy historiadora de hechos, sino del alma”. Montero afirma que, como ella, quiere “hablar de la historia desde la mirada de las personas corrientes”.

Un paraíso donde nada malo puede suceder

Otro de los grandes descubrimientos de esta novela ha sido la isla de Man, donde se refugia la protagonista. Este pequeño archipiélago ubicado en el mar de Irlanda es una dependencia de la Corona británica que conserva su independencia. Allí se asentaron los celtas y fue un reino vikingo durante la Edad Media para pasar después a manos de escoceses e ingleses, que se alternaron en el gobierno. Entre sus hitos figura el parlamento democrático que aún pervive más antiguo del mundo (el Tynwald, de 979), que fue el primer órgano legislativo en reconocer a las mujeres su derecho al voto.

“Quería que el lector sintiera lo mismo que yo en la Isla de Man: que allí no podía pasar nada malo, que era un refugio”, recuerda la autora sobre su primer viaje. “Hay una sensación de paz increíble en este entorno, que es reserva de la Biosfera de la Unesco. Los paisajes recuerdan a Inglaterra e Irlanda, con sus praderas verdes, playas agrestes, acantilados y pueblecitos con mucho encanto”. Al mismo tiempo, añade, es un lugar mágico, lleno de leyendas fruto de su pasado celta y vikingo: “Allí creen en las hadas y en los duendes”.

Misterio, aventura y amor en un escenario prebélico

En la ficción, allí se reúnen los pilotos para participar en unas pruebas automovilísticas, entre ellos Mila Kovac, que deberá enfrentarse no solo al volante, sino al misterio que rodea la muerte de su marido y a una pasión inesperada. Todo mientras Europa se prepara para la guerra: en 1938 Hitler llevó a cabo la Anschluss y recibió los Sudetes con el beneplácito de Reino Unido y Francia.

El automovilismo tampoco escapó de la propaganda nazi, que convirtió los grandes premios en una herramienta política. En 1932, Hitler aprobó una dotación de un millón de marcos para financiar la construcción de un coche que representara el poderío tecnológico alemán. “Lucy O’Reilly Schell contrató a un piloto judío que venció a los alemanes en Francia, que hasta ese momento eran absolutamente imbatibles en todos los grandes premios. Aquello fue una humillación terrible para los nazis y cuando ocuparon Francia, incautaron toda la documentación relativa a esa victoria”, recuerda Montero.

La obra de Carla Montero

'La dama de la niebla' es la primera novela de Carla Montero en el sello Destino. Debutó con 'Una dama en juego' (2010), que tuvo una espectacular acogida entre los lectores. Con su segunda obra, 'La tabla esmeralda' (2012), se consolidó como una de las nuevas voces de mayor éxito, traducida en Francia, Alemania, Polonia e Italia. Después vinieron 'La piel dorada' (2014), 'El invierno en tu rostro' (2016), 'El jardín de las mujeres Verelli' (2019), 'El medallón de fuego' (2021) y 'El viñedo de la luna' (2024), hasta alcanzar un universo de más de 400.000 lectores.

Una mirada al presente desde el pasado

Con 'La dama de la niebla', Carla Montero recupera a las pioneras del motor y vuelve a demostrar por qué la Segunda Guerra Mundial sigue siendo un territorio fértil para la literatura. Pero también lanza una reflexión que trasciende épocas: “Historias que hoy creemos avances ya ocurrieron antes, pero no nos las han contado”.

Ese olvido, dice, es el que ella trata de combatir desde la ficción. Y es quizá el motor último de su literatura: devolver voz y memoria a quienes la historia quiso dejar atrás.