Nacida en Barcelona, Mossa d´Escuadra en activo, la escritora Beatriz Torregrosa Campos presenta a consideración de los lectores un libro que tiene mucho de duelo y también de transformación. Tras perder a su hijo y a su madre, su vocación literaria la lleva a escribir, casi que, por necesidad, la obra 'Te quise, te quiero y SIEMPRE te querré'. Más allá de las etiquetas, este libro se mueve entre el testimonio y lo que la creadora denomina “mapa emocional”. En palabras de Torregrosa Campos, “estamos ante un acto de amor para quienes atraviesan una pérdida”.
Pregunta: - ¿En qué género ubicarías tu libro a la hora de buscarlo en una librería?
Respuesta: - Aunque podría estar en la sección de autoayuda, duelo o espiritualidad, yo lo ubicaría en una categoría nueva: literatura del alma. Es una obra que acompaña, que no da recetas ni fórmulas, pero que ofrece verdad, emoción y una brújula emocional para quienes atraviesan momentos de pérdida o transformación profunda. No es ficción, pero tampoco es solo testimonio: es alma en papel.
Respuesta: - En la sinopsis se dice que es un “mapa emocional”. ¿Escribiste sobre la geografía de la existencia?
R: - Sí, absolutamente. Escribí desde mis cimientos rotos y desde el renacer que vino después. Cada capítulo es una coordenada de ese viaje: la culpa, la rabia, el amor, la esperanza… No hay GPS para el duelo, pero este libro traza una ruta posible para quienes se sienten perdidos en la niebla del dolor. Es un viaje por las grietas de la existencia y también por la luz que a veces se cuela en medio del caos.
P: - ¿Puedes contarnos las experiencias personales que te llevaron a la escritura de esta obra?
R: - La muerte de mi hijo Biel hace once años fue el punto de quiebre más brutal que he vivido. Y hace apenas tres meses, el 8 de agosto, falleció mi madre, víctima de un cáncer. Dos pérdidas que han marcado mi alma para siempre y que me colocaron frente a un abismo emocional. Sin embargo, desde ese lugar de oscuridad, emergió la necesidad de contar, de compartir, de sostenerme escribiendo. Esta obra es mi testimonio más íntimo, pero también es un acto de amor para quienes atraviesan la pérdida y buscan esperanza. Escribirlo me sostuvo en pie y me ayudó a sanar.
P: - En nuestra cultura la muerte no se asume precisamente como un aprendizaje. ¿Cómo logras tú plantearte este cambio de paradigma?
R: - Lo hice porque no me quedó otra opción. O lo veía como un final devastador… o me abría a la posibilidad de que la muerte fuera una forma distinta de presencia. Me negué a aceptar que el vínculo con mi hijo y con mi madre había terminado. Comprendí que el amor no muere, solo se transforma. Y desde esa certeza, me atreví a mirar la muerte con otros ojos: como un paso, no como una pérdida. Como una liberación de lo físico, no como un abandono.

P: - ¿El dolor siempre transforma o también envenena?
R: - El dolor es una fuerza bruta. Si lo niegas o lo reprimes, puede envenenarte. Pero si lo atraviesas, si te dejas romper y reconstruir, puede ser profundamente transformador. Todo depende de cómo lo vivas. En mi caso, el dolor fue el fuego que me purificó. Y me dio voz. No me hizo más fuerte —no creo en esa frase—, pero sí me hizo más consciente, más compasiva y más valiente.
P: - ¿Quién eras antes de este libro y quién eres ahora?
R: - Antes de este libro era una mujer que vivía muchas vidas (madre, hija, pareja, policía, escritora, emprendedora…) pero que había dejado partes de sí en compartimentos estancos. Después de este libro, soy una sola: una mujer que abraza su sombra, que honra su luz y que ha decidido vivir con total coherencia entre lo que siente, lo que cree y lo que transmite. He integrado el dolor y la espiritualidad. Ya no oculto nada. Este libro es mi verdad más desnuda.
P: - ¿La literatura salva?
R: - Sí. Rotundamente, sí. Salva cuando escribes desde la entraña, cuando nombras lo que duele, cuando acompaña sin juzgar. Este libro me salvó a mí al escribirlo, y sé que ha tocado muchas almas que necesitaban sentirse vistas, comprendidas y escuchadas. La literatura no sustituye al abrazo… pero a veces, es el único que llega a tiempo.
P: - ¿Tenemos una educación errada sobre lo que es la muerte?
R: - Sí, completamente. Nos enseñan a temerla, a silenciarla, a no nombrarla. Pero la muerte es parte de la vida. Y hasta que no la integremos con naturalidad, seguiremos huyendo de lo inevitable. Este libro no es un tratado sobre la muerte, es una conversación íntima con ella. Y con quienes la han vivido desde el amor más profundo.
P: - ¿Qué quisieras que quedara en los lectores de esta obra?
R: - Que no están solos. Que el dolor, por profundo que sea, puede transformarse. Que la muerte no es el fin del amor. Que los vínculos verdaderos no se rompen. Que hay vida después del duelo, y que esa vida puede ser incluso más plena, más consciente, más auténtica. Quiero que este libro sea un faro en medio de la tormenta. Y un canto a la esperanza que no caduca, aunque todo parezca perdido.