En 2019, la prensa española decía que el trap era la propuesta musical del momento entre los jóvenes; los baby boomers, probablemente, que era un ruido estridente y sin sentido; hay quien decía que eso era música de delincuentes y drogadictos, mientras que las definiciones técnicas apuntaban a "un subgénero musical, derivado del rap, originado en Estados Unidos en la década de los noventa". Materializadas estas acepciones, a través del boca a boca, casi todo ha sido trap alguna vez: el catolicismo, las pistolas, el oro, los chándal grises, la comida casera, C.Tangana, el diablo, el anarquismo. 

Pero Jon.I García (Bilbao) sabía que la sombra del género abarcaba mucho más, tanto que en este país no llegábamos a atisbar las líneas que lo delimitaban. Es por ello que lo que iba a ser un artículo que intentaba enseñar a discernir lo que pertenecía a este movimiento derivó en La Historia del Trap, un libro de referencia que sirve de crónica viviente y que se publicó en ese mismo año. Tras cientos de elucubraciones de artículos generalistas y años de manoseo de la etiqueta, el periodista bilbaíno y director del medio GRINDIN' ha hablado con ElPlural para hablar de una de las ramas más polémicas de la música, señalar a los culpables de su germen en el país y contestar a la pregunta definitiva que envuelve a esta cuestión desde hace una década:¿Qué es ser trap?

Pregunta (P): Hace ya seis años de 'La Historia del Trap'. ¿Faltaba un libro de referencia sobre el trap en España?

Respuesta (R): Es cierto que por aquel entonces no había ninguno. En 2019, un año después del mío, sacó Ernesto Castro el suyo, pero está más enfocado en la filosofía que existe detrás del trap como movimiento. Personalmente, lo que echaba en falta era que alguien como yo, que de pequeño compraba todas las revistas y se revisaba la Wikipedia de arriba a abajo, tuviese una referencia extensa de qué es el trap realmente, de dónde viene, cómo nace o cómo llega aquí. Faltaba una obra larga que distinguiera el trap del rap y en la que participaran los propios artistas para que la gente que no estaba dentro del movimiento también pudiera aclararse. 

P: ¿Fue complicado sacarlo adelante?

R: Después de idearlo como un artículo, empecé a contactar con muchos artistas como Fat Montana y Seko el Real o Pedro LaDroga que me ayudaron con información de primera mano. El concepto terminó por extenderse, así que me decidí a formatearlo como un libro en PDF que luego se convirtió en uno físico. Me puse rápidamente a buscar todas las editoriales grandes y pequeñas del país y les envíe un email con la idea del proyecto. Las que lo hicieron, no sufragaban ningún gasto y no se comprometían a distribuirlo de manera eficaz. Pensé: '¿Qué es el trap si no es buscarse la vida, precisamente?'. y decidí maquetarlo con Ander, mi socio en GRINDIN’, y moverlo por la prensa especializada lo mismo. Más que dificultades fueron aventuras. Si fuera el director de una editorial y me llegara un crío con su primera obra que encima es un ensayo de un género en ciernes y con palabras conflictivas rondándole y no sé qué le digo, ni si me arriesgo. Así que tampoco iba a reprocharle nada a nadie.

Los artistas que guardan cadáveres en sus armarios nos importa poco que estén molestos

P: Eres el director de GRINDIN'. ¿Cómo es la relación con los artistas y los sellos?

R: La relación con la inmensa mayoría de los artistas es muy buena. Somos gente de barrio obrero, con la que se puede hablar. Y es fácil discrepar con nosotros, pero podemos hablarlo sin problema y no vamos a faltar al respeto. Hay artistas que quizás se han sentido molestos y ahora nos miran con recelo porque hemos criticado alguno de sus comportamientos, pero tampoco lo hemos hecho por señalar o generar odio. Es más, me gustaría que me dijeran cuando patino y cómo poder construir algo mejor. En el caso de artistas que guardan cadáveres en sus armarios, como es el caso de actitudes homófobas, racistas, misóginas o abusos sexuales, no hay nada que hablar. Ahí nos importa poco que estén molestos. Hacen bien.

P: ¿Existen muchas presiones?

R: Los sellos nos envían sus propuestas y nos llaman a hablar de sus artistas, es su trabajo, pero tampoco recuerdo gestos malos por su parte. No puedo decir que nos hayan instado de forma fea a hacer algo. Obligado por supuesto que no, porque la llevan clara. 

P: En La Historia del Trap se destaca la frase de PedroLaDroga en la que decía que el trap era "Gucci Mane y Chief Keef contando que van a ir con un AK-47 porque no les pagan". 

R: Precisamente lo escribí en parte por eso. Originalmente, iba a ser un artículo llamado C. Tangana no es trap, me cago en la p***, para reivindicar que el trap no sólo era un tipo de beat ni una música específica, como se creía en España en ese momento. En los Estados Unidos era todo un movimiento con un origen muy concreto, un sonido definido, un slang -jerga- propio y una estética renovada. El problema es que aquí, desde un inicio se comenzó a llamar trap a todo lo que tuviese percusiones rápidas de la Roland 808 y un hi-hat partido. Igual que al otro lado del charco se empezó a hablar del country outlaw, una subdivisión del género caracterizada por un sonido y unas temáticas más rebeldes y crudas, algo mucho menos pop. Con el trap pasaba lo mismo, además de la parte instrumental también era importante el origen de las trap houses, pisos francos donde se cortaba y se vendía la droga, y en los que se comenzó a escuchar el subgénero.

P: ¿Ha cambiado el trap?

R: Ha cambiado más en Estados Unidos que aquí. El problema es que en España partimos de la base de esa mala concepción de la etiqueta, y desde muy pronto empezamos a oír canciones como la de Trap de Shakira, que empañaban los cimientos del género. En Estados Unidos los traperos tuvieron más tiempo hasta su llegada al mainstream para consolidar la etiqueta, desde el Trap Muzik de T.I. en 2003 en adelante. Aunque allí las estrellas más populares siguen involucrándose en actividades ilegales que los llevan a prisión. Lo cual no es admirable, pero entiendo que, por su realidad y su visión, se mantienen más fieles a lo que el trap significa. En España, el máximo referente ha sido Yung Beef por sus orígenes, la carrera que ha llevado y porque sus letras son veraces. Él se ha mantenido fiel siempre a sí mismo, incluso ahora está retomando ese sonido crudo como un retorno al trap del principio. 

P: ¿Fueron la pobreza y el contexto de crisis en España la condición para su germen?

R: En gran parte sí. Muchos artistas que fueron punta de lanza en el germen del sonido venían del sur de España, con situaciones laborales precarias y coqueteando con actividades ilícitas para ganarse el sustento. Pero por otra parte, también nace de muchos años de losa de ese rap aburrido que copaba los festivales hace años. Esos mismos chavales que venían de buscarse la vida y que ya tenían acceso a Internet y a medios de grabación baratos y accesibles, empezaron a descubrir artistas como Waka Flocka o Future y pensaron: 'H*stia, esto está guapo de verdad, no es este rap pocho otra vez'. No había nadie haciéndolo en España. Sólo había un par por Granada, otro par por Barcelona y un grupillo por Valladolid. 

P: Cuando salió 'Los Pobres' de Pxxr Gvng, Yung Beef decía que "el trap es música de robar, de la calle. El que lo saque de eso ya no es trap". ¿Se sigue entendiendo así esa premisa?

R: El que sabe de trap y quiere ser respetuoso y fiel con la etiqueta tiene que mantener estricta esa frase de Yung Beef. Pero eso casi nunca ha ocurrido precisamente porque el concepto de trap llegó como una etiqueta que podía colocarse sobre casi cualquier cosa y no para describir algo real en la península. El mayor problema es la expansión brutal que ha tenido el subgénero. Para Yung Beef tiene que ser desesperante intentar explicarle al 90% de artistas que decían hacer trap que eso realmente no era trap. La etiqueta llegó a los medios generalistas, a la tele y hasta a mi aitas, por lo que la bola fue imposible de detener. Decir de manera generalizada que el trap en España es solo un sonido y algo que nada tiene que ver con el trap en Estados Unidos no es ningún error, tristemente.

P: En el libro aparecen pocas mujeres mencionadas dentro de la escena en 2019. 

R: Por suerte para todos, eso ha cambiado. En aquella época había pocos nombres saliendo a la palestra. Llegaron a sonar nombres como los de Somadamantina, Bad Gyal, Chanel, Ms Nina o La Blondie, pero no terminaban a inscribirse en el género. La propia Blondie misma decía en una entrevista en 2017, que ella podía hacer música trap, pero tampoco llevaba ese tipo de vida. La participación de mujeres fue algo testimonial en comparación al número de hombres. Ahora con el auge de otros sonidos y de otra escena es una auténtica pasada. El abanico de artistas es infinito. Ahora una chica que quiera rapear duro tiene muchos referentes. Y no sólo eso. Hay un sinfín de figuras con origen inmigrante y también dentro del colectivo LGTBIQ+. Unos meses atrás hice un listado con cerca de 200 mujeres que hacen música del entorno del rap, trap, reggaeton y pop urbano.

En España, lo primero que se te viene a la cabeza cuando oyes la palabra “trap” son las portadas de 'El País' y 'La Vanguardia'

P: ¿Se ha movido el género hacia otros horizontes marcados por el dinero y el fronteo?

R: Sí, y tiene sentido. Si hablamos de personas de la calle, en situaciones desfavorecidas, lo lógico es que busquen progresar económicamente y alcanzar cierta estabilidad financiera. En España, cuando el trap llegó como etiqueta, muchos artistas lo usaron como trampolín. Se apropiaban de la etiqueta, quitándosela y poniéndosela según les convenía. El propio C.Tangana ya decía hace años que en algún momento no le convenía que lo asociaran con el trap, a pesar de que esa etiqueta le ayudó a hacerse famoso. Pero la etiqueta llevaba arraigadas palabras como “calle”, “droga”, “violencia” o “pobre”, y en su salto al mainstream no le interesaba de cara a un público mayoritario. También muchos chavalillos han entrado a hacer trap única y exclusivamente para hacer dinero, viendo que era una vía factible con el auge de las plataformas de música en streaming y la publicidad de marcas en redes sociales. Y es totalmente lícito.

P: ¿Aun existe el estigma con el género para quienes lo tratan y estudian?

R: Ahora “trap” es ya una palabra, que si no denostada, está cubierta de polvo en una esquina. Tristemente. Ha pasado la moda, aunque sigue habiendo artistas que hacen brillar el género aquí, en Latinoamérica, en Estados Unidos y por toda Europa. Pero en el estado español lo primero que se te viene a la cabeza cuando oyes la palabra “trap”, son las portadas de El País y La Vanguardia. Aquello de “el rap de los ninis”, los años entre 2015 y 2018, y poco más.

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