Con apenas 23 años, Israel Merino es una figura con gran proyección en el periodismo español. En Más allá de la Noche (Akal), hace un análisis de lo que ven los búhos en Madrid. Una ciudad vibrante adicta a la adrenalina y guiada por luces de neón. Un ecosistema que, más allá del derroche y la acción, también cuenta con su clase trabajadora, dispuesta a dar su servicio a los noctámbulos. Un grupo de gente marcada por la precariedad. Los Nadies de la noche. En la terraza de un bar en Puerta del Ángel, junto al Paseo de Extremadura, ElPlural.com e Israel Merino combaten el frío con Mahou y nicotina.

Pregunta: ¿Qué representa el Bar Mauricio en tu obra?

Respuesta: Es una especie de toma de contacto con la realidad. Como periodistas, creemos que vivimos en nuestra burbuja de medios y que lo que contamos va a interesar muchísimo. Luego no nos lee ni Cristo. Y aquí tomo el pulso al barrio. Me vine hace un par de años y este bar ha sido la vía para ir tejiendo relaciones sociales.

P: Hay bastante literatura en su significado, también.

R: No deja de ser una figura de personificación. El Bar Mauricio tiene sus propias historias. Los bares son los puntos de encuentro por excelencia en España y es algo que debemos mantener.

P: ¿Qué tal la vida por aquí?

R: Me gusta mucho porque mantiene el ambiente de toda la vida. Sin embargo, poco a poco está siendo víctima de un proceso de gentrificación. Madrid se está yendo a la mierda y este barrio es el siguiente paso. De hecho, hay una inmobiliaria, Madlyn, que lo llama el Brooklyn español porque está al otro lado del río. Y este cambio se nota día a día. Cierran locales y los habilitan como viviendas.

P: Al final son estrategias para echar a la gente.

R: Como dice Jorge Dioni, no es un error, es un modelo. O eres productivo o te piras. Y si lo eres, lo haces desde fuera porque aquí vienes a currar porque te vas a vivir a tomar por el culo.

P: Es extraño porque los instigadores de este modelo arrasan en las elecciones.

R: Somos una sociedad bastante individualista y creemos que a nosotros no nos toca. Además, ansiamos con ser pequeños propietarios. Se revaloriza el barrio, pero igual lo hace mi vivienda. Mira, no. Tu tampoco podrás pagar tu casa, desgraciado.  

P: ¿Cómo surgió la idea de escribir Más allá de la noche?

R: Al principio fue puro aburrimiento. Luego, tiene otro germen. En aquel entonces, hacía reportajes para El Confidencial y propuse hacer uno sobre la primera noche sin restricciones en Madrid tras la pandemia. Lo hice y me lo pasé de puta madre. Aquel día se prendió la chispa. Fui contactando con los personajes y la bola hizo más grande.

P: Una camarera, un camello, un rider, un relaciones públicas y una prostituta. Profesiones, a priori distintas, pero todas cortadas por un mismo patrón: la precariedad y la noche.

R: Pensé que todo se desarrollara en el marco de la noche madrileña. También hubo un poco de azar ya que, tanto al camello como al rider, los conocía. La camarera me contactó ella por mensaje privado. Lo de la prostituta fue curioso. Hice una búsqueda en Google y fui llamando una a una hasta que alguien aceptó. Y al relaciones ya le tenía localizado. Una noche fui en su busca y le encontré. Algo que no fue nada difícil, por cierto.

P: ¿Qué se siente al ver desde tan cerca la prostitución?

R: Fue muy tocho, pero se me pasó enseguida porque sientes cotidianidad absoluta. Me jodíó mucho ese caso en concreto. La mujer estaba siendo engañada por todos lados y no se daba cuenta. Al escribir este libro también te das cuenta de todo lo que miente la gente y ves cómo te dan diferentes versiones sobre un mismo hecho. ¿Cuál es la real?

P: En la narración les colocas en una situación de esclavismo con el sistema.

R: Es una esclavitud en toda regla. En el libro hablo de precariedad y me equivoqué. Es pobreza. La precariedad implica temporalidad. Un chaval que viene a estudiar a Madrid y se lo pagan sus padres, va a vivir puteadísimo. Pero va a ser precario de forma temporal. La pobreza no. Estas personas de las que hablo seguramente no salgan de su situación.

P: Hace poco has escrito un artículo en el que hablas sobre la meritocracia y mencionas las palabras que Ignacio Dancausa, presidente de NNGG del PP de Madrid, dirigió a Samantha Hudson tras su discurso en Operación Triunfo diciendo que no existe.

R: Se puede salir de la pobreza. Pero la meritocracia no es una norma, es una excepción. El dato dice que la mayor parte de la riqueza de España es heredada. El discurso de la meritocracia es muy individualista, pero funciona. Nos creemos que podemos hacerle la trece-catorce al sistema. 

P: En Más allá de la noche comparas a riders con jornaleros que esperan a los terratenientes les llamen para ir a labrar sus tierras

R: El rollo de la economía colaborativa es lo más viejo del mundo. Es el sistema de jornaleros de toda la vida. Gente que es falsa autónoma esperando a que se la llame para hacer esa jornada laboral. Y si haces mal un viaje, se te penaliza para el siguiente. Igual que el jornalero de mi pueblo que, si un día se le olvida labrar una viña, al día siguiente no trabaja.

P: ¿Cómo ves la ley rider?

R: Al escribir el libro estaba empezándose a aplicar y las multas llegaron después. Recuerdo que mi protagonista estaba puteado porque, a pesar de ser una ley buena de facto, deja muchas lagunas legales. Por ejemplo, a las empresas les podía resultar rentable pagar multas antes que regularizar trabajadores. Además, hay riders que prefieren seguir de falsos autónomos porque así ganan más pasta. ¿Eso lo justifica? Para mí, no.

P: Con cosas así, ves que, por mucho gobierno progresista que haya, el sistema económico es el que es.

R: El capitalismo no se amolda a la democracia liberal sino al revés. El capital no se crea en torno a unas leyes escritas mientras que el Estado se va amoldando. Creo que debería ser al revés.

P: La camarera, de quien dices que “antes tenía sueños, ahora solo horarios”, deja una reflexión que resume a la perfección el alma del libro: ‘Todos mis compañeros viven como yo o peor. Cómo puede ser que todos trabajemos y ninguno nos podamos ir a vivir por nuestra cuenta. ¿Qué sentido tiene trabajar si no podemos vivir de nuestro trabajo?’

R: Enrique Ossorio, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, se preguntó dónde estaban los pobres ante un informe de Cáritas. Que no los veía. Esta gente está a un despido de irse bajo un puente de Carabanchel. Es que estamos a nada de ser un sin techo. No tenemos certezas sobre el futuro. Para nuestra generación, el tema de las pensiones es una entelequia, por ejemplo. Hacer las cosas bien no te garantiza tener una casa en la que vivir. Para hacer eso tienes que pegar el pelotazo.  

P: Hay dos personajes que representan la antítesis de todo esto.: el relaciones y el camello.

R: El camello es uno de los personajes menos aspiracionales del libro. Es completamente consciente de lo que hace. Sabe lo que hay. El relaciones, el moro de Vox, es totalmente lo contrario. Pensaba, genuinamente, que iba a acabar siendo dueño de discotecas. Eso es vivir de la promesa encadenada. El Entusiasmo, de Remedios Zafra, habla de la pobreza en la juventud y su aspiración de comer tierra hoy porque mañana no lo hará. Pero es que igual te tiras 50 años haciéndolo.

P: ¿Te sientes identificado con todos ellos desde tu perspectiva de periodista?

R: Claro. Yo también estoy a un mal mes.

P: Me gustaría preguntarte por el intento de cancelación que has sufrido por tus críticas a Podemos.

R: Podemos se ha convertido en un reducto. Una especie de aldea gala de Asterix y Obelix pero con unos habitantes con disonancia cognitiva. Ellos se creen que están combatiendo contra el invasor, pero éste les ha arrastrado a todos hace bastante tiempo. Han estado insultándome bastante en redes y un día, se me hincharon las narices, y contesté desde el espacio que tengo en Radio 3. Es gente con serios problemas cognitivos que ha creado una identidad en base a un partido político. Les entiendo, ¿eh? Es gente que se ha politizado tarde, a raíz del 15M, y que descubre un grupo de amigos. Ahora, que les cierran el chiringuito, entiendo que les duela. El problema es que los dirigentes les usan como marionetas. Y me da mucha pena. Cuando viene alguno de estos y me llama ‘cloaquero hijo de puta, se la chupas a Vallín’, siento pena. Mi objetivo de este año es dejar de usar adjetivos capacitistas, pero les estalqueo y entiendo todo.

P: Es curiosa la eterna lucha cainita en las organizaciones de izquierdas

R: No es que la izquierda tenga más capacidad para la autodestrucción sino que las redes sociales lo hacen todo más evidente y Podemos es pura generación millenial. Nos gusta contarlo todo.

P: ¿Cómo ves la actualidad? ¿Te chirrían los pactos con el independentismo?

R: Entiendo que hay una parte de la izquierda a la que le cuesta entender. Es tragarse sapos. Pero, para mí, el de la amnistía no lo es. Fuera de Madrid no importa tanto. El sapo de las competencias de inmigración cuesta algo más. Aunque mira, en este tema Junts también ha sido psoeizado.

P: Oye, ¿qué tal la Nochevieja Nacional?

R: Toma titular: noto muchas similitudes entre la gente de Noviembre Nacional y la de Podemos. No todos, claro, hablo del sector más radicalizado.

P: Pues ya lo tenemos

R: Pero muchísimas. Es gente que se ha hecho amiga en ese espacio. Iban llegando con su bandera nazi, se saludaban entre ellos... Al final han estado dos meses haciéndolo de forma diaria. Gente a la que se la pela la amnistía y que quiere que volvamos, no al franquismo, sino al Antiguo Régimen. Al igual que a la de Podemos, no me la tomaría muy en serio. Gente hipersectaria y con dificultades para comprender la realidad. Pero la amnistía no es el Imperio Romano de nadie.

P: ¿Cuál es el tuyo?

R: Ahora mismo, Ignacio Aldecoa, un autor vasco. Pienso en él a diario.

P: ¿Se lo has hecho saber?

R: Complicado porque lleva muerto 50 años (ríe).

P: Joder, soy cultísimo.

R: A tu favor te digo que no es demasiado conocido.

P: Oye, ¿Izquierda Española, ¿qué?

R: No me parece mal que surjan nuevos partidos de derechas.