Se estrena la película de Allen de rigor este año. Entre la comedia y el drama, y con un elemento criminal tan irónico como filosófico, Irrational Man quizá no sea de lo mejor de su director, pero sí supone una obra diferente, por su frialdad y sequedad, también por su subyacente mala leche a la hora de retratar la vacuidad de la vida contemporánea.


A estas alturas resulta un tópico aseverar que la última etapa como director de Woody Allen resulta demasiado irregular comparada con otras épocas; aunque quizá habría que revisar con más detenimiento su filmografía –más de cuarenta títulos por el momento- para constatar que exceptuando un momento determinado, de finales de los setenta a mediados de los ochenta, casi siempre fue así. Lo que sucede es que en este tramo final, la acumulación de títulos después de tantos años detrás de la cámara quizá enfatice esa sensación.



Sin embargo, Allen siempre tuvo, y tiene, la cualidad de dar un giro a su cine, más aparente que real, para alejarse de títulos precedentes sin por ello dejar de lado su personalidad. En ocasiones virando hacia el drama puro después de una comedia, en otras alejándose del presente para buscar en el pasado la inspiración; en otras, como en Irrational Man, para realizar comedias negras con un elemento criminal que introduzca un contexto de intriga a la narración. Recordar, por ejemplo, una de sus obras maestras, Delitos y faltas, la magnífica Misterioso asesinato en Mahattan, la muy interesante Match Point o su variación más cómica Scoop, a las que siguieron la poco valorado, pero excelente, El sueño de Casandra.


En Irrational Man regresa al terreno de la comedia negra en una historia cuyo contexto filosófico es, en muchos aspectos, una variación de Magia a la luz de la luna, su anterior película y con la que comparte, además, actriz protagonista, Emma Stone, quien, en Irrational Man asume el rol que suele interpretar Allen en sus película y no así su protagonista masculino, Joaquin Phoenix, quien aunque comparte la zozobra emocional que a Allen gusta tanto de tratar, tiene un tono diferente a los neuróticos que puebla su cine. La película nos sitúa en un campus universitario, con un profesor de filosofía alcoholizado y de tendencias autodestructivas que ve cómo una de sus alumnas (Stone) se enamora de él. Allen juega con los elementos del subgénero del cine desarrollado en los campus (heredado de la literatura, más tendente a ese contexto) para, en un momento determinado, dar un giro hacia un aspecto criminal de base filosófica vía moral y ética de los comportamientos con Kant como referente.



Allen consigue una película seca y fría, extraña, y eso es de agradecer, porque aunque su sello autoral (más fehaciente en temas y en guión que en una personalidad visual propia) está más que presente en la película, lo cierto es que en Irrational Man existe ese viraje hacia algo diferente que, si bien no llega a estar del todo conseguido, estimula más que otras películas de los últimos años. Quizá no tenga la gracia que algunas de ellas, pero al menos sí se tiene la sensación de no estar en la enésima “variación Allen” de lo mismo.; aunque lo pueda parecer.


Si en su anterior película, Magia a la luz de la luna, Allen enfrentaba la razón a la imaginación (al deseo, al sueño), en esta ocasión nos plantea una narración que, una vez más, se acerca a Dostoievski en cuanto a que trabaja el material a modo de fábula moral, pero en caso de Allen desde un tono tan serio como irónico, casi cínico, para hablar sobre qué da valor a una vida, a vivirla, sobre la justicia y su ejecución, sobre la moral y la ética… y el crimen entra en juego en ese punto y no desvelemos más.



Irrational Man decepcionará a quienes esperan la sucesión de chistes que, en ocasiones, son algunas de sus películas, divertidas de principio a fin pero carentes de un trabajo cinematográfico elaborado. Pero se trata de una de las mejores de los últimos tiempos en cuanto a trabajo formal, con una elegancia y un trabajo con la música de corte atonal muy interesante a cargo del músico de jazz Ramsey Lewis. Una película aséptica y distante, extraña como lo era El sueño de Casandra, porque Allen deja de ser demasiado Allen para ser algo más. Y en ese intento, incluso en los puntos menos favorables de la película, consigue una obra diferente, menos complaciente con él y sus seguidores. Aunque para reírse con Irrational Man haya que atender más a lo que subyace bajo la historia y a los detalles que a la agilidad verbal de los diálogos a la que nos tiene acostumbrado el director.