Aunque compartida la autoría de la dirección con Norman Foster, "Estambul" es una película con las señas de identidad de Orson Welles como director.


Cuando Orson Welles se encuentra en pleno rodaje de El cuarto mandamiento, George Schaffer, productor de la R.K.O., pide al cineasta que se haga cargo de la dirección de Estambul. Pero Welles está desbordado terminando el rodaje de El cuarto mandamiento además de con su trabajo radiofónico, por lo que pide a Norman Foster que regrese de Brasil, a donde había acudido enviado por el propio Welles para buscar localizaciones para una película de episodios que planeaba el director, para que se haga cargo de la dirección de Estambul. De este modo, durante las últimas semanas de rodaje de El cuarto mandamiento, Welles participa en el rodaje de Estambul interpretando al coronel turco Haki, acompañando en el reparto a Joseph Cotten, con quien trabajaba de manera simultánea, Dolores del Río (amante de Welles en aquella época) y Everret Sloane.



Durante muchos años Estambul se ha considerado una película dirigida por Norman Foster, pero declaraciones de Welles y claros indicios en cuestión de estilo y de planificación apuntan a que la participación de Welles en su rodaje no fue meramente como actor. De hecho, Welles declaró años después: “durante las cinco primeras secuencias estaba en el plató, decidía el ángulo de las tomas. Luego indicaba dónde se había de colocar el encuadre, hacía la prueba de luz y decidía que en tal frase del diálogo que lugar ocuparía la cámara. De alguna manera “diseñé” la película pero no la he dirigido propiamente hablando”. Según algunos colaboradores, todo aquello que acontece en la película con Welles en pantalla fue dirigido por él, desapareciendo del plató una vez que no debía actuar. Sin embargo, el conjunto de la película muestra sus huellas estilísticas de aquella época de manera casi inequívoca; y si Foster dirigió algo fue siguiendo muy cerca las indicaciones de Welles.



Adaptación de la novela Journey into Fear, de Eric Ambler, el guion aparece firmado por el actor Jospeh Cotten, uno de los colaboradores más cercanos de Welles en aquel momento, pero con el transcurso de los años la autoría del libreto terminó siendo compartida entre ambos cuando no, para muchos estudiosos del cineasta, realmente fue Welles quien realizó la adaptación. Quien haya visto las producciones de serie B de la R.K.O. de la época comprobará que Estambul posee todos los elementos de aquellas producciones rápidas y baratas; pero también la gran diferencia estilística entre existente entre esas películas y la de Foster/Welles. Y eso que Estambul sufrió no pocas modificaciones por parte de los productores, dado que Welles perdió el control de la película cuando tras el rodaje se marchó a Río de Janeiro. Los diversos montajes que sufrió Estambul se perciben en ciertos problemas de ritmo y en transiciones de secuencias un poco abruptas, siguiendo el modelo de ciertas películas de la productora cuyo interés era antes el acabar pronto las producciones que en perfilar bien el material para poder estrenar obras más o menos decentes en su conjunto. Igualmente, Estambul posee ciertos momentos algo irrisorios, consecuencia posiblemente de esa falta de trabajo. Cuestiones que evitan que la película acaba siendo redonda pero que tampoco son lo suficiente como para anular sus grandes virtudes.


Estambul posee, aunque sin la perfección de Ciudadano Kane o El cuarto mandamiento, muchas de las características del cine del primer Welles, siendo incluso más interesante en conjunto que su siguiente obra en solitario, El extraño. Estambul es una muy bien historia de espionaje muy de la época y muy en la línea de las películas que estaba realizando Alfred Hitchcock en aquel momento. En plena Segunda Guerra Mundial, la película aprovecha el contexto y si bien no aparece un componente político claro (aunque hay una conversación sobre el comunismo y la democracia inolvidable), o sobre el que pivote la acción, sí aparece, sobre todo en el personaje de Welles, una ambigüedad moral muy del agrado del cineasta. Como trama policiaca la película funciona a la perfección, con un metraje medido y un buen ritmo con secuencias, como la del cabaret o la persecución por el hotel, excelentes. Sin olvidar la fotografía, elemento esencial para Welles en toda su filmografía, para crear atmósferas y dar forma a unas imágenes muy plásticas. Todos los actores, que aparecen en otras películas de Welles de los cuarenta, crean una magnífica conexión que evidencia el trabajo casi de compañía teatral aportando un añadido de calidad a una película que merece la pena rescatar.