Bad Bunny ha despejado la gran incógnita de su plan de directo para 2025–2026: no habrá conciertos en Estados Unidos. El artista confirmó que la decisión responde, en buena parte, al miedo a posibles redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en los alrededores de sus shows, una preocupación que, según explica, ha pesado más que cualquier cálculo comercial en un momento de clamor global por verle en vivo.
La confesión llegó en una entrevista de portada con la revista i-D, donde el músico, de 31 años, respondió con un tajante “honestamente, sí” cuando le preguntaron si su ausencia del mapa estadounidense tenía que ver con la deportación masiva de latinos. “Había el problema de que, joder, el ICE podría estar fuera [del concierto]”, añadió, subrayando que no se trata de una cuestión de animadversión hacia el país donde ha cosechado giras exitosas, sino de proteger a su público. La prensa estadounidense y española corroboró y amplificó sus declaraciones en las horas siguientes.
La decisión se entiende mejor si se mira el diseño completo de su calendario. Benito ha pasado el verano haciendo historia con No me quiero ir de aquí, una residencia de 30 fechas en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot, del 11 de julio al 14 de septiembre. Ese tramo, concebido como una celebración de identidad y arraigo, agotó cientos de miles de entradas y atrajo a multitudes —incluidas celebridades— a San Juan.
Con el verano caribeño como prólogo, el artista activará en noviembre el DTMF World Tour con paradas en República Dominicana, Costa Rica y México antes de cruzar en 2026 a Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, y dar el salto a Australia, Japón y Europa. Llama la atención lo que no aparece en el mapa: ninguna ciudad de Estados Unidos.
Bad Bunny confirma su gira en México, Argentina, Chile, Colombia, Brasil, Perú, España, República Dominicana y Costa Rica. pic.twitter.com/sZGoMmk0GZ
— Indie 505 (@Indie5051) May 5, 2025
ICE, miedo real y la experiencia del fan
El punto de fricción con EE UU está en el entorno, no en el escenario. Bad Bunny insiste en que sus shows allí han sido “magníficos”, pero teme que sus conciertos se conviertan en zonas de riesgo para una parte de sus seguidores. En su charla con i-D, verbaliza una inquietud concreta: la posibilidad de que agentes del ICE vigilen o actúen en los accesos. En un clima político de mayor celo migratorio, el mensaje del artista es inequívoco: no expondrá a su comunidad a un susto —o algo peor— a la salida de un estadio.
Para el músico, además, Puerto Rico ofrece una alternativa segura y simbólica. Como territorio no incorporado de EE UU, la isla comparte ciudadanía con el continente —los puertorriqueños tienen pasaporte estadounidense—, pero sus residentes no votan al presidente ni tienen representación con voto en el Congreso. En la práctica, eso permite que fans desde Miami, Nueva York o Chicago viajen a San Juan sin trámites migratorios, mientras el artista sostiene un discurso de pertenencia y denuncia sobre el estatus político de su tierra.
Un mapa de ruta sin EE UU… por ahora
La ausencia de EE UU en el DTMF World Tour ha sorprendido a la industria, pero no debería leerse como un portazo definitivo. El propio artista deja la puerta entreabierta a futuros regresos cuando el contexto lo permita. Mientras tanto, ha repetido que el público estadounidense “puede venir a verlo a Puerto Rico” —o a cualquier otra parada del tour—, una invitación que cientos de miles ya han aceptado este verano en San Juan.
Al final, la gran estrella global del pop latino toma una decisión que es artística, económica y también cívica. En un país donde millones de latinos sienten el aliento de la vigilancia migratoria incluso en espacios de ocio, la elección de Bad Bunny de no convertir sus conciertos en una potencial trampa para parte de su público lanza un mensaje sobre qué significa “cuidar” a la audiencia. No es un gesto gratuito: renunciar a una gira estadounidense —el mercado más lucrativo del directo— implica notable coste de oportunidad. Pero también le da control sobre la narrativa y el entorno de sus shows.
Mientras tanto, la máquina de Bad Bunny no se detiene. Tras cerrar el Choliseo el 14 de septiembre, pondrá rumbo a Santo Domingo el 21 de noviembre para iniciar un periplo que lo llevará por medio mundo hasta finales de julio. A España llegará en mayo con todo vendido y la etiqueta de “historia” colgada por la promotora. Ni rastro de Estados Unidos en ese mapa; sí, en cambio, una tesis: el éxito puede medirse también en cómo, dónde y para quién se canta.