El enigmático cuento de Melville ─cuya riqueza originó distintas versiones editoriales, un sinfín de interpretaciones hermenéuticas y hasta la famosa adaptación cinematográfica de Peter Ustinov, de 1962, titulada en España La fragata infernal─, transcurre en un navío de guerra británico, el Indomable, en 1797, durante el conflicto bélico con la Francia revolucionaria. En él embarca Billy Budd, un atractivo y cándido marinero, cuya frescura y belleza son un revulsivo para la tripulación oprimida, desestabilizando igualmente a los mandos superiores ─el respetado capitán Vere y el pérfido maestro de armas John Claggart─, desconcertados con los sentimientos contradictorios que les provoca la irrupción del bondadoso efebo en su sórdido mundo. La compleja trama entre estos tres personajes, y sus relaciones con el resto de la tripulación desencadena el fatal destino de Billy Budd, víctima de una perversa maquinación, en un microcosmos infectado por la injusticia, la humillación, la revuelta y el odio.

Britten da voz a los integrantes de este buque infernal con una admirable construcción vocal y una perfecta orquestación. Utiliza la gran orquesta como si fuera una agrupación de música de cámara, buscando el color sonoro más apropiado para cada momento dramático, en detrimento de la utilización de la masa orquestal. Una vez más el compositor recurre a los interludios orquestales, como en su ópera Peter Grimes, que adquieren especial transcendencia cuando la música llega donde no alcanzan las palabras.

La primera versión de Billy Budd, de cuatro actos, se estrenó en el Covent Garden el 1 de diciembre de 1951, con dirección musical del compositor. Pese al éxito del estreno, la ópera tuvo un corto recorrido hasta la presentación, en 1964, también en el Covent Garden, en una versión revisada, en dos actos.  Será ésta la versión de la partitura que el Teatro Real realizará para el público de Madrid.

Entre el 31 de enero y el 28 de febrero se ofrecerán 10 funciones de Billy Budd con una nueva producción concebida por Deborah Warner, admirada en España por sus montajes teatrales ─Happy Days de Samuel Beckett, The Waste Land de T. S. Eliot, Julio César de William Shakespeare, etc.─, pero todavía desconocida en el ámbito de la dirección operística, pese a su amplia carrera en el mundo lírico internacional.

Deborah Warner afrontará su cuarto título de Britten con la colaboración del escenógrafo canadiense Michael Levine ─conocido del público del Real por sus decorados para Diálogo de carmelitas (con Robert Carsen) y Rigoletto (con Monique Wagemakers)─. En esta ocasión ha creado un espacio escénico de gran simbolismo y enorme complejidad técnica, transformando el tumultuoso barco de Billy Budd en una inmensa cárcel flotante, lo que refuerza la universalidad de la obra.

La fragata de guerra de Billy Budd es una terrible metáfora de tantos espacios donde la opresión y tiranía siembran los instintos más viles e irreprimibles, capaces de aflorar en cualquier momento. Este sentimiento de inestabilidad y tensión latente preside la concepción de la escenografía de Michael Levine, una inmensa jaula de cuerdas marinas, donde las escenas se suceden en balanceantes plataformas suspendidas, que sugieren el permanente peligro que se esconde en el seno del universo claustrofóbico de la armada británica, cuando los vientos revolucionarios de Francia alentaban a los marinos oprimidos al motín.