La llegada del verano viene acompañada por la visita de unos compañeros que ciertamente son algo molestos: los mosquitos. Para muchas personas, evitar estos visitantes se convierte en una prioridad cuando suben las temperaturas. Entre los distintos métodos que existen para ahuyentarlos, uno de los que está despertando más interés es el llamado método japonés, una técnica tradicional del país asiático que propone un enfoque diferente y, según quienes lo usan, más duradero que los remedios habituales.
¿Cómo es el método japonés para ahuyentar a los mosquitos?
Japón es bien conocido por ser al mismo tiempo un país que está a la vanguardia de la tecnología y, al mismo tiempo, muy cercano a sus tradiciones ancestrales. Y una de las cosas en las que lo podemos ver es que en el País del Sol Naciente siguen utilizando un método tradicional que, además de respetuoso con el medio ambiente y saludable para las personas, es muy efectivo para acabar con los mosquitos y evitar las molestas picaduras durante el periodo estival.
Se trata de nada más y nada menos que un incienso en forma de espiral que contiene como ingrediente principal la piretrina que al encenderse funciona como insecticida natural ya que repele a los mosquitos y los ahuyenta. Se trata de una sustancia de origen vegetal que se encuentra en plantas como el crisantemo. Aunque no resulta dañina para personas ni animales domésticos, actúa sobre el sistema nervioso de los insectos.
Estas espirales suelen estar compuestas también por serrín y aceites esenciales como los de lavanda o citronela, y pueden utilizarse tanto en exteriores como en interiores que estén bien ventilados. Además, es muy tradicional que esta espiral se coloque en una suerte de soporte en forma de cerdito que puede recordar a las clásicas huchas.

El origen japonés de las espirales antimosquitos
Las espirales antimosquitos se inventaron en Japón a finales del siglo XIX. El responsable fue Ueyama Eiichiro, un empresario que en ese momento se dedicaba a exportar mandarinas, según se asegura en este artículo de The Japan Times. Fue entonces cuando Fukuzawa Yukichi —escritor, político y fundador de la Universidad de Keio— le presentó a un comerciante de semillas estadounidense. Este vendedor le ofreció semillas de una planta con flores que, según decía, era capaz de acabar con los insectos.
Ueyama decidió importar las semillas y cultivarlas en Japón. Se trataba de una planta de la familia de las asteráceas, Tanacetum cinerariifolium, que a simple vista no parecía peligrosa, pero que al secar y triturar dichas flores descubrió que su polvo era mortal para muchos insectos. Ueyama llamó a la planta jyochūgiku (que podría traducirse como “crisantemo ahuyenta-insectos”) y creó un negocio que hoy sigue siendo un referente en el control de plagas.
Al principio, Ueyama mezclaba el polvo de las flores con almidón para fabricar varillas de incienso que repelían insectos. Funcionaban bastante bien, pero se consumían en unos 40 minutos. En 1895, todavía buscando una forma de hacerlas durar más, su esposa Yuki le propuso hacerlas más largas y darles forma de espiral. La idea fue un éxito. Las espirales se enrollaban a mano hasta 1957, cuando comenzó su producción industrial. Desde entonces, el producto ha cambiado muy poco: el color verde oscuro, el envase con diseño clásico y el logotipo del gallo rojo siguen presentes en las espirales de la marca Kincho.